El movimiento de los indignados cumple seis años y su discurso y los problemas a los que apuntaba han seguido marcando la agenda de los medios y los partidos.
Puede que no te lo parezca, porque en realidad, ninguna de las demandas que enumeró el movimiento 15-M ha sido satisfecha. Pero el aquel movimiento ciudadano espontáneo que hoy cumple seis años consiguió instalar un discurso y señalar unos problemas que han guiado la vida política del país desde entonces.
“No somos mercancías en manos de políticos y
banqueros” fue el lema con el que miles de personas salieron a las
calles para reclamar más democracia a todos los niveles. Lo cierto es
que la crisis económica y su gestión por los gobiernos nacionales, la
Unión Europea y autoridades económicas han dejado claro que lo seguimos
siendo. Hoy, si cabe, más que en 2011.
Aquella idea coreada en las plazas fue
recogida, en parte, por un nuevo movimiento político que hoy es la
tercera fuerza parlamentaria del país. Podemos creció tan rápido desde
su nacimiento gracias, entre otros factores, al clima instalado años
antes por los llamados indignados y su lema “no nos representan”.
Fin del bipartidismo
Seis años después, el turnismo político entre
PSOE y PP en el que se había instalado España desde la Transición está
más en riesgo que nunca. “Cinco años después, estamos listos para
gobernar”, aseguró el líder de Izquierda Unida, Alberto Garzón, hace un
año, cuando escenificó en la Puerta del Sol junto a Pablo Iglesias, el
acuerdo para concurrir juntos a las últimas elecciones generales bajo la
marca Unidos Podemos. “Sé que unidos podemos”, concluía el manifiesto
“Democracia real ya” con el que se convocó la manifestación que dio
origen a la posterior acampada en Sol.
Ambos líderes políticos han hecho suyas en
numerosas ocasiones las ideas y críticas que se escuchaban y leían en
las pancartas de las plazas, aunque la fórmula de la unidad electoral
tuvo como resultado un millón de votos de menos. La idea de aquel
“unidos podemos” hoy está presente en los escaños del Congreso, en los
medios de comunicación y, por ende, insertada en la sociedad.
Ayuntamientos del cambio: de la calle a las instituciones
Las elecciones municipales y autonómicas de
2015 fueron un punto de inflexión en la vida política del país. Los
ayuntamientos de varias de las grandes ciudades españolas dejaron de
estar controlados por los partidos tradicionales, a los que el 15-M
unificó bajo las siglas del PPSOE, y fueron ocupados por
las llamadas “candidaturas ciudadanas” o de unidad popular, con
concejales o, incluso, alcaldes y alcaldesas que participaron del ciclo
de movilizaciones sociales que inauguró el 15-M.
“Hace años era inimaginable lo que está
pasando en nuestro país. Yo como activista no sólo no lo podía imaginar
sino que no pensaba que fuera posible; no concebía dentro de mi
activismo que las instituciones pudieran gestionar y trabajar de otra
manera", aseguraba el pasado año Rita Maestre, actual portavoz del Ayuntamiento de Madrid y miembro del colectivo Juventud Sin Futuro, una de las organizaciones más activas del movimiento.
Como Maestre, decenas de diputados
─nacionales y regionales─ y concejales en ayuntamientos proceden de
aquellos movimientos sociales, como si hubieran tomado en serio las
críticas que el PP de entonces hacía a los indignados cuando acamparon
en 2011: “Si quieren cambiar las cosas que monten un partido y se
presenten a las elecciones”. Eso hicieron.
Participación ciudadana
La de una “democracia real” era otra de las
reivindicaciones centrales de los indignados. Querían participar en la
vida política y en las decisiones que afectaban a su día a día y a su
futuro sin tener que formar parte de ninguna organización política. En
algunos de los llamados ayuntamientos del cambio es la propia ciudadanía
la que decide, a través de consultas ciudadanas vinculantes, cómo tiene
que avanzar la ciudad en la que viven.
