lunes, 23 de septiembre de 2013

Como siempre, Iñaki nos conmueve y sacude con su justa y sanísima indignación.

Ya no, todavía no

España vive por inercia sin que se vea luz. Todo es cortar, demoler, no se ha construido nada. ¿Qué pasa en este país?
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Coincido con esta visión en casi todo. Sólo me atrevo humildemente a decir que una de las inercias que nos amarran a ese pasado detestable, que nunca se acaba de ir, es precisamente esta rémora monárquica y autómata, que responde más a la inercia y a la indiferencia histórica de una ciudadanía sin educar democráticamente que al deseo y a las aspiraciones mayoritarias de los españoles.
Se sigue tolerando al rey como se toleraba a Franco, como un mal menor no elegido, como una inercia impuesta por la fatalidad de las circunstancias porque nadie se atreve en las altas esferas de la "política profesional" a señalar esta monarquía, sin miedo ni complejos de culpa, como el tapón mayor y más contundente del progreso y la evolución social. Hay que admitir que el proyecto de restauración monárquica pensada y llevada a un bufo referendum por el dictador en su "ley orgánica" ha sido ese deus ex machina durante nada menos que 74 años. Y lo más triste es que lo sigue siendo.
El personaje Juancarlos I es una manufactura del franquismo; el modo en que Franco se vengó y dio un sopapo mayestático al heredero natural y legítimo de la monarquía, algo, que por cierto, fue un boomeran para el padre del príncipe usado como pagaré a crédito del futuro de todos por ese mismo padre. Digamos que todo el montaje es indecente y desastroso desde el inicio. Y que andamos todavía de Olmedo a Tordesillas, de Medina del Campo a Valladolid y del alcázar de  Segovia a Coimbra o a Estoril o a Guisando, con toros incluidos. Es aberrante que los mismos perros con los mismos collares sigan donde siempre con la indiferencia de los ciudadanos, que se pasan la vida flagelados desde arriba, balanceándose sobre el abismo y rezando "Virgencita, que me quede como estoy". Y si, además, ni siquiera se ven las raíces enfermas de esta historia interminable y no se sacan de la tierra y se planta en su lugar un árbol sano, no esperemos que un milagroso birlibirloque haga lo que es nuestro deber y nuestra evolución pide a gritos.

Como ser humano, el individuo Juancarlos de Borbón, merece todo el respeto a sus derechos y dignidad fundamental; nadie le desea el mal y creo que todos los españoles de buenos sentimientos le compadecen ahora en su dolor físico, que por cierto está siendo tratado con los mejores recursos y muy por encima de los dolores plebeyos, que a pesar de serlo, duelen igual que los coronados o más porque encima deben pagar en recortes y privaciones; afortunadamente nacer, morir, la enfermedad, la vejez, la decrepitud y la capacidad para gozo y dolor, son principios que igualan a todos los hombres y mujeres. Los principios básicos e indiscutibles de la democracia, que demuestran estar muy por encima de cualquier lucha de clases. En cien años, todos calvos. Es la rúbrica indeleble de la evidencia.  Y eso lo ve hasta un niño de escuela elemental.

Sin embargo como representante de los españoles, Juancarlos Borbón ha sido y sigue siendo un comodín institucional de intereses varios, incluidos los suyos propios. Hay que tener lealtad y respeto hacia la persona, tratarla como es de recibo tratar a todo ser humano, pero hay que ser justos con los actos negativos y omisiones cuando esa persona no cumple con sus deberes morales y de responsabilidad. Cuando los intereses "por salvar la corona" no coinciden con el bien común sino con el bien parcial de las camarillas que rigen el sistema barriendo para ellas, como ha sucedido siempre y está sucediendo y ante lo que la Jefatura del Estado se ha colocado absolutamente al margen, sin preocuparse de las calamidades y desastres que esa actitud está favoreciendo. 

Es muy triste verle en el estado en que ahora se encuentra, pero lo compasivo no puede ni debe borrar lo evidente. Ni que la compasión natural y justa, pase el lápiz corrector por la realidad para manipularla aprovechando la coyuntura. Al apurar hasta el fin su estado doloroso, este rey no demuestra para nada que ame a España más que a sus intereses y a su temor a perder la impunidad que ahora lo inmuniza ante sus actos y omisiones que no voy a calificar porque ya se califican por sí mismos. Sólo es símbolo de miedo, testarudez inmadura, ambición y vanidad. Rutina mental. Y es la misma actitud que la aprendida y heredada "lucecita de El Pardo" y aquel "consumiré mi vida en vuestro servicio" que cada noche vieja desde la tele y la radio nos hundía la esperanza en la miseria. O el denigrante espectáculo del papa Wojtila babeando y semiinconsciente en las gradas del Coliseo convirtiendo su propio viacrucis en un show del masoquismo más insano y demencial. Indigno. Absolutamente. Nada heroico, sino exhibicionismo enfermo y morboso. Son gestos de autoafirmación, de prepotencia pseudoprometeica, de reivindicación obsesiva de fuerza inoperante frente a lo inevitable, que no salvan a nadie de nada, pero hacen "leyenda" y "mito" nada más. 

