martes, 24 de septiembre de 2013

La cuestión alemana no lo es todo, afortunadamente.

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Los caminos que andaremos

EL PAÍS
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Algo que sucede en el fenómeno alemán es lo contrario de lo que pasa en el gobierno español. Aquí el gobierno dice que hemos salido de la recesión y que el empleo crece porque este verano se han contratado 31 camareros de más. El gobierno delira con la visión Hallo Kitty de su economía, pero los españoles lo que comprobamos es justo el revés de esos sueños fantasiosos y falaces. La bancapiraña, que no rota sino rompedora de personas, y la debacle en todo. 
Por el contrario, en Alemania el gobierno es siempre pesimista en sus cálculos no alienta ilusiones vanas. Es algo que impacta, ese realismo seco y hasta duro. Los periódicos y noticias hablan de los problemas que hay que resolver, se habla siempre de reciclar, se aprovecha todo, de prevenir antes que curar. 
Por ejemplo, si se gasta poco en infrestructuras, no se nota en el día día, porque se emplea el dinero en reparar y conservar en vez de renovar con tanta alegría como aquí. Los trenes son mucho menos fashion que en España, pero son comodísimos, superlimpios, rápidos y puntuales. Las vías se revisan continuamente. Hacen su servicio con mucho menos gasto en compras de AVES que nadie se puede pagar, como sucede aquí, y no se quitan las líneas férreas que comunican pueblos pequeños con las ciudades, porque el tren se prefiere al uso del coche y eso que allí la gasolina es más barata que aquí. Para el uso del tren los ayuntamientos disponen de autobuses interurbanos en los que el billete de tren paga el viaje del autobús. El transporte público es lo natural, auque se tenga coche. La educación hace que se valore más la calidad de vida y la ecología limpia que la comodidad de cada uno. Allí el transporte en tren no es barato, pero hay ayudas y ofertas especiales que te dejan el precio en la mitad. Usted puede comprar un billete de Freiburg a Colonia por ochenta euros, pero si tiene un bono de viajes, le sale por noventa euros ida y vuelta. Y el día en que viaja usted puede usar todo tipo de transporte público que necesite con sólo mostrar el billete de tren.
Los ayuntamientos de pueblos pequeños que se comunican sólo por autobús, disponen de un servicio de taxi municipal, que en caso de urgencia subvenciona a medias el ayuntamiento con el ciudadano si no dispone de coche, y para uso normal, como es un coche de nueve plazas, los ciudadanos lo piden el día antes de su viaje, van a la ciudad, hacen sus gestiones o compras o consultas médicas en hospitales y a las 12, se reúnen en el punto que han acordado entre todos con el conductor. Que no es un punto fijo sino el que quede más equidistante y cómodo para los pasajeros, que cooperan con un euro por el viaje de ida y vuelta para redondear el sueldo municipal del taxista.  

Para los alemanes el tema minijob no es tan dramático como para nosotros. Se puede ser locutora de radio y los fines de semana trabajar en un kiosco de prensa o matrona y profesora de yoga, o intérprete y fontanero y nadie pone el grito en el cielo. Es curioso, pero ellos lo viven con una naturalidad sin aspavientos que impresiona. Cuando ven que una cosa es inevitable, procuran sacarle el máximo de adaptación y de provecho. En cuanto a los parados de larga duración no existen porque el gobierno no lo permite. Los parados reciben el subsidio mientras no tengan oportunidad de trabajar, pero eso se acaba pronto porque el Estado ofrece constantemente trabajo y mientras se cobra el subsidio hay inspecciones frecuentes e inesperadas de las casas de los parados para comprobar, con un registro exahustivo que su consumo no supera sus capacidades adquisitivas. Al menos en las zonas de Baden-Würtemburg  y la Renania -Westfalia,  en las regiones donde  más tiempo he vivido, si el trabajo que se realiza no llega la mínimo de los 900 euros básicos, el Estado pone el resto o proporciona otro trabajo. Si el parado recibe una oferta de trabajo y la rechaza, pierde  el subsidio. Así que nadie se atreve a mentir ni a abusar. Y además en la mentalidad alemana, por educación, no hay tendencia general al fraude. El bien común tiene más peso y es más válido para ellos que la trampa miserable del engaño como picaresca social. Eso no significa que no haya sociópatas y sinvergüenzas, imagino que los hay como en todas partes, pero yo, afortunadamente no he me encontrado a ninguno, ni nadie de allí me ha contado que los conozca personalmente. 