Desahucios: los bancos como culpables
El 15-M fue germen de muchos movimientos
ciudadanos e impulsor de otros ya existentes pero invisibilizados. El de
la lucha por el derecho a la vivienda fue uno de los temas que puso
sobre la mesa y que la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) logró colocar como uno de los principales problemas del país. Su portavoz, Ada Colau, llegó a gozar de tanta popularidad que hoy es alcaldesa de Barcelona.
Ideas como la estafa hipotecaria, la dación
en pago o la alternativa habitacional fueron poco a poco ganando
terreno en el imaginario colectivo. Muchos ciudadanos dejaron de
sentirse culpables de no poder pagar la hipoteca y apuntaron a los
bancos como los responsables y estafadores. Diferentes sentencias, como
la de las clausulas suelo de las hipotecas, han venido a dar la razón
al movimiento ciudadano que colocó el drama de los desahucios en España
en primera plana de los medios nacionales e internacionales.
El PP tuvo que aprobar su “decreto
antidesahucios”, para contrarrestar ILP de la plataforma, que rechazó en
el Congreso. Incluso el PSOE, que durante su gobierno aprobó la llamada
ley de desahucios exprés, ha cambiado su discurso y pide paralizaciones
de desahucios en según qué casos.
Corrupción: “No hay pan para tanto chorizo”
“Estamos preocupados e indignados por el
panorama político, económico y social que vemos a nuestro alrededor. Por
la corrupción de los políticos, empresarios, banqueros… Por la
indefensión del ciudadano de a pie”, decía el manifiesto de los
indignados. La corrupción entró ese año en el ranking del CIS como uno
de los principales problemas. Desde entonces no ha dejado de escalar
hasta colocarse, en abril de este año, como la segunda mayor preocupación de los españoles, citada por casi el 45% de los encuestados.
“El no hay pan para tanto chorizo” que
clamaban las pancartas se ha confirmado durante estos seis años con cada
nueva trama corrupta hasta el punto de que el PP se ha convertido en el
primer partido político imputado de la historia. Mariano Rajoy tendrá
que comparecer como testigo por la trama Gürtel y el expresidente de la
Comunidad de Madrid está en la cárcel como cabecilla de una supuesta
organización criminal cuyos tentáculos llegan hasta las grandes empresas
constructoras de España. Exactamente lo que denunciaba el 15-M. Pero
según el CIS, el PP volvería a ganar las elecciones.
Vigilancia ciudadana
Pero no se trataba sólo de señalar a los
culpables, sino también de eprseguirlos. Del 15-M nacieron iniciativas
decididas a emprender procedimientos judiciales contra los corruptos. Es
el caso de 15MpaRato, una plataforma ciudadana que se financió mediante
crowdfunding para interponer una querella contra Rodrigo Rato por el
fraude de la salida a bolsa de Bankia, la entidad financiera que tuvo
que ser rescatada con dinero público. La querella fue admitida y forma parte del conocido como caso Bankia.
También fue parte activa en el escándalo de los correos de Blesa
y en el de las tarjetas black de Caja Madrid. Esta entidad quebrada y
rescatada fue durante años nido de escándalos y fuente de saqueo por
parte de políticos de todos los colores políticos. por Por eso también
fue el objetivo del Tribunal Ciudadano de Justicia, que presentó la mayor querella contra los gestores y consejeros, aunque no prosperó.
El feminismo también tomó las plazas
Otro de los grandes caballos de batalla de
aquella mítica movilización fue el feminismo. Con tasas récord de
asesinatos machistas en nuestro país, la causa feminista no podía quedar
al margen de unas jornadas llamadas a sacudirlo todo.
Las reivindicaciones históricas del
movimiento feminista también resonaron en las plazas al grito de la "la
revolución será feminista o no será". En cada acampada había una
comisión de feminismos en las que se incorporaban al debate público
conceptos que apenas había sido tenidos o directamente ignorados. El
trabajo doméstico, reproductivo y de cuidados; los vínculos entre
capitalismo y patriarcado y la denuncia de los micromachismos tuvieron
un lugar central en la protesta y cristalizó también el ciclo
movilizador posterior, llegando a los más profundo de la llamada nueva
política y, sobre todo, a los medios de comunicación.
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