El dilema del prisionero Bárcenas
Domingo, 30 de junio del 2013
por Ignacio Escolar
por Ignacio Escolar
Desde la cárcel de Soto del Real, el prisionero Luis Bárcenas
va a tener mucho tiempo para pensar. Ya ha asumido que pasará una larga
temporada en la celda, a pesar de sus contactos, de sus amigos y de
toda la información sensible que esconde en una caja fuerte a unas horas
de Madrid. ¿Qué hará? ¿Contará lo que sabe o callará mientras sigue
buscando una salida a través de las conversaciones bajo cuerda que aún
mantiene con importantes dirigentes del PP? ¿Difundirá ese vídeo que
grabó hace meses «por si me pasa algo» donde aparece leyendo un
documento de doce puntos que podría poner en serios aprietos al PP? «Se
ha cruzado una línea roja», dicen desde su entorno, donde acusan al
ministro de Justicia de conspirar contra Mariano Rajoy en un juego de tronos en el que Bárcenas es el principal peón.
El
jueves, en la Audiencia Nacional, algo inesperado sucedió. No solo
porque el extesorero del PP entró en la cárcel cuatro años después de
iniciarse el caso Gürtel, sino por quién lo pidió. ¿Cómo explicar que la
propia fiscalía bajo un gobierno del PP sea mucho más dura contra Bárcenas que
la acusación popular del PSOE? El jueves, los abogados socialistas
pidieron prisión eludible con fianza. La fiscalía dijo que aquello era
poco y subió el envite a prisión incondicional; el juez Pablo Ruz aceptó la mayor. La decisión, obviamente, la tomó Ruz, pero no la habría podido abordar sin el respaldo de la fiscalía.
Las
teorías para explicar la decisión de la fiscalía son variopintas. Otros
imputados de la Gürtel responsabilizan a las dos fiscalas que llevan el
caso, que siguen siendo las mismas que lo iniciaron con Garzón. En la Audiencia Nacional, la explicación más extendida es que la fiscalía -con información del CNI-temía que Bárcenas se fugase, lo que habría supuesto para el Gobierno un terremoto solo comparable con lo que fue para Felipe González la fuga de Luis Roldán. Y para Bárcenas y su entorno, el responsable directo es el ministro Gallardón: el único que quedaría limpio de sobres y paja si el extesorero canta; el hombre por el que ahora apuesta José María Aznar como futuro líder del PP.
«Rajoy sabe que Gallardón está
jugando contra él y que pretende que yo estalle y hable de los papeles.
En la primera crisis de Gobierno, estará fuera», decía Luis Bárcenas pocos días antes de entrar en prisión. Hasta el jueves, Bárcenas aún
pensaba que seguiría en libertad, que sus amigos le ayudarían, que solo
había contra él «un delito fiscal, y por eso en España no va nadie a la
cárcel». Es evidente que se equivocó. Por ahora, Gallardón sigue en el Gobierno mientras Bárcenas duerme en la cárcel. Su mujer, Rosalía Iglesias, está destrozada; según su entorno, es quien peor lo lleva. Ella, más que él, será quien decida cómo responder.
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