Leo que el Papa Bergoglio ha publicado su primera encíclica y que trata sobre la Fe. Creo que se titula "Lumen Fidei". La luz de la fe. No pienso leerla, pero tampoco la rechazo ni me molesta. Lo cierto es que, con todos los respetos, me importa un bledo. Me es indiferente. Pero sí he leído los comentarios sobre ella que hoy hace Eugenio Scalfari en La Repubblica, porque me merece más confianza la lucidez probada de este insigne ateo, intelectual y periodista, que las letanías y variaciones sobre el mismo tema de cualquier papa por más abierto e inteligente que se muestre. El hecho de haber llegado a tal cargo en ese montaje, para mí, le invalida como fuente de interés. Respeto su persona y su dedicación fervorosa a uno de los oficios más viejos del mundo: manipular mentes y emociones invocando florituras y binzantinismos teológicos. Pero también es cierto que esa iglesia y esa influencia social están ahí porque unos cuantos millones de seres humanos lo desean o lo necesitan, porque tal vez sin ese bastón no tendrían apoyo alguno que puedan entender y les cosuelen los sermones y las explicaciones que aparquen el miedo a lo desconocido y la responsabilidad del libre albedrío. Afortunadamente la conciencia y la sensibilidad humanas han avanzado bastante más de lo que parece, si sólo se leen las noticias y se ven telediarios. Y esa religión consumirá su tiempo mientras haya oleadas de dormidos que necesiten la nana para dormir sin sobresaltos.
Scalfari toca puntos interesantes en su artículo; muy interesantes. Distingue muy bien el lado anecdótico del lado simbólico de los evangelios, sobre todo del Evangelio de Juan. La figura de Jesús, como la de Buda, como la de Krishna, como Sai Baba o Gandhi, son fenómenos humanos y divinos al mismo tiempo. No por raros y marcianos, sino porque en ellos la humanidad llega a manifestarse en tal plenitud esplendorosa que se coloca a nivel de plena divinidad. Esos seres que de vez en cuando produce nuestra especie, no son casualidades ni fenómenos paranormales, sino destellos de la humanidad en su máxima expresión en el nivel cósmico que podemos comprender y experimentar. Una realidad que se escapa a la percepción de baja intensidad con que funcionamos aún en el parvulario humano. Estos seres son como la aparición asombrosa que tendría un niño con madurez de catedrático de universidad formando parte de una clase de parvulario. Un niño mucho más lúcido y clarividente que sus maestros, con un cociente intelectual que triplica el "normal", por ejemplo y unas capacidades de comprensión racional-emotiva muy por encima de la media. Que juega en el recreo, que funciona como un niño, pero cuya inteligencia y cuya alma están a años luz del resto.
Así son esas figuras, cuya normalidad no se asimila y se deforma en relatos que intentan hacerlas asimilables por la lógica rutinaria, pero que nunca lo consiguen. De hecho los únicos que pueden entender con naturalidad y sencillez esa enorme realidad son los místicos. Nunca los teólogos ni los científicos. Ni los religiosos esclavos de los dogmas y del poder pseudoespiritual. El espíritu no necesita "poderes". Es autosuficiente universal. El místico ha transmutado su primitivismo mental por el amor inteligente, vive fundido en un mar de vida infinita y lo experimenta constantemente, como se experimenta la respiración o el latido de las venas. Ha superado las barreras espesas del ego narciso y su estado de necesidad, sin morir en el intento, pero liquidando la muerte como obstáculo, sin lucha, sin miedo, sin cinismo, sin "imagen", sin tener que difundirlo por el mundo como un milagro de su propia y ridícula parafernalia. A un ser como Jesús o como Buda o como Krishna, etc... (que curiosamente no se molestaron en dejar nada por escrito, y con eso demostraron su perfecto conocimiento del percal humano, tan adicto a dogmatizar y deformar todo lo que pilla por escrito) lo cierto es que la opinión que se tenga de él es lo que menos le importa. Y, en efecto, sabe muy bien qué es la familia, algo mucho más grande que los genes y los hábitos sociales de grey biológica. También conoce a fondo la felicidad que no se agota. No se asusta de las debilidades porque las conoce como a sí mismo. Pero son para él/ella, una ocasión perfecta para disfrutar la humildad y la paz de no estar sometido ni siquiera a eso. Así puede perdonar a sus verdugos y entender su precariedad "porque no saben lo que hacen", es decir porque un verdugo no sabe que se mata y se tortura a sí mismo cuando lo hace a otros que ve y siente distintos y enemigos, lo que es un engaño aparente y no la realidad.
