Con las mociones de censura no se juega, nene
Lo nerviosos que se han puesto políticos y opinadores con la
decisión de Unidos Podemos de utilizar todos los instrumentos
parlamentarios a su alcance
Estos chavales de Unidos Podemos es que no respetan
nada. Llegaron al Congreso sin corbata, con un bebé en brazos y
colocando el abrigo en el respaldo del sillón, como si estuvieran en el
colegio. Desde entonces se han dedicado a tocar todos los botones, abrir
puertas sin llamar, hacer muchas preguntas impertinentes y alborotar
despachos y salas de prensa.
Normal que hayan
presentado una moción de censura a las primeras de cambio. Como turistas
en un hotel de "todo incluido" no piensan dejar servicio sin utilizar,
excursión sin hacer, ni plato del bufé sin probar. El primer día
agarraron el reglamento del Congreso como quien coge el catálogo
navideño de juguetes y fueron señalando todos los artículos en plan "me
lo pido". Preguntas parlamentarias, sesiones de control, iniciativas
legislativas, comisiones de investigación... Me lo pido, me lo pido, me
lo pido…
Hasta que llegaron al capítulo sobre moción de censura, y
también se la pidieron. "Mira, si tienen mociones de censura, ¿por qué
no presentamos una? Para eso están, para usarlas, ¿no?".
Pues no, nenes: con las mociones de censura no se juega. Son una cosa
muy importante, muy solemne, muy de Democracia Con Mayúsculas, muy de
padres de la Constitución y ocasiones históricas. Tanto, que solo se han
presentado dos en cuarenta años de democracia. Por algo será, ¿no?
No le presentaron moción de censura al pestilente último gobierno de
Felipe González, ni al soberbio Aznar de la guerra de Irak, ni hasta
ahora al Rajoy de los recortes salvajes y la corrupción generalizada.
Solo dos mociones en cuarenta años, las dos recordadas estos días por
los periodistas cebolleta en plan batallitas de la mili parlamentaria:
ah, aquel joven Felipe González contra el astuto Suárez… Oh, ese
imprudente Hernández Mancha que mordió el polvo…
Como
los inconscientes de Unidos Podemos no se dan cuenta de que las
mociones de censura están tras un cristal de "rómpase solo en caso de
emergencia", ha tenido que salir en tromba la clase política adulta, la
prensa mayoritaria y la tertulianada a recordárselo: dónde vais con esa
moción, chavales, que os va grande, os vais a hacer daño, solo queréis
montar un circo, un show, un numerito, y que si el
ego de Iglesias, que si electoralismo, que si populismo… ¡Y encima vais
a fracasar, locos! Normal que el presidente Rajoy se quede en casa ese
día, que es un hombre serio y no está para tonterías.
Pero los críos ni caso, empeñados en jugar con la moción hasta el
final. ¿Qué pretenden estos irresponsables con ese gesto inútil?
¿Recordar al resto de diputados que al frente del Gobierno está el líder
de un partido hipercorrupto, que ha ganado elecciones dopado con
financiación ilegal? ¿Obligar al PSOE al mal trago de abstenerse otra
vez en una segunda investidura de Rajoy, pobrecitos ellos? ¿Presentarse
como verdadera oposición, en vez de conceder al PSOE el tiempo que
necesite para recomponerse, meses, años o lo que haga falta? O aún peor:
¿hacer electoralismo en la tribuna del Congreso? Eso sí que no,
¡electoralismo en el Congreso!, dónde vamos a llegar.
Nada, no hay remedio con estos niños, piensan seguir tocando todos los
botones y pidiéndose todos los juguetes del reglamento, que para eso
creen que los han puesto allí los ciudadanos. Como no hay remedio, a los
Guardianes de las Esencias de la Democracia Española les propongo que
se relajen, hagan unas respiraciones abdominales contra la ansiedad, y
piensen que no es para tanto, de verdad: que si los chicos hacen su
moción circense, teatral y electoralista, tampoco van a gastar la
reserva de mociones de censura. Después se podrán presentar cuantas
mociones quieran otros grupos, empezando por el PSOE cuando se aclare
qué quiere ser de mayor.
Les aseguro que después de una moción de censura no hace falta esperar otros veinte o treinta años, de verdad que no.
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Qué legítima es la indignación de Isaac Rosa en este artículo. Como es terrible para los españoles que el panorama institucional y político que describe sea un scanner de la realidad que padecemos. Una moción de censura ahora mismo es tan necesaria para la salud social como respirar. No verlo ni comprenderlo solo puede deberse a dos motivos básicos o no se quiere ver o es que faltan luces naturales suficientes para verlo, porque estas barbaridades convertidas ya en "normalidad" claman al cielo, son un grito colectivo que ninguna mordaza puede silenciar, y no solo cosa de rojos, populistas y antisistema. Muchísimo personal de derechas y de "orden"(¿?) también está que muerde por los mismos motivos: el abuso, el saqueo, la prevaricación y la violación de la justicia aplicando las leyes ad personas y ad caciques.
