El PSOE y la caída de los graves
Pedripol
20 de
Mayo de
2017
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Desde
una perspectiva nietzscheana podríamos hablar del crepúsculo de los
ídolos. Ha sido tal, que en la noche oscura del alma socialista se
confirma que Felipe González hace mucho que dejó de salvar al PSOE. Pero
ahí sigue, como gurú convocando a los que permanecen atentos a
cualquier palabra que salga de su boca. Pero su reiterativo mensaje deja
a sus seguidores en estado de melancolía. Buena parte de la militancia
socialista dejó de reconocerle al otrora líder indiscutible la autoridad
que antes tenía y que ha ido perdiendo hasta buscar refugio en la
sombra de sí mismo.
La crítica situación a la que ha venido a parar el PSOE no
tiene como exclusiva causa los avatares de Felipe González. Pero su
figura ha marcado la historia del Partido Socialista en las últimas
décadas. Y eso, teniendo que ver con los éxitos del PSOE, también está
en la raíz de todo lo que le afecta últimamente. El Partido Socialista
entró desde finales de los 70 del siglo anterior en una dinámica marcada
por el peso de un liderazgo muy fuerte –al principio, contrabalanceado
por el papel de Alfonso Guerra--, que empezó a funcionar como el vértice
de la pirámide en un proceso de fuerte oligarquización interna, la cual
implicaba al mismo tiempo tal jerarquización en los modos de funcionar
que la base militante cada vez quedaba más lejos de la cúspide del
poder. Con un personalismo mesiánico, el gran líder quedó como figura
incuestionable, siendo punto de inflexión el momento en que dimitió de
secretario general para volver después en loor de multitudes con un
partido rendido a sus pies.
La homologación con la socialdemocracia europea –alemana
para más señas-- impuso el abandono del marxismo bajo la fórmula “hay
que ser socialistas antes que marxistas”. Pero, abandonado el marxismo,
tras ello no hubo nada. Quedó el partido a expensas de un pragmatismo
político que, si bien estaba atareado con la tardía construcción de un
Estado de bienestar que no existía, miraba a la modernización de España
en los términos admisibles por los poderes dominantes, con cuidado de no
sacar los pies del plato del régimen que se pactó con la Constitución
para dejar atrás la dictadura.
Quedó el partido a expensas de un pragmatismo político que, si bien estaba atareado con la construcción de un Estado de bienestar que no existía, miraba a la modernización de España en los términos admisibles por los poderes dominantes
El pragmatismo político condujo al PSOE a articularse como
potente maquinaria electoral, con las miras puestas en mayorías
absolutas, pero descuidando la inserción en el tejido social, en parte
por la unilateral dedicación de muchos de sus efectivos en puestos
institucionales. El alejamiento de la base social, que además iría
cambiando notablemente, quedó reforzado por el papel mediático de un
líder al que querían las cámaras de televisión. Hasta que se rompió el
hilo.
Aparecieron casos de corrupción y, aunque eran menores al
lado de lo que la sociedad española vería después, jugaron un papel en
el alejamiento de sectores urbanos distanciados de un PSOE incapaz de
renovar su proyecto político y actualizar su discurso. El PSOE fue
cayendo en lo que los laboristas británicos teorizaron e hicieron:
echarse en manos del neoliberalismo al pretender seguir con políticas
sociales, pero dejando a su libre despliegue el ámbito del mercado. La
economía le iría comiendo el terreno a la política. Mientras las vacas
fueron gordas no se notaba tanto la rendición de la socialdemocracia,
tal como se fue dando en Europa sin que España fuera una excepción. Pero
vino la época de las vacas flacas.
Llegó la grave crisis de 2008, la que obligó a un duro
ajuste a partir de mayo de 2010 por parte del Gobierno socialista de
Zapatero. El entonces presidente se ofreció en sacrificio ante el altar
de los poderes económicos –por la salvación (evitar rescate) de España–,
con el “cueste lo que (me) cueste” como factura para todo el Partido.
Los logros en derechos civiles y avances sociales, más el encauzamiento
de las cosas hacia el final de ETA, no evitaron la hecatombe. El PSOE
empezó a perder votos cual hemorragia incontenible. Su electorado
menguaba dada la pérdida de credibilidad de un partido metido en una
fuerte autocontradicción y al que sus mismas estructuras impedían
responder con agilidad a los hechos. Llevado por la vorágine sufrida por
un poder político sometido a los poderes económicos y con una grave
crisis de la representación política, el naufragio del socialismo
español empezó a producirse. Para colmo, la actitud timorata ante la
grave crisis del Estado español, al no atreverse a plantear con claridad
la alternativa de un federalismo plurinacional, metía al PSOE, atando
al PSC a su rueda de molino, en una paranoia política donde todo es
verse atemorizado por el acoso del españolismo, ante el cual no se deja
de sucumbir.
Estando en ésas, unos resultados electorales a la baja, más la incapacidad de abrir vías de diálogo con los nuevos sujetos políticos aparecidos en el panorama español, provocan tales tensiones internas en el PSOE que producen simultáneamente el derrocamiento de quien era su secretario general, Pedro Sánchez, y la entrega del Gobierno de España al PP de la corrupción mediante abstención mayoritaria del grupo socialista del Congreso, la cual invalidaba al PSOE como alternativa política. El largo ciclo que se abrió con Felipe González en la Secretaria General del PSOE se cierra cuando, como chivo expiatorio, llevaron a Pedro Sánchez al borde del abismo y lo empujaron hacia el fondo. Los ídolos crepusculares no contaron con que allí, en lo hondo, estaba la militancia de a pie, la que quedaba que, al ver caer al defenestrado secretario general investido como mártir y héroe, lo catapultó de nuevo a la candidatura para el cargo del que fue arrojado. Galileo, con su teoría de los graves, podría ayudar a completar el diagnóstico: también en el planeta político hay cosas que caen por su propio peso, como es un partido en estado de decrepitud. Queda pendiente el pronóstico. Quizá haya un Galileo redivivo que pueda retomar las palabras del renacentista: “Eppur si muove”.La actitud timorata ante la crisis del Estado español, metía al PSOE en una paranoia política donde todo es verse atemorizado por el acoso del españolismo, ante el cual no se deja de sucumbir
Autor
-
José Antonio Pérez Tapias
Es miembro del Comité Federal del PSOE y profesor decano de Filosofía en la Universidad de Granada. Es autor de Invitación al federalismo. España y las razones para un Estado plurinacional. (Madrid, Trotta, 2013)
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