Si esta racha de lucidez nos dura lo suficiente, se pueden cambiar muchas cosas. Nadie dice que sea fácil, pero sí debe ser posible, por responsabilidad.
Es cierto que el capitalismo feroz ha puesto en pie una leyenda negra que ha ido arrinconando el progreso social y poniéndolo en contra de la rapiña financiera como principio de todo "progreso" y finiquito de toda decencia y de todo estado de bienestar.
Necesitamos más que nunca una cohesión de fuerzas limpias, no un puritanismo que excluya, sino una decencia que se organice y se reparta funciones a izquierda y derecha. No es momento ya de ser enemigos acérrimos, sino de usar las mejores cualidades de todas las tendencias e ideologías.
Por un lado es importantísimo forjar un plan y saber en qué dirección queremos ir, sólo hay dos caminos: salir de la entropía destructiva construyendo nuevos caminos y recursos, reinventándonos, o tirar la toalla y seguir, resignados a la autodestrucción, como hasta ahora por miedo y comodidad fatales, con el señuelo de la zanahoria virtual de una recuperación de lo ya irrecuperable por falta de recursos y materias primas, y dentro de poco hasta de oxígeno para respirar en todos los sentidos, hasta en el físico y químico. Nunca la historia humana conocida se ha enfrentado a algo parecido en un nivel global. Un final sin más. O un final con un nuevo principio en otra dirección y con otros parámetros. Es imposible recomenzar si sigue viviendo del mismo modo que nos ha colocado en esta situación ya de deterioro irreversible.
El papel de la izquierda en este proceso es fundamental. Porque es un motor político de la conciencia individual, colectiva y ecológica. La derecha ni siquiera tiene capacidad sistémica para coscarse del peligro que su sistema ha desatado por todo el Planeta. La vieja salida sería el enfrentamiento ya inútil y suicida, primero, porque los choques constantes solo producen esterilidad y bloqueo, y segundo porque dedicados al desgaste de las tensiones continuas, ni derecha ni izquierda tienen tiempo ni energía para cambiar nada, aunque tuviesen las mejores intenciones. la nueva salida es la coescucha, el entendimiento y el consenso en el bien común, con los DDHH como eje de todo el proceso. Las leyes, las normas, los decretos, y todo el sistema institucional deben tener como meta al ser humano, privado y social, y su equilibrio con el medio en que vive, por encima del lucro, de las ideologías, de las religiones, de las políticas y de los mercados, que sólo tienen sentido si ayudan a que mejoren la Justicia, la Igualdad, la Libertad y la Dignidad, que deben concretarse cada día en la práctica, y que deben cooperar a la coeducaducacíón de nuestra especie, sin exclusiones, sin opresión, sin mentiras, con un fundamento ético que sea la base de la legislación, nunca jamás la ley por encima de la ética.
Uno de los errores más graves de este sistema ha sido el posponer sine die la ética, la empatía social y la pedagogía del convivir, al logro del bienestar económico, en vez de trabajar al mismo tiempo en ambas tareas: la de sobrevivir para educarnos y la de educarnos para poder sobrevivir. Con ese abismo de incompetencias se ha logrado el caos perfecto y el estado millonario absolutamente desequilibrado del lumpen moral, que es la verdadera y más mortífera arma de destrucción masiva.
No tenemos mucho tiempo, porque el deterioro medioambiental crece exponencialmente, que quiere decir en volumen, cantidad, velocidad e intensidad. Disponemos de un sistema deficitario que no comprende la envergadura de su desastre in crescendo que da importancia al detalle y ningunea y banaliza lo fundamental. Hace chistes ingeniosos sobre las pamplinas y pisotea las inteligencia de lo urgente.
La izquierda debe tomar la iniciativa del cambio, no la exclusiva. Debe tener la inteligencia de la humildad para convocar sin remilgos ni líneas rojas. Pero también con la única condición de que los convocados y convocadas se laven primero la capa de mierda corrompida que han acumulado a lo largo de muchos años y demuestren una sana disposición práctica de cambio en intenciones y conductas. No se les exige tal cosa por vengarse, ni por humillar con condenas y dar escarmientos, sino porque la corrupción ciega, empastra, entorpece lo decente mientras incrementa la delincuencia y no permite regular ni gestionar asuntos públicos que inciden en el bien común. Los poderes auténticos son los valores democráticos de la libertad, la igualdad y la fraternidad, lo que llamamos poderes, legislativo, ejecutivo y judicial, son herramientas que materializan o destrozan los valores, según en en qué manos caen.
