Anoche volvió a girar la manivela del marketing parasitario. Como broche de oro en la tertulia-gallinero de la Sexta sabatina. Que conste que, como de costumbre, sólo vi el inicio y decidí reponerme con una aventura de polis italianos en La 2. Pero, masoquista irredenta, cuando acabé con la rosquilleta del divertimento, volví a reincidir por curiosidad malsana y como por intuición sospechosa; pinché en hueso con el mando a distancia y zás, eureka, la encontré. A Talegón. La de la sonrisa prodental y el look jipilongo, escondiendo el mismo talante clerical subyacente y vacío de todo alevín del dolce far niente filo-politicoide. Es cierto, los seminaristas de los partidos son calcaítos a los de los seminarios católicos. Seminario, al fin y al cabo, es, simplemente, un almacén de semillas. De cualquier tipo de semilla. El seminariado es un sistema, una herramienta de-formadora, que como la cirugía plástica en serie, deja las mismas caras y los mismos rasgos y facciones, a tod@s l@s que pasan por ella. Un aire de beata rebeldía juvenil, de suaves maneras sibilinas y maquiavélicas simpatías. Un sistema publicitario autopromovido dentro de la corriente que interesa como cinta transportadora del equipaje personal. O sea: si eres joven, ambicios@, currante en ideología de gran alcance, pero por cuenta propia, y no tienes intención de dedicarte a nada en concreto, la política militante de partido es tu tierra prometida. No le des más vueltas. Y dále sin perder comba, que lo conseguirás.
Pero no va a ser tan fácil. No. Ya no. Nos han quemado la inocencia entre los "jóvenes" Felipes, Josemaris y Joseluises. Las Leyres, las Chacones, las Sorayas y las Cospedales, Las Alborch, los Rickys Costas en plan Patroclo o los Albertos Fabra pidiendo subvención para que un coach les aligere del cerebro el sopor y la humareda de las piras donde arden los ninots que no se pueden indultar. Y no queremos seguir probando suerte entre las margaritas de la incertidumbre, del "se necesita savia nueva" como mantra introductorio del trinque futurible, porque aunque el tarro sea distinto, el contenido sigue siendo idéntico: La intención de hacer carrera profesional y vitalicia del servicio público al bien común. Y asegurarse el futuro que se le está robando a los demás, a base de sacrificarlos a sus intereses de "partido", de "segmento", de "secta". Y cobrando foreverandever sueldos de lujo en las instituciones públicas , a base de exprimir como cítricos mediterráneos recortes con rostro humano. Y luego, cuando el chollo decrece, pasarse a las privadas para vender lo de todos al por mayor, por el plato de lentejas a precio de oro asegurado y asesorador, del sillón sempiterno.
Los ciudadanos estamos aprendiendo a pie de obra y a zurriagazo limpio, que la política es el modo en que vivimos y compartimos la existencia ciudadana. El modo en que nos asociamos, nos organizamos, nos entendemos, debatimos y nos interesamos por algo más que por nuestro beneficio limitado al ego personal. Y que esa fuerza no necesita agrimensores profesionales, revestidos de poderes mágicos por el dedo todopoderoso de "la ejecutiva" de Génova o de Ferraz y catequizados por intereses varios, que se agrupan entre sí como si se tratase de casales falleros, peñas sanfermineras o casetas en las ferias de Sevilla o de Jerez. Ya no, talegones y talegonas. Ya no. Ya hemos comprendido, gracias a vuestra pedagogía ilustradora, y a lo largo de 35 largos años, que no sólo no sois necesarios ni nos representáis, es que nos sobráis. Es que sois "la bella inútil", el florero chino con flores de plástico "a un eulo". Es que sois, todos los que compartís la escañitis y el prebendismo crónicos, un peso inerte que arrastrar. Un volumen gigantesco que mantener inflado con la desnutrición de un país entero, que ya no puede permitirse tanto morro cobrante, sonante, inútil y obstaculizante de la misma democracia, libertades y derechos que intenta "vender" en sus catálogos publicitarios. No. Ya no.
Que conste que no es nada personal. Si la misma Talegón y demás pitufos ideológicos semejantes, dan un vuelco, evolucionan favorablemente, se ponen a trabajar en una profesión no de partido, se ganan la vida con el sudor de su frente y no con el sudor ajeno, dejan de montarse la pasarela exhibicionista, con reporteros y prensa en las manifestaciones, dejan de ir de pantallas de tv, como quien va de tapas a favor de su glamour, y además cooperan con el mismo interés en los asuntos de todos y sin cobrar nada de ninguna ejecutiva mientras les cantan las cuarenta a los partidos como militantes de base, sociales e independientes, se ofrecen a trabajar sin cobrar, en las asambleas y plataformas cívicas, como hacen Ada Colau, por ejemplo, y tantísimas buenas y eficaces personas anónimas, entonces, sí, serían creíbles.
Mientras esa madurez y esa conciencia se hacen patentes, se crece, se aprende, se desarrolla la inteligencia humilde y solidaria, en el lugar del oportunismo picaresco, marisabidillo, locuaz y marrullero, que ha convertido la política "profesional" en esa "casa de put@s", con que Anguita la califica.
Seguramente Talegón y tantos otros alevines de piraña partidista, una vez liberados de su mochila mecánica y repetidora de idénticos esquemas y tramas de poder, podrían ser estupendos servidores públicos. Pero eso requiere cualidades, virtudes y estados de conciencia que ellos mismos no valoran ni conocen. Si fuese así ni serían como son, ni harían lo que hacen, ni dirían lo que dicen, ni estarían cómo y dónde están.
Los despido como lo harían en Valencia, Cataluña y Baleares: Aneu-vos, mac@s, morruts i morrudes, que ja en tenim prou d'aixó mateix!
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