Lees, vuelves a leer, que una mujer "ha fallecido"
al tropezarse con unas manos que la estrangularon, presuntamente las de
su marido. Y que "el supuesto autor ha intentado matarse clavándose un
cuchillo en el tórax y el abdomen". En realidad la autolesión ni
siquiera ha penetrado, no ha sabido acabar con su vida con lo certero
que fue segando la de su pareja. Él mismo llamó a la policía. Se ha
confesado autor del crimen: estranguló a su mujer. De 55 años. Él tiene
61. Ha sido detenido. Ambos españoles. No había denuncias por malos
tratos.
Madrid, Ciudad Lineal, calle de Alcalá,
abigarrado barrio que te conduce por un laberinto de Vírgenes al otro
lado de la gran arteria, no menos enrevesado, de calles con nombres de
intelectuales. En la de Vicente Espinel, en el número 27, sucedió la
tragedia en la noche del sábado. Encuentras el número por los
periodistas apostados preguntando a los vecinos. Según manda el manual
de los asesinatos machistas, la mayoría no sabe nada, no ha oído una riña, nada podían imaginar, saludan con mucha educación. Aunque
hay dos niveles de relación social: están los del "buenos días, buenas
tardes" y los del "buenos días, buenas tardes ¿qué tal?". Aquí es donde
puede lograrse una mínima información.
Porque es cierto que la mayoría no sabe nada, ni
siquiera se han enterado. En un barrio de calles estrechas y balcones en
las fachadas en su mayoría, apenas se conocen unos con otros. La ciudad
de vidas aisladas se extiende del centro a los extremos. Quizás podrían
aportar algún dato si la vieran en fotografía. Sin imagen, no saben
quién era. Signos de alarma en la mujer –china- que gestiona una pequeña
tienda de ultramarinos y en la peluquería donde una docena de clientas
latinoamericanas comentan el hecho. Con temor y resignación dicen:
"Habría bebido, se ponen locos". Nunca hay que aceptar esa excusa.
"Una excelente persona"
El "¿qué tal?" añadido al "Buenos días, buenas tardes" permite saber
que él, Jesús, es "una excelente persona", menos mal. Me lo dice una
vecina del mismo portal. Le conoce desde hace muchos años. Vivía con su
madre, hasta que la conoció a ella –cuyo nombre no recuerda-, lo que
pudo suceder hace 4 o 5 años. Jesús llevó a su madre a una residencia.
Pocos datos, ninguno, para entender qué se gestó en aquella casa y tener
el fin que tuvo.
"Había un partido y no paraban de
gritar por todo el barrio, gol, gol", explica una mujer de la casa de
enfrente. Reflexiona que quizás la víctima pudo gritar y confundirse con
la euforia del fútbol. A su lado, un hombre, español, da lustre a su
coche sin cesar. El ¿qué tal? al que llegaron no avanza demasiado en el
conocimiento. La pareja era normal, ella era normal, él también. Comentamos cómo hemos llegado a vivir tan alejados de quienes tenemos al lado. A él también eso le parece normal.
Otra mujer apareció muerta este domingo por apuñalamiento en Molina de
Segura, Murcia. El presunto autor, un compañero de trabajo, se ha
ahorcado. Y a otra en Collado Villalba, Madrid, la han encontrado sin
vida, maniatada y con una bolsa de plástico en la cabeza. Tres, en
pocas horas. Son 28 las mujeres asesinadas por sus parejas en lo que va
de año, según muestra la contabilidad. Pueden ser más, a las victimas
mortales del machismo no las cuentan con demasiada precisión. Niños,
hijos de los verdugos, también han caído víctimas de esta lacra. Y
quedan las secuelas de quienes supieron que papá mató a mamá. Y
permanecen los daños a toda una sociedad aquejada de permisividad, y de
una abrumadora indiferencia.
Es cierto que ahora las
reacciones son más intensas, cuando se dan. Pero más localizadas.
Quisiera fuera una falsa impresión la que he experimentado comparando
otras épocas: que los asesinatos machistas han entrado en el efecto
vacuna, como la corrupción, y ya se asumen poco menos que como
inevitables. Y no lo son. La aberración es que existan.
El gobierno del PP restó medios a la lucha contra la violencia
machista. Los presupuestos que se dirimen ahora, a punto de lograr el
suficiente apoyo parlamentario, mantienen la tónica. El trabajo positivo
precisa inversión económica y cambios en la mentalidad.
Las mujeres de la calle Vicente Espinel y aledaños se preocupan, la
tarea nos supera. En Alcalá, por la zona de las tiendas de ropa abiertas
en domingo, ponen una cierta distancia. La asesinada número 28 de 2017
no tiene nombre, ni foto. Aún. Solo una vecina corre, descompuesta,
repitiendo: "Que no haya sido Susana, que no haya sido Susana". Parece
no verlo descabellado. Cualquier mujer es víctima posible. Lo normal.
En los pueblos y en la ciudad aislada, en la ciudad cerrada, ciega,
sorda y muda, ajena a los gritos que no son "gol".
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