No han entendido nada. El triunfo de Macron en
Francia es, sin duda, un alivio. Ningún demócrata cabal facilitaría el
acceso al poder del fascismo. Pero los problemas estructurales de
nuestra sociedad permanecen y puede agravarse. Tomar a Macron como la
última esperanza es peligroso, si fracasa. Marine Le Pen ha logrado para
la extrema derecha un récord histórico de votos. Y la abstención no
gobierna. El mayor problema puede centrarse en las inamovibles
posiciones de los causantes de la crisis.
Como la
orquesta del Titanic, continúan tocando aunque el barco se hunde. No por
altruismo como aquellos, sino porque se niegan a ver la realidad. "Si
era un barco imposible de hundir, si surcaba el mar sin problemas y las
fiestas se celebraban cada noche", se dicen. Aguardando, sin hacer nada,
que se achique el agua y todo vuelva a ser como antes. Allí siguen
empecinados en permanecer en un mundo que ya no existe. Y no existe por
su nefasta labor, por fomentar la injusticia y la desigualdad, a menudo
la trampa. Por su soberbia ingobernable.
Habrá que insistir en una obviedad concluyente. En la
segunda vuelta de las elecciones se vota entre dos candidatos, los que
han quedado, lo que no implica necesariamente el apoyo a todas sus
políticas. Una encuesta de IPSOS cifra en un 43% los electores que votaron a Macron por rechazo a Le Pen.
A la candidata ultraderechista le dieron su confianza obreros,
personas con ingresos bajos y problemas para llegar a fin de mes, de
medio rural y baja instrucción, como detallaba Iñigo Sáenz de Ugarte. Igual que en todos los países en los que la ultraderecha ya está en el poder.
Son los que no cuentan para el sistema. Y en la cuarta cubierta del
Titanic siguen sin verlos. O, a lo sumo, pensando que se volatilizarán o
que declaraciones incendiarias, editoriales, portadas y tuits los
harán volver al redil. Es muy preocupante el uso del lenguaje político y
mediático en España. Insisten en llamar populismo o radicalismo a lo
que es fascismo, con una clara intención política local. Termina siendo
trabajar por lo que formalmente rechazan.
Como el
"populismo" –la demagogia para ser precisos–, no dudan ni en mentir ni
en sacar conclusiones basadas en errores. A Macron le han votado más
simpatizantes de Mélenchon que de Fillon pero nada cambiará el discurso
que creen sirve a sus propósitos. Con enorme torpeza: desconocen ese
hartazgo feroz del que ya ni les cree, ni espera nada de ellos.
Mientras, el agua inunda la sala de máquinas del Titanic.
Macron sube enteros populares y dudas al aflorar informaciones. De su
currículo lo más cierto es su admiración por Maquiavelo, su portentosa
habilidad para las relaciones públicas y el saber estar con las personas
adecuadas en el momento preciso. Le apoya lo más granado del poder
económico y afamados mentores del partido socialista en el pasado. Tuvo
la inmensa suerte de que la corrupción desbancara al conservador Fillon
como favorito. "Macron ha demostrado poseer todas las cualidades y todos
los recursos, desde los más brillantes a los más turbios", relata Enric González, periodista de absoluta solvencia, en El Mundo.
Candidato de diseño, preparado e inteligente, puede que sepa también
moverse en las altas cumbres de su nuevo cometido y termine redundando
en algún beneficio para los ciudadanos, aunque no es lo más probable.
Por delante, varios escollos de entidad. Las legislativas son entre el
11 y el 18 de este junio. Macron, sin partido, busca aún candidatos, que
no le faltarán de cuantos se apresuran a correr en socorro
del triunfador. El movimiento que fundó, ahora llamado La République en
Marche, cuenta ya con grandes expectativas de voto pero no con mayoría,
lo que le complicaría la gestión.
