domingo, 8 de septiembre de 2013

El pplof olímpico de la marca "Eshpaña"


España: “Esto es un juego político de alto nivel que no sabemos jugar”

Carlos E. Cué Buenos Aires 
El calado político del voto de los miembros del COI se repite en las reacciones del entorno a Rajoy y del entorno de la corona.
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A qué maravillosas alturas ha trepado la excelencia ppera, qué nivelón habrá escalado esa imperturbabilidad rajoyana, ese feeling con los USA, esa admiración de Obama por el talento marianil, ese glamour que emana de este primer ministro putativo y surrealista de las Islas Salomón, que el COI ha preferido asumir el posible riesgo de la contaminación radiactiva japonesa antes que asumir el peligro "ehpañóh" asegurado del brazo en alto, el eructo político y la resaca quincallera de una  excrecencia neofranquista, retrógrada, indecente y anacrónica. La marca "Eshpaña" está convirtiendo España en la réplica de la Cuba de Batista, de la Nicaragua de los Somoza y del Haití de "papá" Doc. El COI no consiguió encajar el olimpismo de Gallardón en su día glorioso y deslumbrante y ahora tampoco ha logrado superar el listón de Ana Botella. Y es que es mucho más difícil y complicado superar los listones cuando andan por los planos underground. Saltar hacia arriba es la aspiración normal de los atletas y de la inteligencia en general, pero saltar hacia abajo para hundirse con el hundidor, no se le ocurre ni al que asó la manteca. Sólo al pp. 

Madrid y Estambul son imponderables olímpicos e imposibles metafísicos para eventos semejantes; Estambul porque tiene la guerra ya dibujada en el vestíbulo del porche Sur y no es plan hacer olimpiadas sobre los escombros que EEUU ya tiene visualizados en la zona para 2020. Madrid ya es un escombro económico, social y político sin necesidad de tener un Bassar -al -Assad armado de gases mortíferos. Le basta con un pp gobernando como diosh manda.

No sólo con armas se matan países, hay genocidios económicos, sociales, psicológicos y morales, en plan gotero, que son mil veces peores. De una guerra física se sale tarde o temprano, se reconstruye todo otra vez pero en mejores condiciones y los pueblos se recuperan con trabajo, unidad frente al desastre y solidaridad. Pero los genocidios silenciosos que matan el alma y la conciencia, que empastran las mentes y las voluntades con mugre histórica acumulada durante siglos, caspa hipócrita y "piadosa" de origen idiopático y convertida en padecimiento crónico son insuperables e inextirpables en plazos cortos. Son un cáncer suicida, como todos los cánceres, cada elemento va a su bola, crece a su aire y según su bulimia y su cabezonería, comen y comen hasta que revientan por sí mismos y contagiando a los otros, metastaseándose en su narcisismo incontenible, hasta que por fin... ¡lo logra!: mata el cuerpo social del que se ha nutrido hasta el fin de todo, incluido, por supuesto,  el suyo propio.

Lo peor de todo es que esos parches ad infinitum de la ignominia no se detectan como patología, sino como "soluciones" quimioterapéuticas y radiológicas, tóxicas y tan letales como la propia enfermedad, porque se asumen hasta como virtud, patriotismo, ideología y funcionamiento "natural" y "legal". Ya  forman parte de la misma masa contaminada por levaduras infectas. No hay otro remedio que reamasar con otras harinas  nuevas y sanas y con levadura madre sacada de esas harinas limpias, y  hecha en casa con mucha paciencia artesana. Sin aditivos ni gluta-mato sádico, ni conservantes rancios, ni colorantes rojigualdos ni mejunjes entronizados por la ignorancia de los panaderos en Babia.
Habrá que amasar con las manos limpias del amor y de la empatía. De las cosas bien hechas de verdad en la artesa del bien común. Del respeto verdadero y de la transparencia de la verdad por encima de los chanchullos y los ridículos todopoderosos, como los de El Otoño del patriarca, por ejemplo, que siempre acaban, como en la novela de Gª Márquez, con el útimo baño de mierda soberana.

