miércoles, 31 de mayo de 2017






El retorno de Karl Marx para entender lo que está pasando en el capitalismo avanzado

Vicenç Navarro
Catedrático de Ciencias Políticas y Políticas Públicas. Universidad Pompeu Fabra


En una de las columnas más conocidas del semanario The Economist, la columna Bagehot (a cargo de Adrian Wooldridge), se acaba de publicar un artículo en su número del 13 de mayo que sería impensable que apareciera en las páginas de cualquier revista económica de España de semejante orientación liberal a la que tiene tal semanario. En realidad, no solo en cualquier revista económica, sino en cualquiera de los mayores medios de información de este país (incluyendo Catalunya) tal tipo de artículo nunca podría haberse publicado.
Bajo el título El momento marxista, y el subtítulo Los laboristas llevan razón: Karl Marx tiene mucho que enseñar a los políticos de hoy en día, la columna Bagehot analiza el debate existente entre el dirigente del Partido Laborista del Reino Unido, el Sr. Jeremy Corbyn, y su ministro de Economía y Hacienda en la sombra, el Sr. John McDonnell, por un lado, y los dirigentes del Partido Conservador así como los rotativos conservadores Daily Telegraph y Daily Mail, por el otro. Definir tal intercambio como debate es, sin embargo, excesivamente generoso por parte de la columna Bagehot, pues la respuesta de los rotativos conservadores y de los dirigentes conservadores a los dirigentes laboristas es una burda, grosera e ignorante demonización de Marx y del marxismo, confundiendo marxismo con estalinismo, cosa que también se hace constantemente en los mayores medios de comunicación españoles, en su mayoría también de orientación conservadora o neoliberal.
Los aciertos de Marx según Bagehot, de The Economist
Una vez descartados los argumentos de la derecha británica, la columna Bagehot pasa a discutir lo que considera las grandes profecías de Karl Marx (y así las define) para entender lo que está ocurriendo hoy en el mundo capitalista desarrollado, señalando que muchas de sus predicciones han resultado ser ciertas. Entre ellas señala que:
1. La clase capitalista (que en la columna Bagehot se insiste que continúa existiendo, aunque no se utilice tal término para definirla), que es la clase de los propietarios y gestores del gran capital productivo, está siendo sustituida –como anunció Marx- cada vez más por los propietarios y gestores del capital especulativo y financiero, que Marx (y la columna Bagehot) consideran parasitarios de la riqueza creada por el capital productivo. Esta clase parasitaria es la que, según dicha columna, domina al mundo del Capital, siendo tal situación la mayor responsable del “abusivo” y “escandaloso” (término que Bagehot utiliza) crecimiento de las desigualdades. Los primeros han conseguido cada vez más beneficios a costa de todos los demás. Y para mostrarlo, el columnista del The Economist señala que mientras en 1980 los chief executives de las 100 empresas británicas más importantes ingresaban 25 veces más que el típico empleado de sus empresas, hoy ganan 130 veces más. Los equipos dirigentes de tales entidades inflaron sus ingresos a costa de sus empleados, recibiendo a la vez pagos (además del salario), de las empresas a través de acciones, pensiones y otros privilegios y beneficios. De nuevo, la columna Bagehot, señala que Marx ya lo predijo y así ocurrió. Es más, la columna Bagehot descarta el argumento que tales remuneraciones se deban a lo que el mercado de talentos exige, pues la mayoría de estos salarios escandalosos de los ejecutivos se los han atribuido ellos mismos, a través del contacto que tienen en los Comités Ejecutivos (Executive Boards) de las empresas.
Marx llevaba bastante razón
2. Marx y Bagehot cuestionan la legitimidad de los estados, instrumentalizados por los poderes financieros y económicos. La evidencia acumulada muestra que el maridaje del poder económico y político ha caracterizado la naturaleza de los Estados. La columna Bagehot hace referencia, por ejemplo, al caso Blair (dirigente de la 3ª Vía), que de dirigente del Partido Laborista, una vez dejado el cargo político, pasó a ser asesor de entidades financieras y de regímenes impresentables. En España podríamos añadir una larga lista de expolíticos que hoy trabajan para las grandes empresas, poniendo a su servicio todo el conocimiento y contactos adquiridos durante su cargo político.
