lunes, 2 de septiembre de 2013

Bien venido, Iñaki!

 

¿Por qué reprochamos lo que toleramos?

Iñaki Gabilondo vuelve tras el verano lamentándose de lo "amargo" que es no poder confiar en el presidente del Gobierno.
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La pregunta del periodista es una buena invitación a profundizar en el fenómeno inexplicable de tolerancia con lo peor y más peligroso y de intolerancia con nimiedades.

Es un problema viejísimo. Es un problema de división emocional, egocéntrica e instintiva que arde ante cualquier "provocación" como una falla o una hoguera de Sanjuán y sólo deja cenizas, porque en esos brotes fogosos y estúpidos de la visceralidad resulta que arden también la energía y las posibilidades para rehabilitarse como ciudadanos y entenderse como compañeros en la misma ruta, que en ese estado no se ve como la misma, sino como un cada uno a lo suyo y haciéndose la puñeta a base de zancadillas y malas artes. Todos desconfían de todos y por eso no se mueve nadie. En los niveles partidócratas y antipolíticos, por supuesto.

Porque sí hay otra España además de las dos tradicionales siempre a la greña y sin solucionar nada. La tercera. La que sí hace política y no para; no política de ideario comunista o socialista, ni de proclama postfranquista-ppera. 

Son los españoles a los que el dolor y la injusticia están despertando el alma, los sentimientos, la inteligencia emocional, que es la más inteligente, completa y practicable, y les hace asociarse y descubrir la solidaridad y el respeto que no tiene pelos en la lengua ni cerdas en el corazón, a pie de obra, de desahucio, de banco de alimentos y ayudas mutuas con amor, sin "sacar partido" ni ganancia votable de ningún tipo. Sí, sí, con amor, como dijo en las Cortes valencianas Mónica Oltra en plena lucidez. Sí, ha nacido la España-corralito amoroso y decidido a cambiar desde sí mismo la realidad injusta, que es precisamente la única que no está limitada a ningún corralito de partido, que apoya lo mejor de todos y no combate a las personas, sino sólo para erradicar el sufrimiento y el sopor de todos y despertar del letargo a la mayoría de indiferentes. Creando iniciativas y plataformas, estudiando leyes y salidas justas, concretas y realizables. Creando sin parar vereditas nuevas, que se llaman plataformas ciudadanas, para que confluyan en el camino de todos. 

Los falsos políticos, o sea lo teóricos de la retórica o los analistas de estómago satisfecho y seguridad laboral, miran a esa nueva España neonata con resquemor e incertidumbre, porque no les "suena" y no saben en qué estantería colocarla ni con qué etiqueta reconocerla, porque no se "integra" en los discursos de siempre. Tampoco se entretiene en discutirlos ni pisotearlos, sólo los pasa por el filtro de lo humanitario de la lógica social de lo concreto que corresponde al tercer milenio conocido de una especie merecedora de otros parámetros. 

Pero en vez de inquietarse por el fenómeno o empeñarse en apropiárselo con proselitismos y lisonjas interesadas como cierta izquierda intenta y cierta derecha repudia, desprecia y calumnia con el apelativo de "terrorismo antisistema", los políticos que no hacen política sino negocio proselitista para mantener su estatus, podrían acercarse y aprender de esa España desconocida e inclasificable, por lo sorprendente, que sigue cada día levantándose con las antenas sociales bien colocadas y las neuronas en la trinchera de la solidaridad noviolenta. Y las manos abiertas y tendidas hacia los que están peor y tan deteriorados que ya no atinan a pensar ni a descubrir posibles salidas a su estado y situación. Y a años luz de los hipotéticos "representantes" profesionales de la política ficción. 

Esa nueva España de los escraches y del buen humor nacido del buen amor, de la lucidez misericordiosa e indignada, de las mareas que mueven el mar de la esperanza y el futuro, no es metabolizable por apetitos tan bárbaros y paladares tan poco delicados tan zafios como los de "eso" que dice gobernar mientras desencuaderna el libro de la vida, le rompe las páginas y exige la sangre, el sudor y las lágrimas como tinta de su vieja impresora global, disfrazada de nuevas tecnologías como el lobo del cuento, enseñando la falsa pata blanca por debajo de la puerta para que le abran confiadamente y la acepten hasta con entusiasmo. Y mientras se cuenta el cuento de que "gestiona" el Estado, se va cepillando a los ciudadanos de ese mismo Estado. Primero los arrincona, los aísla en el consumismo, los exprime, los aturde, los intoxica, los vacía y los mata en el nombre del crecimiento suicida sin final, en un medio finito y deteriorable, y como moneda esclava en el mercado de valores (¿?), como si los Valores tuviesen precio.

Esa tercera España clarividente y sencilla. Como el Tao. Como el Espíritu. Minimalista y despierta, existe y crece cada día con actos palpables y sin discursos huecos. Cambia la consciencia por contagio de realidad pura y dura. Ya está harta de que las "dos miniespañas" ridículas, canijas, miserables y meapilas, cada una en su estilo, ñoñas y pijas mentales, se hagan pasar por un absoluto, cuando sólo son el holograma de la misma mitad repetida en negativo, como los clichés de las viejas fotos de antes. 

La España nueva, reciente, calentita, salida del horno experiencial de la inteligencia y la fraternidad, de las soluciones prácticas y contundentes, no pertenece a ese rollo, pero lo entiende y es paciente. Mucho más sabia. Comprende  que a veces la historia del horror necesita tiempo para sanar heridas y apertura interior -no por dinero, ni por miedo ni a base de prebendas-, para nacer en otro estado vibracional e incluso biológico. Y que es mucho más importante la siembra de lo cualitativo que la locura por la prisa de lo solamente cuantificable en el bolsillo.

Esa España nunca había existido hasta ahora. Puede que haga algún intento de integrarse en la dinámica oficial para echar una mano al cambio desde las instituciones ortopédicas y postizas, pero considera mucho más urgente e importante impedir que se ahoguen, uno a uno, los pasajeros del Titanic español, antes de obedecer a los ineptos tripulantes del barco y de que sea demasiado tarde; sabe que se  salvarán del naufragio construyendo un milagro: otro barco, como Noé, en el que quepan todos los que quieran embarcar cambiando su conciencia naturalmente en la misma decisión del embarque; la nueva nave está hecha en los astilleros de la honestidad y con el material insumergible del amor fraterno, el trabajo y el esfuerzo de todos. La pedagogía de la esperanza y la certeza en medio de lo incierto. Con la física cuántica de lo posible que se realiza mediante la magia divina de la sustancia humana en acción.


Sí se puede. Claro que se puede.

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