viernes, 13 de septiembre de 2013

David Torres, me gusta leerte y esta columna es perfecta. Gracias en nombre de la Literatura y su pedagogía de ida y vuelta


Literatura comparada

por David Torres

13 sep 2013

Uno se da cuenta de que se está haciendo mayor cuando se le van jubilando sus profesores. Hace unos meses me llamaron para decirme que dejaba los trastos de enseñar Paco Caudet, quien fue mi profesor de Literatura Comparada en la Universidad Autónoma de Madrid, y me pidieron un relato inédito para un libro homenaje que saldrá en breve. Con Paco nos dedicamos un año entero a estudiar cinco grandes novelas decimonónicas con protagonista femenina: Madame Bovary, Effie Briest, La Regenta, El primo Basilio y Anna Karenina. Junto a Paco viajamos en la calesa cerrada donde Emma y Leon consuman el adulterio más movido y elíptico de la literatura y descubrimos esa ley extraña por la cual detrás de toda gran mujer generalmente hay un don nadie. Alguien comentó que Anna Karenina no sabía si tirarse al tren o al maquinista y otro (a lo mejor fui yo) apuntó que el destino más triste de todas esa mujeres era el de Ana Ozores, despertada de un cuento de hadas con el beso de un sapo y condenada a vivir su viudez en vez de optar por el suicidio.
Poco después, por esas carambolas extrañas que nos regala la vida, me enteré de que Luis Blanco Vila, que se retiró hace ya algún tiempo de la docencia como catedrático de Literatura Comparada, acaba de dar a luz Literatura y existencia, un volumen que le ha llevado un cuarto de siglo de escritura y que es algo así como la recopilación de sus notas a lo largo y lo ancho de una vida entera dedicada a la enseñanza. Un libro fastuoso que va de Baudelaire a Saint-John Perse y de Dostoievsky a Rilke, un manual que se pierde y se encuentra a sí mismo a través de fascinantes meandros escandinavos y revolucionarios rusos. No he terminado aún de leerlo porque no es un libro en el sentido estricto del término sino un diálogo socrático, una serie de charlas, ensayos y digresiones, donde un señor muy sabio y muy cachondo interroga a sus alumnos y algunas veces aprende más de ellos que viceversa. Eso significa, al fin y al cabo, la literatura y por eso su estudio no es exactamente una ciencia: porque quien vive entre libros nunca deja de aprender. Sólo dicen que están vuelta de todo los que jamás han ido a ningún sitio.
La literatura comparada, en realidad, es una asignatura un tanto engañosa porque los grandes escritores, igual que los grandes profesores, son incomparables. A mí me pasa eso con Caudet y con Blanco Vila, que son absolutamente distintos y al mismo tiempo únicos, aunque si hay algo que comparten es el amor absoluto por los libros y la dedicación total al difícil arte de la pedagogía. A Blanco Vila no tuve el privilegio de tenerlo como profesor pero la vida me lo trajo en un golpe de mar gracias a su hijo Javier Blanco Urgoiti, con quien tanto quiero, fumo y disfruto desde hace ya años. Ahora, gracias al milagro de la letra escrita, puedo enmendar ese error: abro Literatura y existencia por cualquier página y oigo la voz de este sabio con retranca que nos anima a leer por enésima vez el Ulises de Joyce como si fuese una montaña, aunque sea únicamente por el esfuerzo y el placer de la escalada.

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