jueves, 19 de septiembre de 2013

Ave, Oh Google, scripturi te salutant!

Muchas gracias, querido Google, por el tiempo en que me has prestado la animación gráfica, colorista y dinámica de este  blog. Ahora me he visto obligada a quitarla. No me atrae el modelo de fotos que combinas ahora entre las imágenes más hermosas, ni encontrarme con la lengua taladrada de una punkie y la bizquera de un saludo al que no me apetece corresponder. Es demasiado barroco e imperial para mi elemental franciscanismo estético. Te agradezco la oferta pero la demanda era otra. Yo sólo quería ver flores.

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La expresión lorem ipsum no significa nada. Para que tenga sentido hay que escribir lorum ipsum. Es un sustantivo neutro de la segunda declinación lorum-lori, que significa castigo o azote. Y el acusativo en -em es de la tercera declinación, ergo, la palabra declinada, en ese modo, no existe. O sea, es como si la hubiese escrito Chiquito de la Calzada en una de sus bromas lexicales: por ejemplo fistrum o comorm ipsum.
Cuando queráis repasamos un poco el Latín. O lo descubrimos, para los más jóvenes, víctimas inermes, -sin lorum-lori-, de la LOGSE. Cuando la biología etimológica de las palabras, que es su etimología y sustancia, se conoce, alimentan más y con ellas se crece mejor. El trabajo de amarlas, escudriñarlas y acariciarlas con la percepción y el estudio, y la humildad que requiere el estudio, la gimnasia de la inteligencia, nos afina mientras nos limpia los rincones más olvidados y espesos del alma, de la sensibilidad interna y de la consciencia. Algo que nunca logrará ninguna wikipedia. Informarse o copiar lo que dicen otros sin haberlo investigado, experimentado y contrastado, no equivale a formarse ni a crear nuevos parámetros del saber. Que no ocupa lugar, precisamente, porque no es un volumen ni una masa acumulables, sino como una luz que ilumina y despierta, como perfume que empapa por dentro, como un color que anima el paisaje de lo intangible, como una música y una poesía que se hacen canto con encanto. Una esencia. Un tantum quantum cualitativo.

A veces queriendo azotar a alguien se azota uno mismo...eso es lo que queríais expresar, ¿verdad, googuelitos? Tenéis razón. Hay tantos modos de azotarse como disposiciones de ánimo e intencionalidades. Y de todos ellos la ignorancia prepotente es el más estrepitoso, bullanguero y llamativo.

Un médico muy famoso y valorado se enamoró perdidamente de una de sus criadas y se casó con ella. Era analfabeta y nunca fue a la escuela. Cuando salían juntos, ella, bellísima, vestida con elegante sencillez y muy prudente, sólo escuchaba, permanecía en silencio y respondía a los saludos y preguntas de cortesía con una sonrisa encantadora, sin decir ni pío. El marido ante los amigos y conocidos la excusaba diciendo que era muy tímida. Así durante toda su vida adquirió fama de ser muy sabia, muy discreta y muy inteligente. Y realmente lo era. Conocía su deficiencia y prefería aprender y observar sin más.
No hay mejor prueba de inteligencia que conocer las propias limitaciones y abstenerse de exhibir como propio aquello  que no se tiene o no se conoce ni se comprende. La prueba definitiva de que no es necesario presumir de algo que ya forma parte de nuestra naturaleza es que todos  ven y  notan mucho mejor que uno mismo lo que irradiamos o lo que pretendemos exhibir sin que sea nuestro de verdad. Por eso dice la praxis popular: aunque una mona se vista de seda, mona es y mona se queda. Debajo de esa seda siempre habrá una mona. Porque el hábito no hace al monje y un burro cargado de libros en las alforjas siempre será burro transportista, no un doctor ni un maestro. O, dime de lo que alardeas y te diré de lo que careces. O es más sabio un ignorante que se sabe ignorante que el que está convencido de que lo sabe todo. Ese dicho eshpañóh tan chulesco como cretino: ¿Qué me vas a decir que yo no sepa? Es la contra-mayéutica de Sócrates. Y como el gallo de Morón: cacareando y sin plumas.

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