3. Otra característica del capitalismo predicha por Marx –según la columna Bagehot- es la creciente monopolización del capital, tanto productivo como especulativo, que está ocurriendo en los países capitalistas más desarrollados. Bagehot señala como tal monopolización ha ido ocurriendo.
4. Y, por si no fuera poco, Bagehot señala que Marx también llevaba razón cuando señaló que el capitalismo por sí mismo crea la pobreza a través del descenso salarial. En realidad, Bagehot aclara que Marx hablaba de “inmiseración”, que es –según el columnista- un término algo exagerado pero cierto en su esencia, pues según tal columnista los salarios han ido bajando y bajando desde que empezó la crisis en 2008, de manera tal que, al ritmo actual, la tan cacareada recuperación no permitirá que se alcancen los niveles de empleo y nivel salarial de antes de la Gran Recesión en muchos años.
Es más, además de estas grandes predicciones, la columna Bagehot afirma que la presente crisis no se puede entender sin entender los cambios dentro del capital, por un lado, y el crecimiento de la explotación de la clase trabajadora, por el otro, tal como señaló Marx.
¿Se imagina el lector a algún gran diario español, sea o no económico, que hubiera permitido un artículo como este? The Economist es el semanario liberal más importante del mundo. Y promueve tal ideología. Pero algunos de sus principales columnistas son capaces de aceptar que, después de todo, Marx, el mayor crítico que ha tenido el capitalismo, llevaba bastante razón. Sería, repito, impensable que en este país, tan escorado a la derecha como resultado de una transición inmodélica de una dictadura fascista a una democracia tan limitada, no solo un rotativo liberal, sino cualquier mayor rotativo, publicara tal artículo con el tono y análisis que lo hace una de las mayores columnas de tal rotativo, firmada por uno de los liberales más activos y conocidos. Esta columna y la persona que está a cargo de ella, sin embargo, no se han convertido al marxismo. Pero reconocen que el marxismo –que en este país ha sido definido por algunas voces como anticuado, irrelevante o cosas peores- es una herramienta esencial para entender la crisis actual. En realidad, no son los primeros que lo han hecho. Otros economistas han reconocido esta realidad aunque, por regla general, tales economistas no se enmarcan en la sensibilidad liberal. Paul Krugman, uno de los economistas keynesianos más conocidos hoy en el mundo, dijo recientemente que el economista que mejor había predicho y analizado las periódicas crisis del capitalismo, como la actual, había sido Michał Kalecki, que perteneció a tal tradición.
Donde la columna Bagehot se equivoca, sin embargo, es al final del artículo, cuando atribuye a Marx políticas llevadas a cabo por algunos de sus seguidores. Confundiendo marxismo con leninismo, la columna concluye que la respuesta histórica y la solución que Marx propone serían un desastre. Ahora bien, que el leninismo tuviera una base en el marxismo no quiere decir que todo marxismo fuera leninista, error frecuentemente cometido por autores poco familiarizados con la literatura científica de dicha tradición. En realidad, Marx dejó para el final su tercer volumen, que tenía que centrarse precisamente en el análisis del Estado. Por desgracia, nunca pudo iniciarlo. Pero lo que sí que escribió sobre la naturaleza del capitalismo ha resultado bastante acertado, de manera tal que no se puede entender la crisis sin recurrir a sus categorías analíticas. La evidencia de ello es claramente contundente y el gran interés que ha aparecido en el mundo académico e intelectual anglosajón, y sobre todo en EEUU y el Reino Unido (donde se publica The Economist), es un indicador de ello. Pero me temo que lo que está ocurriendo en aquellas partes del mundo no lo verá en este país, donde los mayores medios de información son predominantemente de desinformación y persuasión. 