También habrá que aprender a tener encendido el horno de la inteligencia y de la honestidad y de los sentimientos humanos  a temperaturas incompatibles con las masas de poca monta ética y contaminadas de hongos ensobrados, de bacterias "legales" pero ilegítimas e ilícitas. Y eso, como Zamora,no se gana en una hora. Ni en una legislatura ni en doscientas, si los legisladores pertenecen al mismo amasado que envenena y desactiva la hogaza de la sociedad, mientras la devora en un ataque de autofagia porque a la sociedad no le suenan las alarmas; y si le suenan no las oye; como la Bella Durmiente, está completamente catatónica y sobando el sueño de los estultos, de los cretinos habituados a la cretinez como estilo de vida, quiero decir. Y cuando la cretinez, que puede ser un estado transitorio de duermevela, penetra en los genes se convierte definitivamente en cretinismo, que es una enfermedad hereditaria, o sea, que no se nota en familia, por el hábito continuo, sino sólo saliendo del bucle endogámico y viendo que hay personas, grupos y países que no presentan su mismo síndrome porque se alimentan con sustancias portadoras de otros elementos, como el yodo, en ese caso. Y entonces se dan cuenta de que no es un mundo mal hecho el que está contra ellos que, para sí mismos,  son la única perfección absoluta conocen, sino que los raros son precisamente ellos, mal nutridos e ineficaces, con los que nadie puede contar porque son más un estorbo y un peso muerto que una ayuda y una fuerza viva. Es nuestro caso.

Seamos honestos y dejemos los cantos de sirena en su mundo ilusorio. Hagamos como Ulises: tapones en los oídos y la mala baba, el miedo, la envidia, la ira, la violencia y la intolerancia hacia los distintos, atadas y bien atadas al palo mayor, si es que queremos que la nave llegue a Ítaca sin más rodeos desastrosos.

Por fuerza, si queremos salir de ésta para no volver más a lo mismo, habrá que ver y analizar el porqué de tanto revés, de tanto fracaso, de tanta pérdida de credibilidad. De tanta cerrazón y de tanta zahurda emppresarial disfrazada de institución. No es problema de los "otros", es problema nuestro. De cada uno. Somos raros, tan desorganizados por dentro como por fuera, embarullados mentalmente, ciegos voluntarios para no ver lo que hay aunque lo tengamos delante, si no nos afecta de inmediato al bolsillo o a la seguridad, y hay que admitirlo. Lo mismo para gobernar que para ser gobernados. Y no somos los "raros" porque somos la releche, ni la crème de la crème sino porque somos un desastre. Reaccionamos desastrosamente. Los resultados están ahí. Todos los ven menos nosotros. Y cuando los vemos los achacamos a los gobiernos pésimos que hemos elegido porque nos parecieron estupendos, a pesar de que mientras fueron oposición robaron, se corrompieron, cohecharon y prevaricaron, calumniaron y desprestigiaron instituciones, democracia, leyes, tribunales, bancos, etc, etc, etc. La prensa lo contó, la Justicia lo persiguió y salió derrotada por esa misma delincuencia  que trataba de investigar, y a pesar de todo eso, se les votó, aunque la mayoría real y enfadadísima, que vio lo que pasaba se abstuvo de votar para no contaminarse con otras opciones que, según dice la misma propaganda enfangadora, "son todas iguales". Los espacios que la luz no llena los invade la oscuridad. Los espacios que no se limpian, se despejan y ventilan con frecuencia los llenan el polvo, los ácaros, las pelusas, los insectos y la basura. Es nuestro caso. El espacio político que no ocupa el voto de los que piensan con ética, lo llenan los votos de los autómatas y de las minorías fanáticas, que así se convierten en una virtual y representativa mayoría absoluta,  devoradora del patrimonio público a favor de sus bolsillos.

