domingo, 21 de mayo de 2017

Y ahora, ¿qué?


Dastis: España hace lo que está en su mano con refugiados, según normas de UE
EFE
Ahora, ¿qué? No me refiero exclusivamente a qué les cuento después de las dos columnas anteriores sobre las corruptelas judiciales. Me planteo en realidad qué posibilidades nos quedan para impedir que el sistema colapse y nos lleve a un futuro de consecuencias imprevisibles.
No escribo ni para partidistas ni para hooligans, lo hago solo para aquellos que son capaces de darse cuenta de que nos hundimos en una ciénaga y de que rescatar un país digno es más importante incluso que decidir si gobiernan las derechas, las izquierdas, los transversales o los que sea que cada uno desee. Yo no me escondo. Prefiero un gobierno progresista pero por eso insisto en que no es ese el problema. Se que hay gente que tiene otras opciones y que es tan consciente como yo de la peligrosa encrucijada en la que nos hallamos.Digan lo que digan unos y otros la realidad es contumaz y al final acabará por mostrarnos por qué era tan importante crear controles y contrapesos y mantenerlos.

Aquí estamos. Con un ministro de Justicia reprobado por el Congreso por, entre otras cosas, haber jugado a dar ventajas a los corruptos. Hemos levantado el velo sobre la podredumbre del sistema jurídico. Tenemos bajo sospecha al Ministerio Fiscal. Los escándalos de corrupción del Partido Popular se multiplican y todos sabemos que no se acaban con lo que conocemos. Las elecciones se ganaron con dopaje electoral. Hay una guerra sucia dentro de la Policía. Van a comenzar una guerra sucia entre y contra los fiscales de casos de corrupción. Me dejo todo lo que ustedes ya saben. Mientras hay mandados que repiten una y otra vez: pero da igual, no pasará nada, les seguirán votando. Insisto, sí, pasará. Los cimientos están horadados y ninguna construcción, ni física ni intelectual, se mantiene en tales circunstancias.
Nos movemos en los parámetros de una Constitución que fue redactada para evitar la inestabilidad. Ese era el miedo del momento. Así que la reprobación de un ministro por el Parlamento no tiene sanción jurídica como sí ocurría en la Constitución Republicana de 1931, que obligaba a presentar la dimisión. Vemos como el fiscal general poco menos que se cachondea de tal reprobación y observamos cómo el poder del corazón de un sistema democrático, la cámara de representantes del pueblo, aparece cada vez más como una institución inoperante en la que la oposición no consigue hacer sino aprobar resoluciones sin fuerza fáctica.
Las posturas meramente estratégicas de todos los partidos que no gobiernan -unas más aceptables y lógicas que otras- bloquean la posibilidad de una oposición real que contrapese una situación insostenible. Lo que no se puede obviar es que los números de escaños proclaman a las claras que hay más españoles contrarios a la pervivencia de este lodazal que votantes que antepongan su bienestar personal y su seguridad al bien común. Y es que, la mayoría de los votantes del PP hace exactamente eso, valorar su comodidad con un statu quo y asegurarse de mantenerlo en las urnas. Lo demás, evidentemente, son estructuras mentales para perdonarse tal decisión.
Entonces, ahora, ¿qué?
Es imposible que los actuales gobernantes procedan a levantar las alfombras que tendieron y a abrir las ventanas que lacraron ellos mismos o los que les promocionaron al poder. Es una quimera que ellos mismos vayan a devolverle al sistema los filtros y controles que han ido adulterando.
Tenemos en marcha una moción de censura. Esa que molesta a casi todos. Una que no va a conseguir su objetivo. Pero ¿cabe otra opción ahora? La Constitución que buscó blindar la estabilidad de un país que podía explotar por veinte costuras no previó un escenario como el actual. No pensaba que su corsé de hierro contra las reformas se iba a ver violentado por violadores legales que se iban así a permitir magrearla y sobetearla conservando la apariencia de esa honestidad que se publica en el BOE. No acomodó entre sus artículos otras modalidades de reprobación de gobiernos o presidentes más que aquella que aseguraba otra fórmula con respaldo para gobernar. Horror vacui. Ese vacío ahora está lleno de mierda y hay que busca salida.
España no está fuera de la galaxia. El aislamiento franquista nos creó una tendencia visceral a analizar nuestro presente y nuestro futuro sin incardinarlo en el mundo que nos rodea. Sólo las democracias fuertes podrán hacer frente al formidable enemigo que todas tienen enfrente. El fascismo vuelve a restregarse como un gato cariñoso por las piernas de los votantes que gritan su rabia en las urnas. Necesitamos hacerle frente. Un Estado de Derecho socavado y un Parlamento que produce risión a los gobernantes no es la mejor trinchera.
La realidad es testaruda. Ni siquiera Rajoy puede apacentarla con su desidia. Por un lado veo que es inevitable pasar a la acción -y la moción de censura es una forma de hacerlo- y por otro considero que un nuevo episodio que proyecte la irrelevancia del debate parlamentario a la hora de cambiar las cosas es descubrir más el flanco.
Apenas queda sino instar a las voces sensatas, cultas y consecuentes de la derecha a que abandonen sus espacios de comodidad y convengan en que así no vamos a ningún buen lugar. Esa mandanga de que una mejora de la economía es todo lo que hace falta para conjurar los peligros es una estupidez peligrosa y ellos también lo saben.
La inacción frente al desastre es seguro la peor salida y, no se por qué, estoy convencida de que será la que marque nuestro mutis