Es obvio que consultando información económica y datos se pueden descubrir montones de fallos gordos en el aparato gestor de los alemanes, todo lo que funciona disfunciona por algún lado, pero la repercusión de esos fallos e irregularidades en el conjunto social no tienen ni por asomo el dramatismo, la transcendencia ni la gravedad que en España. Son fallos de la estructura rutinaria de la inercia, pero no de la ética y ni de la honestidad personal. En cuanto se ven como fallos, se cambia, se dimite, se repara. Hay en las instituciones un respeto total por el ciudadano. Se le escucha. Se le atiende con toda atención. Tal vez sin sonrisitas hipócritas, pero con toda la eficacia posible. Allí, como en Francia, el ciudadano es la base y no el vivales que explota al Estado porque da por sentado que el Estado le explota a él y ya se sabe que a veces cuando piensa el ladrón que todos son de su condición, va y resulta que es verdad. No es el caso de alemán. Allí el ciudadano es el Estado y todos lo saben y lo practican con bastante coherencia.

Tal vez sea porque los ciudadanos alemanes tienen muchos más recursos y capacidades despiertas que nosotros gracias a una educación que forma por el ejemplo y no sólo informa en la teoría. Usted ve que un niño de cuatro años alemán con toda naturalidad lleva en su cartera las llaves de casa, que está en la misma calle de la escuela. Usted no ve autobuses llenos de niños por todas partes. Las escuelas están en el barrio. Y la bicicleta es como los zapatos: imprescindible, con carriles bici de un solo sentido, como las vías de tráfico. Y se va en bici llueva o nieve hasta con carritos impermeabilizados para llevar a los niños y la compra. Los bosques se limpian. Por eso no se queman. Por eso hay muchos bosques en tan buen estado y, en consecuencia, llueve más. 

Si usted va a tener un hijo, la sanidad pública le facilita una atención en casa antes del parto y sesiones de preparación al parto y de adaptación al postparto y lactancia, con relajación, yoga y hasta reflexoterapia a domicilio. Paritorios en hospitales públicos donde se puede elegir entre parir en el agua o en cuclillas o tumbada en diversas hamacas-camilla que facilitan el parto y el trabajo de las matronas.
Si usted tiene hijos pequeños o un enfermo dependiente en casa, el trabajo no será un obstáculo para atenderlo, porque el horario lo flexibiliza usted mism@, ya que padre y madre gozan del mismo derecho a la vez y el estado les pagará, además, si hay varios niños o familiares dependientes, una persona que les ayude en esa labor.

Cuando usted se cambia los muebles, electrodomésticos u objetos decorativos, vajillas, menaje, que están en buen uso, pero que ya no necesita los lleva a un depósito público, donde gratuitamente se pueden recoger y reutilizar por otras personas sin ningún complejo de pobres. Nadie tira nada. Y tampoco verán papeleras por la calle, cada uno se responsabiliza de sus desechos, los guarda en el bolsillo o en el bolso y los tira en casa. Y no hay guardias poniendo multas. Simplemente, no hay infracciones y si alguien actúa mal, los mismos ciudadanos que se cruzan con él le obligan amablemente a que repare el entuerto. 
El país entero está lleno de granjas, de huertas ecológicas y de mercados al aire libre en las plazas de la catedral o del ayuntamiento. No he visto ningún mercado municipal a techo cubierto. Cada vendedor pone y quita su puesto y dejan las plazas como si no hubiese habido mercado de verduras, frutas, pan, quesos, dulces, mermeladas etc... Los agricultores y el comprador se entienden sin intermediarios. Por eso el precio en los supermercados no es elevado sino razonable y competitivo con la venta directa, además de que también compran producto nacional junto al importado. Tienen la obligación de poner junto al producto su origen: tomates de España, lechuga de Italia, berenjenas de Portugal, calabacines de Grecia, etc...patatas, cebollas, manzanas o coles del país y de la región.