Para los gobiernos incapaces y traidores a la voluntad de la ciudadanía, la culpa es de los ciudadanos. Y por desgracia, aciertan. Porque es de los votantes de los que depende la última palabra en las urnas y también las insustituibles palanca y  polea del trabajo, la más potente fuerza que hace a las naciones prósperas, justas y útiles. Luego, machacando y arruinando a los que aportan la fuerza del trabajo, no es posible que nada funcione. La UE ha dicho: hay que recortar en gastos que no producen beneficios. Y el pp, en vez de recortarse a sí mismo y sus semejantes, que no producen nada más que problemas, confusión y miseria, para enriquecerse a sí mismos, va y recorta, justo, a la gallina que ponía los huevos de oro: a los trabajadores y sus derechos fundamentales. Los créditos a las PYMEs, a las empresas familiares, a los proyectos nuevos que abren puertas a la producción y a la exportación, a la contratación. A la producción de riqueza. Todo al revés. Por eso Europa no entiende a Rajoy ni comprende porqué los españoles soportan algo tan vergonzante y escandaloso sin paralizar el País de una vez por todas. Sólo hay noticias de España sobre el desastre ppero.

Unas olimpiadas, aunque no lo parezca, son un premio mundial, a través de los comités olímpicos de este mundo -paticorto, sí, pero atento a lo admirable para aprender de ello-, concedido a países que demuestran evolución y crecimiento, sobre todo en civismo, en respeto a los derechos humanos y en buena voluntad. Países que intentan ser decentes y en los que se puede confiar. En esta Eshpaña  convertida en Pepelandia, no hay nada que rascar en esos planos. Ese trust del absurdo se ha cargado los frutos de la democracia -imperfecta, sí, pero mejorable- y mejor que la dictadura solapada en la que tratamos de no hundirnos del todo buscando los bordes del manto de la Justicia y los Derechos y Deberes; el pp la está desguazando para venderla a cambio de sobres, la está amordazando y metiendo en una jaula para que recite como un loro amaestrado mantras pseudo políticos y pseudo cívicos, pero amorales y sin contenido real;  y pocos  españoles, que salen a la calle con enfado, de momento, no se atreven a más. A desobedecer leyes inhumanas y depredadoras.
Se tuercen gesto y dialéctica, pero se obedece y se evita denunciar la barbarie seriamente, como anoche el juez Bermúdez en la 6ª. Una de cal y otra de arena, esperando que el tiempo haga lo que los ciudadanos y los pilares de la justicia y la legitimidad no hacen. Es una falacia, el tiempo sólo prolonga lo que los hombres hacen, no hacen o dejan a medias. El tiempo es la prueba del nueve de lo auténtico. De lo fundante e indestructible o la denuncia de la mentira que lo intenta falsear. Es el notario cronológico y el testigo de la verdad. No sustituye las responsabilidades por el ritmo de las agujas del reloj.

Sin gestores se puede vivir, el dinero puede dejar de existir y ya inventaremos o retomaremos otro símbolo de trueque, pero sin trabajadores ni trabajo y sin justicia distributiva nada funciona. Nada se puede conseguir.

Cuando la "gestión" del Estado se convierte en una multinacional del  fraude y el ppartido que la representa es la emppresa experta en auto-reparto de sobres,  el Estado deriva en un estercolero social, porque ese modo de gobernar desde la nada ha podrido los cimientos  estatales con una red mafiosa de clientelismo. En tal caso, que es el de la "marca" Eshpaña, tendría que estar el COI completamente idiota para querer unas olimpiadas organizadas por el brazo en alto y corrupto de Al Capone, en versión Torrente-Cottolengo, dispuesto a hacer la guerra política a Inglaterra como distracción y cortina de humo, a ver si evita así que la UE y los españoles no descubran su espantoso vacío de todo, menos de dinero sucio;  sólo por defender su trama mafiosa. Ni más ni menos.