Macron dispone de
muy poco tiempo inicial para demostrar su eficacia. Lo hará por
decretosde ley urgentes. Varios para moralizar la vida pública y una
nueva Ley del Trabajo, más agresiva que aquella que levantó a los
franceses en huelgas y manifestaciones. Prácticamente silenciadas en los
medios españoles, por cierto. Ya se perdieron empleos con la anterior y
con las liberalizaciones varias de su etapa de ministro. A Hollande y
Valls les costó caro. Otra de las prioridades del nuevo presidente de
Francia es recortar el presupuesto social. Lo que llaman "gasto".
Francia le dedica el 57% de las cuentas del Estado, la cifra más alta de Europa junto con Finlandia. La media es 47%. España, por cierto, se ha quedado en un 42%.
De imparable triunfo del centro liberal,
nada. Pero hoy todos quieren ser Macron. Hasta en Latinoamerica se
reparten parecidos entre los líderes. En España, Ciudadanos se siente el
hermano natural del nuevo presidente de la República francesa pese a
las diferencias que les separan. Y olvida la inocencia perdida que le
conferían algunos, con su apoyo incondicional a Rajoy y al PP de todas
las corrupciones.
Manuel Valls, expresidente
socialista francés, se ha ofrecido a entrar en la formación de Macron,
al grito de "El Partido Socialista ha muerto". Con su inestimable
ayuda. Hace una semana se publicó que Macron ofertaba un puesto a su antiguo jefe de gabinete.
No es el único que pasará a las filas del ganador. Macron lanza un
torpedo preciso a un partido muy dañado. Como el conservador. La
corrupción de Fillon y Sarkozy le ha pasado factura. Una gran diferencia
con España. En el barco que zozobra insisten en ignorar la pérdida de
apoyos electorales. Y el agua ya corre por los pasillos y camarotes.
Allí y aquí. Algunos, como Valls, eso sí, han salido nadando a toda
prisa.
El candidato de Europa, la UE reforzada,
dicen. Si la austeridad y los recortes han puesto entredicho la
dirección de Bruselas, más austeridad y más recortes ¿la salvarán?
Altamente improbable, más aún, sería paradójico. Pero Macron sí tiene
ideas para reformar la UE. Retoma la vieja aspiración progresista de
recortar los privilegios de los que disfruta Alemania desde los inicios.
Insiste en los "eurobonos" para evitar los abusos con la deuda que
lastran a los países del sur. Merkel ya dijo en su día que tal cosa no
sucedería mientras ella viviera. Alemania pues rechaza las pretensiones
de Macron. Está por ver el desarrollo.
Intenciones
espurias al margen, asusta la frivolidad y falta de criterio con las que
se están abordando los problemas de la sociedad global. Los partidos
tradicionales se encuentran en un momento crítico, tras su fracaso. Por
sus errores en buena medida. Persistir en ellos, los agrava. La
facilidad con la que se engañan a sí mismos alcanza al punto de creer en
efectos que se desvanecen en contacto con los hechos. Como el que iba a
catapultar a la socialdemocracia alemana de la mano de Schulz. No ha sido así.
Todo el tiempo ningunean a las víctimas de sus políticas. Siguen ahí.
Engrosando su número. Con sus trabajos precarios. Con su abandono.
Proclamas y editoriales no les darán de comer, ni estimularán su
optimismo.
La orquesta sigue tocando con el agua al
cuello, con los músicos aguardando a ver si se evapora. De momento los
ciudadanos miran, algunos toman fotos y selfies. Los hay que aplauden al
final de las piezas si lo manda el regidor del estudio en la sociedad
del espectáculo. Los mayores agredidos por las políticas de la
desigualdad ya convierten sus señales en gritos. Un escenario trágico
que se impone cambiar, por supervivencia. Urge tocar un himno a alegría,
con efectividad y en suelo firme.
::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Extraordinario analisis, R.Maria Artal. Ni mas claro ni mas acertado. Ni mas dulce ni mas salado. En su punto como la mejor cocina. La verdad sin envoltorios. Gracias!
No hay comentarios:
Publicar un comentario