Qué conmovedor es el desvelo de un padre por su hija empantanada en afanes negociantes...¿Qué padre maravilloso no prestaría a su retoña y esposo rijoso, sin oficio y con mucho beneficio, un millón doscientos mil euritos de nada para comprarse el apartamento-chaletazo de emancipación familiar en el barrio más chic y carísimo de Barcelona? Pues todos los padres del mundo mundial, excepto los que cobran 400 euros al mes por trabajar doce o quince horas diarias, o sea, pagando por trabajar y no perder el último centímetro cúbico de dignidad que les queda; sí, aunque hace años fuesen ingenieros industriales muy bien pagados, que se compraron una casa estupenda pensando que la pagarían en 30 años y ahora viven, a los cincuentaytantos, sin que ninguna empresa le quiera contratar, de alquiler social en un pisito ruinoso de 30 metros cuadrados en Carabanchel Bajo o en Orcasitas, y porque la PAH les ayudó a no quedarse en la calle...
Y es que no todos los padres del mundo mundial han podido desarrollar un carrerón trepador de tal laya, sin necesidad de hacer ninguna carrera concreta sino leyendo sólo titulares de la prensa rosa y posando para ella, con remuneración, of course...escalando y rampando desde la ruina familiar dinástica de origen, hasta convertirse en herederos de corona dictatorial que pasito a paso desemboca en tapadera institucional de la corrupción más desvergonzada que imaginarse pueda. Véla ahí. Y toma castaña, que el que no curra, rebaña.
Ahora, razonando un poco, a lo Sancho Panza, por aquello del paisanaje, me pregunto en esta Ínsula-península nada Barataria, sino carísimaria y ruinosa a tutiplén: ¿cómo es posible en un trabajo decente y sin basuras acumulativas de corrupción, apilar pasta a montonera con tal obscenidad y mal gusto ético, como para dar esas propinas paternofiliales tal que fuesen rosquilletas? Está claro que las propinas y ayuditas para lujos no se dan si no se dispone de mucho más montante. Ya se sabe que los sueldos de los reyes son potentes, pero esos sueldos se deben gastar en pagarse los boatos, viajes, excursiones esquiadoras, cacerías de especies protegidas, caprichos carísimos, invitación de familiares de luxe, como ellos, regalos de postín y sustento de amantes/as, palacios en uso y abuso, estudios y colegios de los hijos, sueldos de la lacayería personalizada, bodorrios, saraos, motos y coches a capricho, veleros bribones, veraneos y escarceos, vestuario rutilante y fastuoso, más las operaciones quirúrgicas con arreglos de chapa y pintura de las augustas carrocerías perjudicadas y para apañarse los reales estragos de una vida tan sacrificada al servicio patriótico del propio glamour y francachela institucional, que hay que ver como desgasta el oficio mucho más viejo del mundo...
Y al preguntarse una misma, siempre hay respuesta quieras que no: la realidad de la realeza canta la Traviata, la Boheme, Rigoletto y Nabucco, como mínimo. Un derroche de canto, de frente y en escorzo. Lo mires como lo mires, la real mugre se desborda implacable y contundente. Como la verdad. Y abofetea sin miramiento alguno a la ciudadanía anonadada por el abuso y sofocadísíma por la pernada medieval del último rey-pantomima, que ni siquiera sabe que esa pernada no es un derecho sino una desvergüenza incalificable y, si se apura, un delito de prevaricación alevosa y de chanchullo anacrónico en el siglo XXI. Máxime, cuando a este incatalogable Jefe de Estado, no se le ha visto todavía un sólo gesto que ayude a desmantelar la corruptilandia celtibérica. Sólo la boutade del crisma navideño-televisivo, con su particular elegancia verbal: "La justicia es igual para todos", ese chiste del que todavía se debe estar partiendo de risa mayestática.
Y una se sigue preguntando si un Jefe de Estado no dice ni pío ni mueve un meñique para que este estado de penuria social se enderece y cambie a normalidad democrática y justa, ¿no será porque es tonto y no se entera o no será porque está pringado hasta las cachas y pillado en el mismo enjuague, y por eso está tan callado y tiene el mismo empuje activo que los bloques de cemento gibraltareños sobre los bancos de pesca? Por ambos motivos debe irse, por lo menos con la dignidad de reconocer sus fechorías por exceso y por defecto. Como gerente de una dinastía-chapapote ya ha ejercido lo suficiente como para dejar muy clara la necesidad de una Tercera República Democrática Española. Y que no nos vendan la cabra con que el hijo es otra cosa, porque es imposible que una persona nacida y criada en una jaula de oro, con un lavado cerebral diario durante cuarenta y cinco años, pueda ser distinto de lo que ya ha asimilado, metabolizado y convertido en su propia sustancia.
Por eso Letizia Ortiz, que es plebeya por la gracia de Dios y por fortuna para su equilibrio y bienestar psicoemocional, se les escapa del bunker en cuanto puede y necesita salir a respirar cada vez con más frecuencia e intensidad. Casi boqueando para no ahogarse en efluvios tóxicos, una vez redescompuesta por una metamorfosis que ha cambiado su cuerpo, pero no ha conseguido anestesiar su inteligencia de periodista vocacional y todo terreno. Las lenguas viperinas la acusan de trepa por haberse casado con el heredero de caspilandia, pero aunque eso fuese cierto en su día, ahora, seguramente, despierta por los bofetones atroces de lo inocultable, ha derivado en un impulso de supervivencia y sálvese quién pueda. Y ahí anda, pagando el impuesto princesil en el cuento de hadas y ogros. De príncipe azul aparente y de dinastía Srek real. Vaya tela, con el cuento y los cuentistas que lo protagonizan y lo gestionan.
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