Unos juegos olímpicos se merecen otro marco donde los participantes no se ahoguen contaminados en una ciudad cuya alcaldesa, cuando el cielo se hace sólido y ni se ve,  en un día despejado de nubes y la gente no puede respirar, dice que no es para tanto y que ella está la mar de bien encerrada en el invernadero del Ayuntamiento y llevada y traída a su casa en un coche blindado.
Los atletas no merecen hacer las pruebas deportivas con mascarilla ni oler el efluvio pestilente que deja por todas partes la corrupción. El COI lo sabe y actúa en consecuencia.  Este rechazo es un alivio para los españoles de bien. Sólo un gobierno de insensatos, que están acabando con España con su depredación, qu que no une efectos con causas, puede pensar que ese tipo de gestión sucia ni se ve ni se siente. La inmundicia moral también crea un aura que repele y la energía, bien o mal usada, no tiene fronteras. Se "ve" y se "siente" aunque no se quiera admitir.

Los inventores de la "marca" de marras deberían comprender que si se prefiere la vecindad de Fukushima a la del pp, (porque las olimpidas de Barcelona no las gestionaron ellos, evidentemente) algo muy grave debe ocurrir en Génova y en su (corta)circuitos democráticos. Una Eshpaña corta, cenutria, que no sólo es incapaz de deshacerse de una emppresa que es una asociación prevaricadora con muchos años a cuestas, que aspira al poder, como Berlusconi, tan sólo para hacerse un código "legal" a la medida de su bajeza ética, de su irresponsabilidad enjuagadora, de su latrocinio a saco y su cinismo corrupto, sino que sabiendo como las gasta, le vota en masa, para más inri, mientras la otra sección del desencanto les deja puesto el manos libres, por contrato de cuatro años, pase lo que pase, es un país absolutamente indigno de relieve y responsabilidades internacionales, como son unos juegos olímpicos.
Con ese estro tramposo se han ganado medallas con dopaje a tutiplén y alguna que otra atleta es personaje activo del "ppartido". Ya se pueda dar el pp con un canto en los dientes si todavía permiten a los equipos españoles participar sin que les hagan un chequeo a fondo antes de ir a Tokio o Brasil y que no veten a Eshpaña como en la época del caudillo. Cuando, igual que ahora, hicimos oposiciones a culo del mundo. ¿Qué coincidencias, verdad? A lo peor es cosa del mismo "contubernio judeomasónico adicto al liberalismo y a la democracia, que son los enemigos más grandes de la patria", como enseñaba en aquellos años de pesadilla el libro verde de Falange, "Formación Política del Espíritu Nacional."

Es preocupante que hayan rebrotado los mismos síntomas: Gibraltarismo exaltado para jugar al calamar y a la tinta con que tapar los escándalos y sus tentáculos, desprecio público por parte de las instituciones mundiales con un ninguneo sin comentarios, más caritativo que otra cosa...Brazos en alto y cantos del cara al sol en las verbenas de pueblecitos genoveses por ósmosis, con una diferencia patética: entonces se cantaba a la fuerza en la plaza del pueblo o delante de la catedral capitalina, izando la bandera en las fiestas patronales y con la Guardia Civil apuntando por detrás con el mosquetón por si los brazos se cansaban y se iban bajando irreverentemente sin completar la liturgia patria, y ahora, lo cantan por hobby , una vocación troglodita y analfabeta cívica, para que la memoria histórica no se nos acabe borrando del todo.
En aquellos tiempos todos sabían que si no se cantaba aquel himno con el brazo lo más alto posible se entraba en el cupo de los sospechosos de disidencia y rebeldía y te podía pasar de todo: desde las purgas con ricino y el pelo al acero, como los interrogatorios a tortazo limpio, o más bien sucio y cruel, en el cuartelillo y/o la comisaría, la cárcel sin venir a cuento y la marginación.

Hoy, con una tontuna épica apabullante, se canta para recuperar aquel pasado atroz y desfigurado por el miedo y el olvido nublado de los recuerdo de oídas. Quedamos aún algunos que mantenemos la filmación bastante exacta en la hemeroteca de lo vivido, visto y nunca olvidado. Hemos reculado, histórica y cívicamente, sesenta y cinco años de golpe. Y estamos en la deshibernación de Franco, Queipo de Llano, Ramiro Ledesma, Onésimo Redondo, los camaradas Girón de Velasco y  Blas Piñar. No está nada mal el record. Sólo que sin frigoríficos gloriosos en vitrina no sabríamos donde ponerlos y a ver qué hacemos con los descongelados y su estela...sin que la UE, la ONU, la OTAN y el COI y el Foering Office, se den por enterados con ese olor a fiambre descompuesto y a materia rancia de funeraria que lo flipas. Y no solo cosa física, sino sobre todo, repelús ético.

