Me lo habían comentado y pensé que era un bulo. Pero hoy me lo han confirmado los colaboradores de un banco de alimentos de un barrio valenciano: Mercadona, ese ejemplo de empresa maravillosa, sólo da comida a las asociaciones católicas; cada día tira a la basura una buena cantidad de alimentos perecederos que solían aprovechar los parados sin subsidio y desahuciados sin recursos. En vista de que sus residuos daban de comer a los más abandonados que no alcanzan a pensar como católicos mendicantes y por eso rebañan los contenedores, Mercadona, la empresa ejemplar, baña en lejía los productos comestibles que tira a la basura para que no se los puedan comer esa caterva de indigentes tan feos, tan pobres y tan escoria, que no merecen siquiera unas acelgas o unas frutas que nadie va a comprar.
Ya sabemos que Roig, el dueño del emporio Mercadona, no compra naranjas a sus paisanos, sino en Marruecos que le salen a precio de esclavos; que no compra aceitunas ni aceite de oliva español, porque lo trae de Marruecos también al mismo precio de la misma esclavitud. Que ha engañado y timado a los huertanos de Moncada, Carpesa y Poble Nou, apalabrando las cosechas a un precio y luego presionando para pagarlas al mismo salario de la miseria muy por debajo del contratado, hasta el punto de que los productores tendrían que pagar por vendérselas. Ahora riza el rizo de lo inhumano y además envenena los desperdicios que tiran sus tiendas a la basura, para que los pobres no se los coman, y que si les fallase el olfato, se envenenen con su rancho de miseria.
Lo pagarán muy caro. Mucho más de lo que se imaginan. En este país no hay justicia ni vergüenza pero sí que hay una balanza universal, con la que la vida y el tiempo devuelven a cada uno el resultado de sus actos y omisiones. Y Roig y los que hacen como él y los que legislan para que esta barbarie se ensañe con los seres humanos, no se van a ir de rositas. Y así será.
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