Por todas estas razones, la izquierda es la abanderada del progreso y del civismo. Se va a tener que encontrar forzosamente con la barbarie, con jugarretas, calumnias, difamaciones, bulos, ofertas indecentes, chantajes, burlas y amenazas y con todo un ejército de orcos mediáticos adiestrados ad hoc, durante ochenta años nada menos, para destrozar el alma y la conciencia de los pueblos de Iberia, un egregor de atrocidades, que se ha ido gestando colectivamente a lo largo de siglos y que en España lo ha tenido muy fácil por la incultura, el miedo, la sumisión y el fanatismo. El valor se deja para la violencia del toreo, las peleas de taberna, el acoso machista o de las guerras civiles, pero se desconoce a la hora de avanzar creando y conviviendo.
La izquierda tiene una misión muy difícil, pero posible si se empeña y no acepta convertirse en el orco vestido de rojo, a la altura de los orcos azules. Al contrario, puede hacer que la savia bruta se convierta, con la luz de la inteligencia colectiva de la dialógica y la escucha, en savia elaborada y riquísima, en vida, nutrientes, salud y energía social. Borrando del vocabulario palabras como "enemigo", "rival" , "dominio", "ganar", "perder", "vencedores", "vencidos" e "imposible".
Ahora es el momento de que la izquierda abandone las rivalidades del ego colectivo e individual de los líderes infatuados que se pueden creer insustituibles y diosecillos estúpidos. Es el momento de la visión de conjunto, de la unidad no solo en cada grupo sino sobre todo, entre todos los grupos, de lo contrario la izquierda se reduce a una inútil e incomestible ensalada de sectas. Los socialistas deben convocar, respetar y tener en cuenta a Unidos Podemos, que es mucho más que Podemos, es una coalición de coaliciones: Equo, Compromís, IU, Podemos, Mareas, En Común, En Democracia, y todo un mapa municipalista y anticapitalista extendido por el estado. Lo mismo que las coaliciones respetan y desean pactar con un Psoe decente y se alejan por pura profilaxis de un Psoe infame que solo se dedica a sí mismo y a su supervivencia aunque España se hunda bajo la barbarie del pp.
Una vez en marcha, hay que contar también con la derecha para la gobernabilidad y la democracia auténtica que no excluye a nadie y se acabe de una vez con la política de gallera constante. Con imaginación se puede crear un ministerio Anticorrupción y Administración Pública, que podría gestionar ciudadanos. Y si el pp consigue limpiarse y sustituir a la vieja guardia podrida, por miembros sanos como el concejal de Rentería que denunció al pp por sus chanchullos en materia anterrorista o Borja Semper y gente sana, que seguro que la hay si se busca. Necesitamos cambiar la historia. La derecha tal y como está no puede hacerlo sino a peor, como ya estamos comprobando. Las posibilidades de cambio a mejor están en el lado izquierdo del tablero. En la compresión y la relación amable unida a la transparencia impescincidible y la coherencia ética, que hay que contagiar con hechos más que airear con palabras. Pero sin torres, sin reyes ni reinas ni alfiles ni peones. Igualitario. Mejor un pacífico y fructífero juego de Damas o una Oca didáctica e inteligente, que el Ajedrez.
Y sin olvidar que para sobrevivir es más necesaria la inteligencia y el apoyo mutuo que la violencia, la soberbia y la compraventa de voluntades e intereses espurios.
Una estructura orgánica e inteligente a la izquierda puede consistir en tener un brazo en activo en el Parlamento y un brazo activo en la calle para que la realidad ciudadana esté presente en los escaños de un modo directo, de lo que se pueden ocupar tanto socialistas clásicos como renovadores. Es más necesario en la Cortes el testimonio directo de Diego Cañamero que todos los discursos maravillosos de unos legisladores en la parra o del modelo Susana Díaz, o del pretérito González, por poner un ejemplo.
Hay que reconocer que Sánchez desde el primer momento de su incursión en la secretaría general llevó consigo un discurso social basado en la decencia y aportaba críticas muy acertadas y soluciones magníficas, es más, el discurso de Iglesias era idéntico y menos aterrizado y menos concreto incluso. Basta repasar los videos para comprobarlo. Pero Iglesias aportaba la novedosa frescura de la calle, unos modales mucho menos contenidos y el morbo de los medios encantados con él, en favor o en contra, y era Sánchez la costumbre de oficina política y lo consuetudinario de la planicie informativa que con él era un trámite y no una noticia interesante ni "revolucionaria", aun teniendo el mismo discurso, pero sin retórica adecuada a las novedades noticiables de la prensa, a la que le sonaba a lo de siempre, simplemente por la sigla del Psoe, ya desgastado y deteriorado por errores garrafales y connivencias muy poco recomendables y falta de contundencia frente a un pp horrendo en todos los sentidos, menos en trincar a saco. Para más inri las manchas del GAL y de la corrupción felipista como los errores políticos ya históricos, seguían pesando sobre el alma colectiva y hacían de aquel Sánchez una triste figura. No por él sino por lo que representaba. De todos modos, su valor ante Rajoy y su interés por la regeneración, impidió que Podemos consiguera el sorpasso tan deseado y el Psoe, en vez de quedar a la cola de los votos, quedó en un honroso segundo puesto, que era mucho más de lo que merecía y de lo que se esperaba. Curiosamente el propio Psoe se ha ensañado con Sánchez inexplicablemente llamándole perdedor como si antes que el no hubiesen sido perdedores González en el 96 y Rubalcaba en el 2011. Ya son ganas de maltratar y de ser miopes ante una realidad impepinable. La ciudadanía de izquierdas no se merece algo tan cutre y tan lejos de una conciencia política sana por parte de un partido socialista, que ahora parece que reflexiona e intenta superar su propia historia decadente, aceptando sin más la decisión aplastante y democrática de las bases y el reconocimiento forzoso del depuesto e injustamente castigado, secretario general.
