domingo, 29 de septiembre de 2013




Dice Orwell que desde la Prehistoria las sociedades humanas se dividen en tres  medidas: los altos, los medianos y los bajos y que la dinámica siempre ha sido la misma. Los altos son los que tienden a mandar y a imponerse por la fuerza con leyes y normas que buscan más su provecho que el bien común. Pronto se hacen con el poder, porque a los medianos y bajos les resulta cómodo que les organicen la vida sin complicarse o porque no se plantean siquiera otra cosa mejor. Les ceden su poder y su responsabilidad a cambio de no tener que molestarse participando en nada decisivo ni en reclamar nada. Pero con el poder los altos se desgastan, se corrompen y su misma avaricia insaciable los acaba agotando, así llegan las crisis, entonces es cuando los medianos toman el relevo y se convierten en los nuevos altos con lo que la situación nunca mejora, porque sigue habiendo una mayoría de bajos eternamente oprimidos, que no tienen medios ni herramientas para rebelarse y son esclavos siempre y si en su situación ellos acabasen por rebelarse el resultado sería siempre el exterminio o en la casi imposible hipótesis de que  derrotasen a los medianos-altos, el caos, las venganzas y el desastre sería el resultado final. Ahí se queda el escepticismo empírico de G. Orwell, pero no la evolución del hombre.

Hay soluciones que aunque requieren esfuerzo, trabajo y cambios de mentalidad, son totalmente posibles. La solución pasa porque los medianos cuando tomen las responsabilidades de organizar la sociedad no se encastillen en su papel y no se corrompan tratando de imitar a los fracasados y anacrónicos altos. Sino que pongan todo su interés en que los desbaratados altos se reeduquen y bajen a su humanidad natural y en que los bajos se hagan medianos y salgan de su estado vegetativo social. Eso se consigue sobre todo, con la educación. Por eso, es uno de los derechos más importantes en una sociedad civilizada, en la que se trata de erradicar la miseria y de que cualquier persona disponga de todo lo necesario para no sólo vivir materialmente con dignidad, sino también para poder desarrollarse en inteligencia, capacidades y potencial. ¿A cuántos genios, potenciales descubridores, médicos, maestros, artistas, pensadores, grandes políticos, legisladores y economistas, reformadores sabios, grandes pedagogos y magníficos seres, habrá condenado la desigualdad social a un anonimato miserable y a un eclipse total por no haberles dado la oportunidad de desarrollar sus talentos en una educación integral, pública, libre, gratuita y aconfesional? Una sociedad evolucionada, cívica y ética debe ser alta e valores humanos y en inteligencia emocional bien equilibrada y en trabajo por el bien común, mediana en consumismo, dispersión, superficialidad y pérdidas de tiempo en lo que no alimenta y   baja en ignorancia, egoísmo, fanatismo, dogmatismo, pereza e indiferencia.

Ahora sobre todo los españoles y los europeos del Sur, estamos en la tesitura de que, una vez corrompidos e inutilizados los altos, sean los medianos quienes tracen el futuro cambiando el presente y haciendo que los bajos despierten y cooperen. Se eduquen y saquen de sí mismos todo lo mejor que poseen y desconocen. Los medianos despiertos son los éticamente indignados, los que ya no se resignan a un mundo tan viejo, tan enfermo y tan cutre. No quieren que se repita misma historia. Han podido estudiar y desarrollarse sin perder el alma todavía, si no entran en el juego pérfido y depredador de los altos que les tienta y les ofrece cada vez más "sobres" por olvidarse de su humanidad. Deben buscar la unidad y la solidaridad para que nunca más haya escalones en los que unos  vivan a costa de machacar a otros y el resultado deje de ser el mismo que en el Paleolítico. Como ha sucedido hasta ahora.

No basta con que recuperemos los derechos y las libertades, hay que conseguir que nuestras aspiraciones crezcan en el alma y en la inteligencia. En  la lucidez de lo sencillo y de lo profundo. Eso nos hará clarividentes y prevenidos. Que no baste una sociedad rica y cómoda pero infeliz e incierta, porque la saturación de objetos y herramientas "mágicas" no nos hace avanzar sino involucionar si es que no hemos desarrollado la consciencia.

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