El buen funcionamiento de Alemania, por fortuna para los alemanes, no depende de su gobierno solamente, creo que Alemania seguiría funcionando perfectamente sin gobierno alguno. Ellos, en sus casas, pueblos, barrios, ciudades y comunidades de vecinos se gobiernan de maravilla, así que lo demás fluye a la par. No en vano Kant y su ética con el imperativo categórico como definición y hallazgo, nacieron y trabajaron arduamente en Könisgberg.
Los gobiernos son el espejo de los ciudadanos. De una ciudadanía ética y bien organizada en sí misma nunca pueden salir gobiernos caóticos. 
Cuando Hitler tomó el poder en las urnas fue porque Alemania era un caos miserable a causa del Tratado de Versailles. Como en España fue la miseria material de muchos y la miseria moral de unos pocos contra los muchos, los que provocaron la guerra civil. Las situaciones extremas de opresión y desastre llevan al terror y a los genocidios. A la pérdida o a la anestesia del alma y la conciencia de los pueblos. Por eso al final de la II Guerra Mundial, no se reprimió a Alemania, se ayudó a que bajo el control de la cooperación y la vigilancia aliada, resurgiera de sus cenizas. Y lo hizo con sufrimiento, pobreza y sentido enorme de culpabilidad. Será por esa justa catarsis por lo que ahora es tan civilizada y tan autónoma. Tan sencilla, inteligente y fácil para vivir. Tomó conciencia mayoritariamente de sus fallos garrafales, fue juzgada y condenada. Necesariamente humillada. Tuvo que empezar de cero. Y fue tan inteligente que aprendió para siempre la gran lección de su historia. El nazismo fue erradicado sobre todo del inconsciente colectivo, del corazón y del código ético de los alemanes, en un proceso admirable de superación de lo peor de sí mismos, su sombra más siniestra que se reveló en el totalitarismo asesino de los nazis, como en España se reveló en la dictadura. 
Un gran paso evolutivo que la vida recompensa con un bienestar profundo que se materializa en la forma de vida y de comportarse socialmente.

En España en cambio es como si nunca hubiese pasado nada. Los vencedores por la fuerza se apoderaron irracionalmente de todas las razones. Vencieron, no convencieron pero, ayudados por la iglesia católica, la gran ramera que describe Juan el evangelista, sometieron y tiranizaron hasta hacer que el sometimiento y la tiranía fuesen lo más natural del mundo. Y ahora lo estamos pagando bien caro. Porque esa lacra sin superar no nos permite reconocernos en todo lo que somos ni aceptar la necesidad de un cambio fuerte evolutivo. Ni ser los protagonistas de nuestra historia sin esperar salvadores de pacotilla tan despistados como todos y con la misma tarea pendiente. Por eso el 15M ha abierto brecha en esa muralla granítica de la resignación y del escepticismo del miedo.

Por todo ese ejemplo no deberíamos perder la esperanza. Nuestra crisis es muy grave, pero podemos resurgir de las cenizas con ánimo e independencia, aumentando nuestra solidaridad y nuestros recursos personales que no son cuestión de dinero sino de habilidad y de talento. Entonces veremos que el dinero no es la base del buen funcionamiento, sólo una herramienta, porque la base somos nosotros. Y de ciudadanos así de conscientes y responsables, éticos y lúcidos sólo pueden surgir los gestores más adecuados y deseables. Los defectos, que debe haberlos por mero equilibrio, se mejoran y pueden convertirse en virtudes maravillosas. 

Para empezar podríamos dejar de mirar a los demás como enemigos a abatir, como gente horrible que debe desaparecer del mapa porque nos fastidia y no hace las cosas como nosotros.  O porque no la conocemos y la juzgamos sin más. Y tratar de comprender y de aprender lo que no sabemos; si supiésemos tanto como imaginamos saber,  no estaríamos como estamos. Y si nuestro tiempo lo perdemos en mirar con lupa para sacar fallos a los demás nos perderemos la oportunidad de descubrir los nuestros y mejorarlos. Cuando miremos a los demás, que sea, si puede ser, para aprender lo que nos falta descubrir y cultivar. 

Con inteligencia emocional bien dispuesta, consciencia y pericia ni todos los magnates del mundo juntos podrán hacer mella en nuestro trabajo, economía y derechos. A sus exigencias responderemos con nuestra creatividad y nuestra libertad. A sus injusticias con una ética inquebrantable. En el potencial que tenemos dentro no manda nadie. Y si lo juntamos y lo ponemos en marcha menos aún. 

Sí se puede.

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