Si es que de verdad uno ama a su país o a su iglesia y quiere su bien, y se encuentra tan mal personalmente que ya no atina a trabajar con provecho por él o por ella cuando más lo necesitan, pues uno se retira con inteligencia, por amor y con la humildad, que son el sentido común del sabio y deja que quienes están en mejores condiciones sigan el trabajo que uno ya no puede realizar. Pero si uno tiene cosas que esconder y trapos sucios por lavar y su miedo a irse le pincha más que el bien común, pues monta numeritos con sus males haciéndolos espectáculo. Que por cierto sólo benefician a las oligarquías corruptas que gobiernan y a las curias marrulleras que trafican con lo humano y lo divino ,mientras ciudadanos y feligresía se entretetien atufados y entontecidos por el mismo opio del pueblo que al poder le encanta repartir por donde puede y se le permite. Por ejemplo en los medios, que son el seguro de infiltración más normal y práctico. La fabricación del consentimiento que dice Chomsky sin equivocarse en la definición. Y en la que el nazismo fue experto  y que "el caudillo" aprendió a la perfección para poder vender la moto durante cuatro décadas a los españoles escaldados por la guerra civil que él mismo comenzó y terminó como un héroe de comic. 

Los españoles no le deben nada a Juancarlos I. Que trató de cobrarse el servicio de prestar su figura uniformada al evento que le afianzaba en el trono, como se vende deuda bancaria con dinero que no existe, y como nos están vendiendo ahora el FMI y el BM, y el BCE, o sea, pagando por arruinarnos y encima, agradecidos por ser rescatados; así se consiguió que la transición se convirtiese en su negocio particular y en el de su maltrecha dinastía. Y en el barniz de su figura y de su "marca", cobrando por mediar y guardando la ropa en Suiza, que los armarios helvéticos son los más seguros, sin que la transición se haya realizado nunca por completo, precisamente porque el montaje que le colocó en el trono lo ha impedido durante treinta y cinco años de espejismo democrático.

Es Juancarlos quien tiene una deuda inmensa con la paciencia de los españoles, con la Justicia y con la transparencia. Con la responsabilidad de una Jefatura del Estado de la que ha vivido lindamente, pero que no se atreve a ejercer cuando más se le ha necesitado. No en la pantomima preparada del 23F, que sólo fue la ratonera para que todo el país mordiese el queso de la monarquía reinventada por un dictador y considerase un héroe al villano de la historia y por ese chantaje nunca le pidiese cuentas de sus villanías. Ahora, Juancarlos tiene la ocasión ideal para hacer algo serio y verdadero por España: liberarla de su corona, de su monarquía y de pagar el 0'9% del PIB por ella, estando como está: en la ruina. 
Un regalo estupendo de despedida sería que antes de su partida disolviese las cámaras y convocase un referendum para que los españoles decidiesen libremente si quieren monarquía o república. Eso sí que le haría inolvidable en la Historia de España y del mundo.

Mientras eso no suceda, seguiremos muy lejos de alcanzar un Estado de Derechos, Deberes y Constitucionalidad Legítima, porque hasta lo que votamos  es con el permiso de la momia bajo palio cargada de medallas auto concedidas, que hasta tiene fundación propia sin que a España se le revuelva nada y al rey menos todavía.

Todos deseamos que Juancarlos Borbón, el hombre, sufra lo menos posible y  pase su tiempo de eclipse inevitable, como lo es para todos los humanos, en paz y armonía. Con el perdón de los españoles, pero no con el olvido de la Historia. Más que nada para que no se siga repitiendo el mismo defecto de fabricación por los siglos de los siglos, como ha venido sucediendo hasta aquí.

En cuanto a los españoles, menos quejarnos y más valor para afrontar lo que hay con hechos y decisiones. Sin que duelan prendas, como al Cid no le dolió pedir juramento a Alfonso VI en Santa Gadea. Más vale una vez morados por la lucidez y el valor honesto de la inteligencia que siglos y siglos rojos de rabia y amarillos de impotencia y frustración. Menos ladrar ilusiones y más morder realidades. Y si no nos atrevemos a denunciar lo que hay ni a tratar de mejorarlo, luego no nos quejemos  si nos dan el merecido premio, como dice Anguita desde siempre y con más razón que un santo ateo, a la izquierda más izquierda y más justa de Dios padre.

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