Lo que no se dijo sobre Martin Luther King
Ahora bien, esta imagen inspiracional de Martin Luther King se ha
construido a costa de olvidar y hacer olvidar a otro Martin Luther King,
el Martin Luther King real, que veía esta discriminación como resultado
de unas relaciones de poder basadas en una explotación, no solo de
raza, sino también de clase social. Se ha silenciado que Martin Luther
King (a partir de ahora MLK) fue un socialista que, sin lugar a dudas,
hubiera sido muy crítico con las sucesivas políticas, tanto domésticas
como internacionales, llevadas a cabo durante todos estos años por los
gobiernos federales, incluyendo la Administración Obama.
MLK estuvo en contra de la guerra del Vietnam, como hubiera estado en
contra de las guerras de Irak y Afganistán, y no solo por su pacifismo,
sino también por su antimilitarismo y antiimperialismo. Definió al
gobierno de EEUU como “el máximo agente de violencia hoy en el mundo…
gastándose más en los instrumentos de muerte y destrucción que en
programas sociales vitales para las clases populares del país”. Era
profundamente anticapitalista, como consta en su discurso de que
“deberíamos denunciar a aquellos que se resisten a perder sus
privilegios y placeres que vienen junto a los beneficios adquiridos de
sus inversiones, extrayendo su riqueza a través de la explotación”.
Y en 1967 condenó con toda contundencia los tres diablos que –a su
parecer- “caracterizaban al sistema de poder estadounidense, a saber, el
racismo, la explotación económica y el militarismo”, acentuando que
“las mismas fuerzas que consiguen enormes beneficios a través de las
guerras son las responsables de la enorme pobreza en nuestro país”
(todas estas notas proceden del excelente artículo de Michael Parenti “I
Have a Dream, a Blurred Vision”, 29.08.13).
Y su último discurso, en apoyo de las reivindicaciones de los
trabajadores de los servicios de saneamiento que estaban en huelga,
concluyó con la famosa frase de que “la lucha central en EEUU es la
lucha de clases”. Dos semanas más tarde fue asesinado, sin que nunca se
haya aclarado tal hecho. Una persona fugitiva de la cárcel de Missouri,
James Earl Ray, fue acusado de asesinarle. Fue detenido en el aeropuerto
de Heathrow, en Londres, con gran cantidad de dinero en su posesión.
Nunca se aclaró quién dio ese dinero.
MLK fue un socialista radical en sus análisis y en sus propuestas
Una cosa es que MLK fuera la conciencia de EEUU, exigiendo que
no se discriminara a los negros, petición con un fuerte contenido moral
al cual era difícil oponerse. Pero otra cosa muy distinta y amenazante
para la estructura de poder era subrayar que el origen de la pobreza y
discriminación (que incluye también a amplios sectores de la clase
trabajadora blanca, además de la negra, pues la mayoría de pobres en
EEUU son blancos) requiera un cambio revolucionario (por muy no violento
que sea) de las estructuras capitalistas de aquel país. Y la elección
del Presidente Obama prueba, precisamente, la certeza del diagnóstico de
MLK. Hoy el Presidente de EEUU es un afroamericano, lo cual, no hay
ninguna duda, es un gran adelanto. Pero la pobreza entre negros (y entre
blancos) en EEUU no ha cambiado desde entonces.
De ahí la enorme hostilidad del establishment estadounidense, del
cual la Policía Federal, FBI, fue un elemento clave, dirigida por una de
las figuras más nefastas de la historia de EEUU, J. Edgar Hoover
(definido por el famoso periodista Russell Baker, del New York Times,
como un “tirano patético”) que había intentado convencer al Fiscal
General del Estado Federal, Robert Kennedy, “de que el cerebro de los
negros era un veinticinco por ciento más pequeño que el de los blancos”.
Era cercano políticamente al senador segregacionista de Carolina del
Sur, Strom Thurmond, e intentó por todos los medios desacreditar al
movimiento antisegregacionista y a sus dirigentes, gran número de los
cuales eran socialistas y comunistas. En realidad, fueron los
sindicatos, y muy particularmente, el sindicato del automóvil, el UAW
(United Automobile Workers) los que financiaron en gran parte tal
marcha. Y a la izquierda de MLK en la marcha estaba Walter Reuther, su
secretario general, socialista y blanco. Una tercera parte del cuarto de
millón en la marcha de Washington eran blancos, gran número de ellos
sindicalistas y miembros de partidos de izquierda. El eslogan de la
marcha era “libertad, justicia y trabajo”. Y el organizador de la
marcha, Asa Philip Randolph, era el sindicalista afroamericano más
conocido en EEUU, dirigente del sindicato ferroviario (Paul Le Blanc,
“Revolutionary Road, Partial Victory. The March on Washington for Jobs
and Freedom”, Monthly Review, Sept 2013).