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Tras la lectura del texto, saco la conclusión de que es muy posible que  la publicación de ese elogio al Marxismo por parte de The Ecomomist siendo una vaca sagrada del liberalismo mediático, no sea lo que parece: una valoración positiva sin más del análisis marxista del capitalismo, sino un modo sibilino de descalificarlo plenamente y dejarlo como un gran proyecto fallido en las conclusiones finales de dicho estudio, dado que Marx no pudo finalizar su obra con la tercera parte, fundamental para valorar el conjunto de la filosofía y la economía marxistas, que de haberse podido escribir y publicar hubiese estado dedicada, sin duda, a la definición marxista y organización imprescindible de la estructura del estado social, y cuyo hueco fue ocupado por la orientación y el diseño estatal de Lenin y rematado por Stalin con los resultados de todos conocidos. Como golpe de gracia contra el marxismo es demoledor, porque tras exponer una visión de la economía mucho más justa e inteligente que la del capitalismo depredador, termina con una conclusión nefasta: toda la teoría de Marx fue genial y perfecta, pero a la hora de aplicarse, los resultados fueron un desastre. Y es esa desolación intelectiva la que el autor deja en la mente y en el sentimiento de los lectores. Hubiera sido extraordinario si hubiera sido posible, pero la historia ha democtrado que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, porque se intentó y fue un fracaso. 
En psicología se estudian sistemas de comportamiento patológico en la educación que provocan la frustración del sujeto por parte de su entorno más próximo; a una de las herramientas fatídicas se la denomina "inténtalo pero fracasa". Esa columna Bagehot cumple exactamente dicha función: con toda la apariencia de una buenísima intención y una valoración inmejorable de Kark Marx, tras poner al marxismo por las nubes, lo derriba de un golpe inmisericorde. Lo intentó pero fracasó y no sirvió de nada, porque mirad en lo que ha terminado aquello. 
No se puede ser más retorcidos y fariseos que ese The Economist y su columna Bagehot. Al menos la patética prensa española conchabada a cara vista con lo más vergonzante de las mafias capitalistas neoliberales y sociópatas no finge ser mejor que las demás, no se reprime ni marea la perdiz ni se embosca, tira a matar y sabemos a qué atenernos con sus publicaciones a las que ya rodeamos prudentemente con el cordón sanitario del ninguneo terapéutico preventivo, pero lo de la retranca anglosajona es de Hitchkok y su Norman Bates, se nos cuela como un modelo de apertura científica y responsable, en plan caballo de Troya, para dejarnos por los suelos y tras la lectura de un análisis tan honesto en apariencia, al pensar en el marxismo, convencidos de que hubiera sido una gran ocasión para cambiar el mundo, si hubiese sido posible realizarlo en la práctica y a estas alturas ya es inútil intentar algo que cuando se pudo hacer bien de verdad no se consiguió por las causas de todos conocidas (¡donde íbais, desgraciaos de la utopía y la Internacional!) y ahora el arroz se os ha pasado; la bestia del Apocalipsis tiene la sartén por el mango y no hay más alternativa que ajo y agua, clases trabajadoras de la nada. 
Es una manera de combatir y hacer de quinta columna contra la conciencia social que lucha de frente, en esta tercera guerra mundial de camuflaje y manicomio en que se juega la supervivencia de nuestra especie y la del Planeta tal y como lo hemos conocido hasta hace poco. Y en un momento en que la izquierda europea da signos en Portugal y en Valencia de que no sólo no está todo perdido sino de que precisamente la izquierda es la solución a la debacle suicida del capitalismo cerril y terminator como lo acaba de reconocer hasta Bruselas.

Que Marx no era como Lenin ni como Stalin lo sabe quien lo ha estudiado y ha hecho análisis comparativos entre el rumbo de Marx y el de la revolución rusa, pero es muy posible que el lector medio de The Economist no lo tenga tan claro, como los estudiosos y profesores de izquierdas y esté convencido de que todo el monte es el mismo orégano. Y eso no es jugar limpio ni intelectualmente honesto, por muy The Economist que sea y por mucho que cite a Marx con el propósito final de dejarlo a la altura del betún. Se diría que Trump está menos solo de lo que parece en su mundo de Hallow Kitty serial killer fashion.






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