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Muy interesante este análisis de Elisa Beni, que comparto por completo. Y vayamos a lo práctico, que plantea la periodista, ¿y ahora qué? Está claro que el poder de los saqueadores no mueve pieza jamás si no es obligado por la insumisión creativa de los ciudadanos y las ciudadanas.

Es imprescindible que la ciudadanía al mismo tiempo que reclama y denuncia ponga en marcha iniciativas prácticas como convocar y emplazar públicamente a los miembros de la magistratura y a los juristas independientes, a los fiscales y jueces penalizados y 'dimitidos' por intentar que la Justicia haga honor a su nombre. Con la intervención de expertos e investigadores, y con periodistas que trabajan recopilando datos. Que se haga un foro estatal de insumisión y desobediencia ética en el que intervengan los damnificados directos por la corrupción, ciudadanos de a pie y portavoces de colectivos, partidos, sindicatos y asociaciones. Que se convoquen asambleas cívicas, como se hizo en el 15M, en las plazas, pero esta vez, también en los ayuntamientos y juntas municipales, donde el objetivo sea recoger una lluvia de ideas para desmantelar el estado de corrupción. Todo el material recogido puede componer un programa de medidas concretas, que podría votarse, con recogida de firmas por la calle y en las redes hasta convertirse en el Parlamento en una ILP (iniciativa legislativa popular), todo ello en paralelo a debates territoriales, municipales y autonómicos en vivo y directo, con decisiones votadas por todos y con las manifestaciones y denuncia pública de toda la ciudadanía. La única manera de desmantelar esta mafia es que quienes la ven como algo bueno, descubran lo que es de verdad  y dejen de considerarla un partido político legítimo y no un timo para sacar tajada de la credulidad y la ignorancia. 

La idea enviar  grupos de voluntarios cívicos con material informativo que lleguen a los pueblos de la España profunda donde el voto siempre es para los corruptos de toda la vida y hasta la alcaldía puede ser hereditaria y donde el sistema D'Hontd hace el milagro de los panes y los peces versión escaños, sería muy útil. Nada de insultos a sus totems y caciques sagrados, sino por ejemplo que aparezca Benavent el ex-yonki del dinero y otros arrepentidos del enjuague, con las personas que lucharon desde dentro del sistema corrupto para hacerlo caer a pesar de sufrir acoso y amenazas, como Rosa Pérez Garijo o Ignacio Blanco, por ejemplo, o los testimonios de jueces como Garzón, Silva, Ruz, Carmona, o el ex fiscal Jiménez Villarejo y economistas como los hermanos Garzón, los profesores Juan Torres López, Vicenç Navarro que expliquen como se roba  desde las instituciones, como la  alcaldía y la diputación, los ministerios y los gobiernos autonómicos, cuando individuos sin escrúpulos las manejan, y todo con vídeos, datos y documentación que acredite y les muestre adonde van sus impuestos, junto a la lista de recortes que permiten las mordidas y la sangría del dinero público. Tocando el suelo y la realidad. Imaginemos que voluntarios que no pertenecen necesariamente a ningún partido político, llegan a los pueblos y van preguntando a cada ciudadano que encuentran qué ha perdido desde 2008 hasta ahora, y cuando lo haya explicado se saca la tablet y se les muestran documentos, imágenes y declaraciones de los chorizos y sus rapiñas constantes, que les dejarán muy claro, en qué se han gastado lo que a él o ella, le han robado o le han impedido utilizar, como escuela, sanidad, impuestos crecientes que no se aplican a los grandes capitales que se llevan la pasta a rentar por el mundo. Al 99'99% se les caería  de un plumazo la venda de los ojos y la cómoda pereza que hace posible esta calamidad absoluta. Y entonces llegará el momento de hacerles ver la necesidad de usar el voto con responsabilidad, de informarse de los programas y de los antecedentes de cada opción política y de establecer la relación entre lo que votas y lo que luego te pasa por votar solo de oídas, por miedo a los cambios, como por rutina y comodidad y que por el error en las urnas de unos, todo el país paga el pato, incluidos los que votaron mal orientados. Cuando Montoro, Báñez o Catalá atizan injusticias no miran el carnet ni la ideología de sus víctimas.

