sábado, 21 de septiembre de 2013

¿Mala suerte o karma ajustador de cuentas?

La “mala suerte” del Monarca

Menos del 2% de las prótesis de cadera se infectan. El posoperatorio puede alargarse hasta los seis meses.
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La suerte no es buena ni mala . Es más, la "suerte" no existe. Eso que llamamos suerte es la combinación de muchos factores, como son los genéticos o kármicos, o sea, la herencia en todos sus aspectos, por el lado, digamos, mecánico. Y por el lado consciente, el uso y arte que hagamos con ese legado, algo que ya depende de como decidamos gestionar y combinar nuestro libre albedrío con esa herencia inevitable, pero transformable a base de despertar y de reciclaje constante del pack patrimonial.

¿Una prueba empírica?, la diferencia que puede llegar a existir, o no, entre hermanos que heredan los mismos genes y son educados en el mismo ambiente familiar y pedagógico y no presentan grandes diferencias en el cociente intelectual , es frecuente, incluso, que esas parecidas disposiciones puedan dar resultados  contradictorios y el menos "brillante" innato llegue a convertirse en el más inteligente emocional que saca de la vida el mejor resultado en todos los aspectos. Uno de ellos puede ser un genio, un gran trabajador, un artista exquisito, una persona ética e intachable y otro hermano puede elegir el camino contrario, o sea, ser un mastuerzo, un vago, un cretino a jornada completa y un impresentable.

En el caso de este malestad que nos ocupa, que nos ocupa la jefatura del Estado sin más mérito que su apellido y sus genes, se puede asegurar que la lastimosa tesitura en que se encuentra actualmente no es "mala suerte", porque ha tenido a su disposición todos los recursos del mundo mundial para formarse, crecer, madurar, rectificar, aprender y hacer de su vida un ejemplo de maravillas; sin embargo decidió seguir sus impulsos más viscosos y conformarse con interpretar un rol escénico, casarse por interés y necesidad, no por amor, ocupar un trono que le ofrece un dictador al que es más afín y fiel que a su propio padre, imitar los tics que veía a su alrededor y reproducirlos años y años. De tal modo que entre sus abuelos, bisabuelos y él, sólo han cambiado las modas y la tecnología de que dispone. Ante la posibilidad de corromperse o no, de ser un árbitro de la legalidad y la decencia capaz de poner fin a las corruptelas partidistas, eligió ir por libre haciendo de su capa un sayo, hasta convertirse en rehén de los gobiernos corruptos y a la vez en su "mentor" institucional.

¿Qué puede hacer para defenderse de la corrupción un Estado, cuyo jefe vitalicio y exento de toda responsabilidad, no da cuentas a nadie por mandato constitucional y lleva una vida privada impresentable? ¿Qué hacer con unos gobiernos supercorruptos que conocen los secretos más heavies del malestad y, como hizo y hace Bárcenas, amenazan con tirar de la manta si se les imputa o se les acusa de corrupción y malas artes, como "si yo caigo, el rey cae conmigo porque voy  cantar de Turandot a Rigoletto" ? 

¿"Mala suerte"? No. Es delito. Sí, los reyes también delinquen cuando traicionan y cooperan a la ruina de los estados que gobiernan y presiden como máximos representantes. Y a suma responsabilidad, suma es la importancia y la trascendencia de ese tipo de delito moral, cívico y político. 

Su malestad simplemente refleja en su organismo desgastado y decrépito, el tipo de elección existencial que ha ido haciendo a lo largo de su vida. Como los fumadores empedernidos acaban reflejando su vicio en un enfisema pulmonar o los drogadictos mueren de sobre dosis y los alcoholicos de cirrosis hepática. O los corredores de altas velocidades tienen todas las papeletas para morir de un tortazo monumental o de quedar inválidos o achicharrados por un accidente estrepitoso. 
Nuestro cuerpo es el espejo del  camino vital, de las elecciones que hacemos cada día, con consciencia o sin ella. Por eso también hay personas que de jóvenes fueron enfermizas, torponas o poco agraciadas, pero de viejos son fuertes, resistentes, hábiles, ecantadores y mucho más guapos, refinados y elegantes que en una juventud llena de inseguridades, complejos, miedos y achaques heredados que se han superado con una vida y un cuidado personal, anímico, intelectual, ético, físico y espiritual. Y pasan de ser el patito feo, tan joven como inmaduro, a convertirse en cisnes maravillosos en plena madurez. No ha sido del caso de este rey que soportamos y mantenemos mientras se ha forrado a costa de un oficio con mucho más  beneficio que sacrificio. Como no ha pagado la factura que debe por karma, su cuerpo físico y su dolor psíquico  como resultado de su propio declive, lo paga por la consciencia que no ha desarrollado mientras pudo hacerlo y no lo hizo. Cuando la consciencia no está saltan los mecanismos automáticos de la causa y el efecto. El karma, como lo llaman los orientales. 