También resulta desastroso que en política los prejuicios, orgullos magullados sin parar, rencores de ínfima catadura, inmadureces, juicios temerarios, manías persecutorias y fijaciones egocéntricas sigan siendo la barrera más atroz que divide nuestra sociedad, separa la política de la inteligencia, de la ética y de la eficacia, que parecen ser irreconciliables en el país del cabreo sordo como moneda de cambio.
Sería muy útil darse cuenta del poder desquiciante y destroyer que tiene la indignación que nunca cesa ni se consigue reciclar en material de construcción. Y esa es la clave para darle la vuelta al disparate general que se retroalimenta: superar los melindres y piques personales, y no llevarlos al territorio de lo común para desahogarse o resarcirse, mejor reciclar consigo misma, funcionar desde la igualdad y no desde la discriminación, sin despreciar todo lo que no viene "de los nuestros" porque se carece de sentido autocrítico que nada tiene que ver con el victimismo y el lamento como mantra constante.
El régimen político que nos tortura no puede continuar en ese plan, hay que cambiarlo por otra cosa más justa, limpia y soportable. Aunque para poder erradicarlo es imprescindible que vayamos descubriendo, en el mismo movimento liberador, las huellas de esa aberración "pedagógica" hundidas en nuestra incapacidad para entenderse si no se va de partidismos y colegueo ideológico o cervecero, que lo misma da ocho que ochenta a quienes están empapados del mejunje educacional que todos y todas hemos heredado, sin coscarse del temazo.
Es muy sano e inteligente reconocer los propios errores, al contrario que humillante. Es patológico obligar a pagar penitencias y desagravios por errores o diferencias pasadas que se intentan superar con buena voluntad y demostrando resultados positivos en la conducta. Ser generosos y comprensivos con el "enemigo vencido" (que para políticos interesados en el bien común más que en su liderazgo debería ser el compañero de trabajo y no el eterno rival) es el mejor tratamiento para erradicar la inquina y los odios y envidias idiotas que no dejan trabajar ni lograr nada en serio en el conjunto social y político.
Mientras sea productiva mediáticamente la agresividad y la violencia verbal, el discurso de la humillación y de la soberbia, nunca conseguiremos ir más allá del estéril toma y daca del y tú más a que nos tienen acostumbrados en los debates parlamentarios y tertulianos, que no deberían convertirse en espectáculo y mercadillo de los lunes, a ver quién grita más y vende mejor los gayumbos y la lencería de oferta por defectos de fabricación.
Si no están claras cosas tan básicas como trabajar por el bien común, antes que por el propio partido, por muy fundamental y maravilloso que nos parezca, apaga y vámonos.
Una gran dificultad para el buen funcionamiento político, aunque así de ponto y sin reflexionar no lo parezca, es el emparejamiento emocional que se monta entre partido, lideres y militancia; es como el enamoramiento durante un tiempo, que priva de lucidez al prosélito ideológico, obnubilado por el sentimiento y la identificación emotiva con la ideología, con el lenguaje y los símbolos de la auctoritas subliminal que emana de un discurso, que como no existe aun dentro de uno mismo se busca fuera y se convierte en el pegamento instintivo que une las masas humanas mediante uno de los recursos más utilizados, más simplistas y manipulables: la ilusión, que se confunde con el entusiasmo (del griego enzeadso, inspiración,visión que viene de lo alto, profecía, ahora lo llamaríamos mucho más modestamente, lucidez que realiza) , cuando realmente son conceptos opuestos e incluso excluyentes entre sí, no puede haber lucidez en el engaño, como no hay oscuridad si la luz está encendida; la ilusión se basa en lo irreal que nos cuentan y es como el éxtasis del místico inexperto cuando descubre por primera vez otras caras y estados de la realidad desconocidos hasta ese momento, en cambio el entusiasmo nace del trabajo experimental, tangible, paciente y resistente, de laboratorio, con que hacemos realidad la creación y la construcción de aquello a lo que aspiramos.