Y cuando el Presidente Kennedy, a instancias de Hoover, jefe del FBI,
puso como condición para que él apoyara la marcha, que despidiera del
liderazgo a aquellos radicales que estaban en puestos de dirección, MLK
se negó. La presión de la calle era tal que el Presidente Kennedy
decidió a última hora apoyar la marcha, recibiendo a MLK en la Casa
Blanca. Y el obispo católico de Washington, Patrick O’Boyle, amenazó con
no participar en la marcha a no ser que los discursos (que se habían
distribuido con antelación) se moderaran.
Últimas observaciones. En 1986, el día del nacimiento de MLK fue
declarado fiesta nacional cada año. Pero en esta captura de la imagen
popular de MLK se ha transformado deliberadamente su mensaje y figura
para reciclarlo como una figura inspiracional, conciencia del país, a
favor de los derechos civiles de la población afroamericana (con
especial hincapié en su poder de votar), olvidándose deliberadamente del
MLK real, que pidió un cambio profundo, no solo en las relaciones de
raza, sino también de clase social. De esto último ni se habla.
La historia se repite: las campañas de Jesse Jackson
Yo tuve la oportunidad de experimentar una situación parecida
durante mi participación en la campaña electoral del Reverendo Jesse
Jackson (que estaba con MLK cuando fue asesinado), en las primarias a
las elecciones del candidato presidencial del Partido Demócrata. En
respuesta a su invitación, fue senior advisor (asesor especial) en su
campaña del 1984, y más tarde en la del 1988. En 1984, y en contra de
mis consejos, se presentó como la voz de la minoría negra, exigiendo su
incorporación a la sociedad americana. En aquella campaña, el
establishment liberal estadounidense (cuyo mayor portavoz era y es The New York Times)
escribió un editorial enormemente positivo acerca de su candidatura. La
razón de que yo desaconsejara esta estrategia, sin embargo, era fácil
de entender. Un representante de los intereses de una minoría
difícilmente podría alcanzar el apoyo mayoritario de la población
votante. Presentarse como el candidato de una minoría defendiendo
primordialmente los intereses de tal minoría, no era la mejor manera de
ganar el apoyo de la mayoría, para ser Presidente de los EEUU.
En 1988, sin embargo, no se presentó como la conciencia de EEUU o la
voz de los negros, sino la voz de la clase trabajadora de EEUU. Y cuando
los medios le preguntaron cómo él –negro- obtendría el voto del
trabajador blanco, contestó: “haciéndole ver que tiene más en común con
un obrero negro, por ser obrero, que con su patrón (boss) porque
sea blanco”. Cuando se suman todos los colores (negro, blanco, amarillo,
gris, etc.) la clase trabajadora de EEUU es la mayoría de la población.
En un discurso de clase, movilizó las bases del Partido Demócrata (que
están más a la izquierda que su dirección), y consiguió el 40% de todos
los delegados en el congreso del Partido Demócrata. Nunca antes, ni
después, las izquierdas en EEUU tuvieron tanto poder desde los años 50. Y
The New York Times escribió un editorial muy negativo diciendo que Jesse Jackson, en caso de ser elegido, destruiría EEUU, es decir, su EEUU.
La lección de esta situación es clara. La estructura de poder deriva
su enorme influencia de su poder de clase (así como género y raza). Y no
permite que se toque ese poder, derivando las legítimas demandas de fin
de discriminación de género y raza, reciclándolas (incluyendo elementos
de tales grupos discriminados dentro de la estructura de poder) para
poder adaptarlos a la estructura social dominante. Existe hoy un
Presidente afroamericano y una clase media negra que no existían antes,
lo cual es motivo de celebración. Pero el estándar de vida de la mayoría
de negros y blancos (pertenecientes a la clase trabajadora) no ha
mejorado durante todo este periodo. Así de claro.
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Completamente de acuerdo. El socialismo, como los verdaderos ideales realizables, o es radical o no sirve para nada. Y radical, no significa fanático y de ideas fijas e inflexibles, sino que es una sustancia mental y anímica profunda y fértil, dinámica y dialéctica, como las raíces y el pensamiento que producen vida y no muerte. Trabajo y dignidad, no abuso y mercadillo de ignominias. Luther King, como hombre justo de buena voluntad, seguidor real y convencido, del carpintero de Nazareth, no podía ser políticamente otra cosa, que socialista.
En cuanto al Reverendo Jackson, creo que fue el puente entre las semilla de Luther King y el hecho de que Obama ahora sea presidente; un gran paso escénico, aunque insuficiente, porque no basta con ser negro para hacer un cambio mental y emocional en una sociedad como la norteamericana: depredadora natural, injusta estructural y fanática del capitalismo y de la guerra que lo mantiene, como única y verdadera religión. Donde hombres como Abraham Lincoln, Martin L. King o Robert Kennedy, han sido liquidados como enemigos públicos e hipócritamente utilizados después, justo, para que sus semillas se malogren a favor del "Imperio". Es lo mismo que ha hecho el sacro-imperio vaticano con el legado de Jesús. Karl Marx es mucho más cristiano que los papas. Ojalá su mensaje, combinado con el de Jesús yel de Buda, se convirtiesen en pedagogía para todos: negros y blancos. Izquierdas y derechas.
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