domingo, 9 de junio de 2013

Ja bol, mein fürer!


Rajoy mandó callar a sus ministros sobre la vuelta de Aznar

Moncloa hizo llegar a los ministerios la instrucción de no comentar la entrevista donde el expresidente criticó su política económica y apoyó bajar impuestos. Aznar vuelve a hablar mañana en el Club Siglo XXI.

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Rajoy y Beppe Grillo tienen los mismos métodos para relacionarse con la plebe jefe-dependiente. Son gestapófilos y no lo pueden evitar.
Grillo defenestra enseguida a quien le molesta. Es muy vivo de genio y no tiene ningún apego por la moderación. Al contrario, ha hecho de la inmoderación su mejor embajadora plenipotenciaria. Rajoy, no. Se corta mucho, quizás porque le faltan las tablas escénicas que le sobran a Grillo. Por eso, cuando a Rojoy le molesta alguien no lo combate, no lo descalifica. Lo aisla. Lo ningunea. Lo ignora. Sigue al pie de la letra el refrán castellano: "El mejor desprecio, no hacer ni aprecio".  
Siendo gallego y camastrón, como el orballo, con impermeable incluido, Rajoy opta por el silencio aparente y el lenguaje sotto voce de las humedades secretas y del moho reconcentrado que perdura mucho más que el rencor y lo acaba pudriendo todo en la oscuridad. Como el que en medio de un diluvio se protege por encima, aunque los pies y los bajos de la vestimenta estén hechos una sopa y llenos de barro de todos lo colores y olores. 

Grillo, en cambio, tira a dar. Y se regodea en la suerte. Rajoy tira la piedra y esconde la mano, o manda que otro tire la piedra en su lugar, porque a él le da cosa y no se atreve. No maneja la onda ni con destreza ni con nada y aunque esta vez Goliat sea bajito y escuchimizado y él le saque tres palmos y medio, le teme mucho a la lengua viperina y a la mala leche reconcentrada de su ex mentor político. Al que le debe no sólo la presidencia sino también los horrores de la huida constante y el refugio en el plasma que le ha convertido en el primer ministro de la virtualidad y del scaping. En el gran hermano vigilante de tapadillo que da un salto de batracio asustado desde la novela de Orwell hasta el despacho oval de la Moncloa y se planta en medio de la arena torera sin saber qué hacer con el estoque a medio oxidar y el capote hecho unos zorros, de tanto baqueteo. 

¿Qué se puede hacer con tanto ppero en el viacrucis de la imputación y en el alambre sin red de los millones incamuflables volando a Florida y escapando de Bankia? ¿Qué consejo dar a Fabra frente al chanteje de Blasco, el juramentado, como Costa ante Camps ? ¿Qué hacer cuando hay que tocar el tango de las pensiones que era intocable? ¿Y el cha-cha-cha del IVA, que no hay quien lo afine? Maquillar el paro a base de dividir el mismo salario entre diez trabajadores para decir que se está creando empelo, no resulta. Nadie se lo ha creído. Nadie le cree ya. Diga lo que diga. Nunca coinciden sus datos con la realidad que se nos echa encima como una pantera siberiana a régimen. 

Rajoy es como un vendedor de enciclopedias analfabeto, que ha simulado saber leer para acceder al puesto que ocupa. Y Aznar ha venido a recordarle que fue él quien hizo la trampa para su elección y que está dispuesto a todo si  se ve obligado por su condición de militante y de español, a salvar al partido y a la patria de la incompetencia de su pupilo, porque al fin y al cabo, Aznar es muy responsable de sus decisiones equivocadas y sabe como remediarlas antes que la falta de burbujas deje al país sin pompas de jabón. 
Rajoy, sin decir ni mú, carda la lana de la pedrada, mientras Aznar se ocupa de su fama caudillera y elegida por la mano del mismo Dios que le manda a Rajoy lo que hay que hacer. 

Sólo les falta un Beppe Grillo que venga a darles un master de tiro con onda bien organizado y que por fin, el pp se pelee en la plaza. Como manda la tauromaquia. Aznar como toro y Rajoy como torero. O al revés. Que tanto monta. Porque el resultado siempre será el mismo mientras no haya fuerza social suficiente para suspender la corrida porque de repente España entera comprenda que lo que necesita no es al bombero torero, sino un gobierno serio, preparado y capaz de salir de ésta. 

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