La palabra ilusión significa burla, broma, engaño frívolo. Los sermones y mítines políticos y religiosos se fundamentan principalmente en la ilusión y tiene las misma finalidad aunque en distintos sectores, obviamente: colorear la apariencia del producto que se quiere vender, para que los compradores se animen y entren al trapo. Por supuesto que, como en el enamoramiento, la ilusión tiene fecha de caducidad asegurada por el desgaste natural y la convivencia a la luz de la verdad sin disfraces. Y es el entusiasmo por lo que se realiza en común, la solidez racional emotiva que mantiene viva la llama del amor, o sea, la fidelidad a la idea y a su realización material y compartida en común que deviene verdad. Es el entusiasmo vivo que nace del amor lo que mantiene en pie las parejas durante toda la vida y no el globo de la ilusión que dura solamente lo que dura el autoengaño acerca de uno mismo y de la realidad y que esa misma realidad acaba por hacerlo explotar o si es de gas, por cortarle el hilo que lo sujeta y dejarlo perderse en la nada.
La palabra ilusión significa burla, broma, engaño frívolo. Los sermones y mítines políticos y religiosos se fundamentan principalmente en la ilusión y tiene las misma finalidad aunque en distintos sectores, obviamente: colorear la apariencia del producto que se quiere vender, para que los compradores se animen y entren al trapo. Por supuesto que, como en el enamoramiento, la ilusión tiene fecha de caducidad asegurada por el desgaste natural y la convivencia a la luz de la verdad sin disfraces. Y es el entusiasmo por lo que se realiza en común, la solidez racional emotiva que mantiene viva la llama del amor, o sea, la fidelidad a la idea y a su realización material y compartida en común que deviene verdad. Es el entusiasmo vivo que nace del amor lo que mantiene en pie las parejas durante toda la vida y no el globo de la ilusión que dura solamente lo que dura el autoengaño acerca de uno mismo y de la realidad y que esa misma realidad acaba por hacerlo explotar o si es de gas, por cortarle el hilo que lo sujeta y dejarlo perderse en la nada.
Si los políticos y políticas fuesen personas lúcidas y honestas jamás apelarían a la ilusión para convencer a nadie de la validez de algo que deberían considerar tan valioso como para entusiasmar más que para engañar ilusamente. Así andamos, engatusados y desinflados a continuación, y es que, a medio plazo sólo resulta creíble lo realizable desde la mejor disposición y apertura, lo que vemos que funciona, es justo y honesto y vale la pena. Por eso los grandes montajes ideológicos, que empiezan y se acaban en los gestos, en el look, en las palabras sin sustancia que se convierten en latiguillos y tópicos vacíos de contenido materializable, en los mítines , en la repetición de los tics políticos de un pasado sin futuro y cuyos logros se quedan en miserables rifirrafes de banderías y luchas de poder, acaban desapareciendo y convertidos en una burla de sus propios principios iniciales, en su propia inanidad endogámica, como el Psoe o en su propia mierda corrupta como el pp.
No hay ilusión que resista el desgaste de no hacerse limpiamente real y sanamente vivible. Unidos Podemos, como Compromís o las CUPs tienen por delante la posibilidad de no repetir las mismas martingalas y de ofrecer entusiasmo con los hechos. Ya lo están haciendo aunque casi no les dejan espacio ni ocasiones para demostrar que se puede y se debe salir de la entropía, y que si no lo hacemos todos juntos, -hasta los pimpollos a estrenar con los carcamales para el arrastre, oye!- tampoco será posible. La igualdad, la libertad y la fraternidad no fracasan cuando hay valor y decencia para trabajar sin máscaras, ni dogmas miopes, ni egocentrismo grupal, cuando se es capaz de subir sin ir pisoteando y zancadilleando a los de alrededor para que no suban. Hay que cambiar y corregir urgentemente el mismo concepto miserable de la política vista como juego de tronos o como los juegos del hambre. Menos juegos y más inteligencia aprovechada. Menos miseria en general.
No hay ilusión que resista el desgaste de no hacerse limpiamente real y sanamente vivible. Unidos Podemos, como Compromís o las CUPs tienen por delante la posibilidad de no repetir las mismas martingalas y de ofrecer entusiasmo con los hechos. Ya lo están haciendo aunque casi no les dejan espacio ni ocasiones para demostrar que se puede y se debe salir de la entropía, y que si no lo hacemos todos juntos, -hasta los pimpollos a estrenar con los carcamales para el arrastre, oye!- tampoco será posible. La igualdad, la libertad y la fraternidad no fracasan cuando hay valor y decencia para trabajar sin máscaras, ni dogmas miopes, ni egocentrismo grupal, cuando se es capaz de subir sin ir pisoteando y zancadilleando a los de alrededor para que no suban. Hay que cambiar y corregir urgentemente el mismo concepto miserable de la política vista como juego de tronos o como los juegos del hambre. Menos juegos y más inteligencia aprovechada. Menos miseria en general.
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