Ahora, Sánchez puede hacer maravillas en el consenso de izquierdas y también en el diálogo con las derechas no corrompidas, gestionar la difícil transición de una demagogia financiera y ruinosa a un estado de decencia e igualdad, de reparación de desastres e injusticias aberrantes, empezando por el saneamiento de las relaciones con los grupos de izquierda que no son el Psoe. Y viendo en ellos a hermanos, hijos de la misma casa, no a competidores y rivales. Nadie de Unidos Podemos le haría nunca tanto daño como le hicieron los barones, la baronesa y la gestora. Pedro Sánchez, después de lo vivido y experimentado, no debería olvidar que el hábito no hace al monje, que se puede ser socialista de nombre y fascista marrullero de condición.
Una estructura orgánica e inteligente a la izquierda puede consistir en tener un brazo en activo en el Parlamento y un brazo activo en la calle para que la realidad ciudadana esté presente en los escaños de un modo directo, de lo que se pueden ocupar tanto socialistas clásicos como renovadores. Es más necesario en la Cortes el testimonio directo de Diego Cañamero que todos los discursos maravillosos de unos legisladores en la parra o del modelo Susana Díaz, o del pretérito González, por poner un ejemplo.
Hay que reconocer que Sánchez desde el primer momento de su incursión en la secretaría general llevó consigo un discurso social basado en la decencia y aportaba críticas muy acertadas y soluciones magníficas, es más, el discurso de Iglesias era idéntico y menos aterrizado y menos concreto incluso. Basta repasar los videos para comprobarlo. Pero Iglesias aportaba la novedosa frescura de la calle, unos modales mucho menos contenidos y el morbo de los medios encantados con él, en favor o en contra, y era Sánchez la costumbre de oficina política y lo consuetudinario de la planicie informativa que con él era un trámite y no una noticia interesante ni "revolucionaria", aun teniendo el mismo discurso, pero sin retórica adecuada a las novedades noticiables de la prensa, a la que le sonaba a lo de siempre, simplemente por la sigla del Psoe, ya desgastado y deteriorado por errores garrafales y connivencias muy poco recomendables y falta de contundencia frente a un pp horrendo en todos los sentidos, menos en trincar a saco. Para más inri las manchas del GAL y de la corrupción felipista como los errores políticos ya históricos, seguían pesando sobre el alma colectiva y hacían de aquel Sánchez una triste figura. No por él sino por lo que representaba. De todos modos, su valor ante Rajoy y su interés por la regeneración, impidió que Podemos consiguera el sorpasso tan deseado y el Psoe, en vez de quedar a la cola de los votos, quedó en un honroso segundo puesto, que era mucho más de lo que merecía y de lo que se esperaba. Curiosamente el propio Psoe se ha ensañado con Sánchez inexplicablemente llamándole perdedor como si antes que el no hubiesen sido perdedores González en el 96 y Rubalcaba en el 2011. Ya son ganas de maltratar y de ser miopes ante una realidad impepinable. La ciudadanía de izquierdas no se merece algo tan cutre y tan lejos de una conciencia política sana por parte de un partido socialista, que ahora parece que reflexiona e intenta superar su propia historia decadente, aceptando sin más la decisión aplastante y democrática de las bases y el reconocimiento forzoso del depuesto e injustamente castigado, secretario general.
Ahora, Sánchez puede hacer maravillas en el consenso de izquierdas y también en el diálogo con las derechas no corrompidas, gestionar la difícil transición de una demagogia financiera y ruinosa a un estado de decencia e igualdad, de reparación de desastres e injusticias aberrantes, empezando por el saneamiento de las relaciones con los grupos de izquierda que no son el Psoe. Y viendo en ellos a hermanos, hijos de la misma casa, no a competidores y rivales. Nadie de Unidos Podemos le haría nunca tanto daño como le hicieron los barones, la baronesa y la gestora. Pedro Sánchez, después de lo vivido y experimentado, no debería olvidar que el hábito no hace al monje, que se puede ser socialista de nombre y fascista marrullero de condición.
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