Ahora cabe preguntarse si esa "condena" es o no superable. Está claro que la devastación física a esa edad no lo  es, pero sí lo es el libre albedrío, mientras hay vida, para cambiar de óptica y entender el propio proceso asumiendo su responsabilidad en lo que sucede. Y eso ya es un paso evolutivo importante: salir del victimismo y ver la parte de "culpa" que uno tiene en su propio deterioro y desgracias. Si el malestad , cada vez más malestoy, toma conciencia de que no es "mala suerte" lo que le hace sufrir tanto, sino la suma de factores cualitativos y calamitosos de su existencia, seguramente podría mejorar su ánimo y su sufrimiento corporal. Y seguramente, así sería si lograse comprender sus errores y actuar en consecuencia con la generosidad y honestidad que no tuvo y con la sabiduría que nunca ejerció; no es nada fácil en un comportamiento semejante, porque ese mismo modo de actuar deforma la percepción de uno mismo y de los demás respecto a uno mismo. Lo tiene muy difícil. Pero nada es imposible si uno se empeña en cambiar aunque sea antes de morir. Por lo menos se va consciente de su aprendizaje y eso le facilitará el paso siguiente en su evolución energética responsable de sí misma.

Para los españoles que no elegimos a este monarca, también es un reto despertarse y reaccionar; no se puede decir que sea mala suerte elegir matarse en una guerra civil y resignarse a que el dictador muera en la cama oficial y no en el anonimato de un exilio del poder, tampoco los españoles podemos echar la culpa a la "mala suerte" de tener este Estado comatoso social.
¿Qué hemos hecho hasta ahora sino quejas en la calle, críticas por lo bajini y amarga aceptación silenciosa de la fatalidad consensuada, como esa mayoría que tanto quiere el pp?
Cuando se habla de desobediencia civil y de no pagar impuestos masivamente, que sería lo verdaderamente eficaz para desmantelar el Estado de miseria y que la plaga embaucadora se fuese a casa de una vez,  se arrugan. Se paralizan. Las neuronas se les desmayan del susto. Y les oyes gritar en público que hace falta una guillotina y echar  los Borbones a los tiburones o cortarles los atributos a los que recortan las pensiones, pero algo mucho más fácil y nada sangriento como es la desobediencia y la resistencia civilizada e incruenta de la justicia distributiva ante el abuso como gobierno, sin cenizo que rebobina el pasado y sin la excusa del temor a las represalias, no les cabe en el miedo.
Miedosos y pusilánimes, bocazas y arrugados, agoreros grandilocuentes y bloqueados por la propia irrealidad de esa grandilocuencia, nos quedamos igual siglos y siglos.

Es horrible ser capaces de matarse por ideas y no serlo de quitarse de encima, serenamente, haciendo de la rabia el combustible de la inteligencia, a un hatajo de filibusteros pseudopolíticos de trámite que desde hace siglos, y con distintas siglas para tapar la misma cutrez, viven de aplastar a sus mantenedores.A nosotros. Los ciudadanos.

O acabamos con el karma histórico y pasamos a la libertad responsable del dharma, o el karma acabará con nosotros como lo está haciendo con su malestad. Uno duerme en la cama que se hace. Y los pueblos son los verdaderos autores y protagonistas de su historia, no los reyes ni los mixtificadores de poderes varios. Ellos son el abono y el estiércol que pudre la civilización y la hace fermentar, pero también los que la hacen crecer porque si se aprende su lección se mejora, se fortalece la sociedad y se evoluciona en lo público tanto como en lo privado. Así la vida devuelve la calidad y la cantidad de lo que se invierte en ella.

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