Tras una campaña de ese tipo, es seguro que el pp desaparece del horizonte político, no porque se retiraría  avergonzado y con remordimientos, que nunca lo hará (para que eso ocurriese falta un elemento que en ese círculo de delincuentes y sociópatas no existe: la conciencia), sino porque solo se votarían ellos, que en absoluto son mayoría, sino un escuálido elenco de impresentables, embaucados amorales y/o desalmados. 

Es tarea nuestra, ciudadana, y no hay nadie más que pueda hacerlo. No nos engañemos. Somos nosotras y nosotros quienes damos sentido a los parlamentos, y a los poderes legislativo, ejecutivo y judicial como a la misma esencia del estado, recursos que existen para servir a los pueblos y no para exterminarlos a base de malos tratos y que sin nosotros, los fieles y devotos paganinis de las inercias, no tendrían ni existencia ni sentido, como los partidos o las religiones.
También es nuestra tarea exigir que por ley se inhabilite a los partidos involucrados en la corrupción, que se empeñen en justificar y mantener la podredumbre como normalidad, y que los individuos que hayan sido imputados y condenados por corrupción no puedan acceder a ningún cargo que dependa del estado ni tengan crédito para seguir arruinando empresas y personas. Lo mismo que se hace con delincuentes sin pedigrí ni enchufes. La igualdad es condición previa y sine qua non de la Justicia. La Justicia y la Igualdad son el fruto de los pueblos despiertos y capaces de funcionar desde la conciencia colectiva.
Así lo comprendió Portugal con la 'revolución de los claveles'. Sólo hay que ponerse manos a la obra, sin miedo y convencidos de que no hay más remedio que  quitarles la máscara en directo y desautorizar en masa las leyes injustas inventadas ex-profeso para tapar y proteger maleantes institucionales y una saga de parásitos que vive del cuento como los sastres mangantes de "El traje invisible del Emperador", mientras en el Congreso la mayoría democrática depone a la minoría cleptócrata, con todo el respeto del mundo y basándose en la mejor de las constituciones posibles: la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que el pp y sus sostenedores y socios, como psoe y c's, como pnv o los de Canarias, violan y pisotean impunemente cada día con sus intereses inhumanos y corrompidos.

Tenemos al lado el ejemplo de Portugal y su revolución de los claveles. Y su actual gobierno de coalición de izquierdas. O sea, que si se quiere, se puede. Claro, que primero hay que acabar con las dictaduras, como hicieron los portugueses expulsando a Salazar de la jefatura del estado, mientras España entronizaba los deseos del dictador y los perpetuaba en una transición de mentirijillas y una monarquía de genes políticos tan franquista como el Cara al sol y el Valle de los caídos.


Que quede bien claro en el alma colectiva que UNA DEMOCRACIA VERDADERA Y UN ESTADO SANO JAMÁS PUEDEN SER GESTIONADOS POR UNA ASOCIACIÓN DE DELINCUENTES POLÍTICOS sin que el país se convierta en un infierno. Así estamos ahora, con España hecha un cuadro, si, como el Juicio Final de El Bosco o El Grito de Munch

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