¿Será que la heroica transición, después de tanto bombo y platillo,  se nos quedó en pañales poco limpios, se nos encanijó por raquitismo, dejó de crecer y se apolilló y ahora no la reconoce ni su padre que debería ser el Estado de Derecho y no el padrastrón del negocio retorcido,  subrogado, simulado y deferido de corte cospedaliano-rajoyés?

Esto huele a que algo importante se nos escapó en medio del entusiasmo entre temeroso y desmadrado de aquel colocón de democracia neófita. Ansioso y atropellao. Rimbombante y verbenero. Sí, debió ser el futuro. Eso va a ser... Porque después de la euforia y de los sueldos de los parlamentarios y de los partidos y de los sindicatos y del concordato anómalo de un estado laico y aconfesional tributante de un estado religioso, pues se ve que se perdió el oremus y todavía no da señales de que vaya a volver. Lo peor es que parece que nadie lo echa de menos hasta que lo dejan en bolingas los agentes del desguace. Y eso quiere decir que de transición más bien poco. Que socialmente estamos acomodados a lo de siempre: a ser súbditos en vez de ciudadanos, a ser esclavos de aquellos a los que mantenemos, como si no hubiesen existido un Voltaire, un Rousseau, un Kant, un Diderot, un Hegel, un Larra, un Jovellanos, una revolución ilustrada en la mente de Europa, un Karl Marx, un Engels, un Togliatti, un Garibaldi, un Pablo Iglesias, un Gaudí, un Ortega y Gasset, un Valle Inclán, un Machado (Antonio), un Miguel Hernández, un Federico García Lorca con su tartana a cuestas currándose la cultura de un pueblo machacado, hambriento e ignorante, sometido y letárgico, y hasta un J. Antonio Primo de Rivera, que a su aire, y a resultas del toatlitarismo nazi e italiano, se despojó de la toga de abogado, calzó las alpargatas, el mono azul y se acabó creyendo la metáfora de Schiller que Beethoven musicó en su novena sinfonía; ese cuanto idealista del destino en las estrellas y la inifinitud poética del alma humana y se jugó el pellejo sin ceder a la tentación del franquismo, viendo la que le iba a caer y siendo un pijo por tradición familiar y marqués por herencia. Hasta perderlo todo, incluso el pellejo, por decreto de su seguidor e imitador y deformador ferviente. El caudillo de las medallas, los palios  y de pesadillas. Dicen que no hay peor enemigo que el mediocre que  admira e imita a quienes le superan con creces, aunque sea en imaginación creativa, porque acaba siendo presa de la envidia y de la ambición y queriendo sustituir al objeto de sus envidias, reproduciendo sus cualidades en material de pésima calidad, que en el copiante resultan tan ridículas como notoriamente falsas y protésicas.

Es una pena que la transición no se haya dedicado a explicar la Historia de España con honestidad y transparencia, y que en estos casi cuarenta años nos haya cundido tan poco en valores nuevos ni en cambio verdadero. Ahora se ve la realidad; la misma ignorancia de entonces, la misma garrulez de los bisabuelos, pero con ordenador, Iphon, tableta y el hackerismo como oficio. "Marca Eshpaña" como el sumum y la cima del ridículo. Ya que al parecer no lo vemos, al menos desde fuera nos ponen delante el scanner y el diagnóstico que en pleno ataque de hipocondría testaruda y chulería sin fundamento, hasta ahora casi nadie ha querido admitir.


Los enfermos que se creen sanísimos y ni se imaginan lo mal que están, son  los portadores de la enfermedad y de la desgracia. Del gafe como promoción y venta de productos, que más que marcas beneficiosas para su emppresa, son una lacra y una desgracia para todos. Una desgracia de dimensiones olímpicas.

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