En fin, todo esto es para comentar la poca importancia que tiene el hecho de que el Evangelio de Juan pudiese escribirse en el año 80, en el 30 o en el 200 después de Cristo. El tiempo es lo de menos a ese nivel de conocimiento y de experiencia esencial. Lo que se describe no son hechos históricos, sino metáforas cargadas de energía transformadora, que se van desvelando en la medida que la luz de que al principio se habla, va iluminando no sólo la mente, sino el corazón, los sentimientos y, sobre todo la coherencia de la conducta, que no se rige ya por leyes impuestas desde fuera sino por es mismo imperativo categórico que Sócrates ya practicaba, que Kant define muy bien, acompañado por el conocimiento real e instantáneo que Descartes o Pascal, apuntan con una certeza espléndida o con la lúcida seguridad con que Tomás de Aquino pedía que se quemasen sus escritos teológicos, después de ver cuantas tonterías había rebuscado en su mente antes de que estallase en su centro la verdad indescriptible del infinito.
Jesús no se detuvo en el hecho de amar al prójimo como a uno mismo, fue más allá, dijo, y practicó, el amor sin límites, del que "da la vida por sus amigos" y por amor a quienes le rodean. Son los casos como el de Maximiliano Kolbe, capaz de sustituir ente el verdugo a un padre de familia, sin que nadie se lo pidiera. No era un masoquista ni un loco, simplemente había dejado que el amor le llevase a la plenitud. Había perdido todo miedo y todo prejuicio. Lo mismo que Ignacio Ellacuría hizo en el año 89, cuando decidió no abandonar a sus amigos en El Salvador sabiendo que estaba condenado a muerte si volvía. Lo mismo que un chico de 21 años al que la CIA amenazaba con matar en el desierto subsahariano, por ayudar a los más olvidados y no querer cooperar con la política de control universal y la miseria, tuvo el valor de decir a los verdugos que podían matarle porque él no podía defenderse, pero que con eso no iban a conseguir que les obedeciese contra su conciencia, porque la vida se acaba, pero esa conciencia es vida y gozo que nadie puede quitarle. Y esa vez los verdugos se rindieron ante la luz. O como Natalia Martínez en Haiti, cuando se enfrenta sola a una banda delincuente y les hace cerrar las navajas y comer un bocadillo y tomar un vaso de leche. O a sus sesenta años, dormir durante año y medio a la belle etoile, porque el terremoto dejó sin techo su barrio. No se escapó a París ni a Valencia, para huir del desastre. Allí sigue, superados los escombros, el miedo, la rabia, la sed, la pobreza absoluta, al hambre, el cólera que llevaron las tropas "de rescate", y la basura diaria que el mundo satisfecho de Narciso, arroja al mar de la insolidaridad.
Caro Scalfari, tus razones son impecables y las comparto mucho más que cualquier entrega literaria de los papas. Porque son mucho más honestas. De hecho, a ti te leo y a ellos no. Pero hay razones que conozco y he vivido muy de cerca, que superan la lógica de cualquier razonamiento perfecto. Son las razones del corazón, en las que el pobre pensamiento ragioniere se disuelve, cuando la luz se hace en medio de la oscuridad, la mente se rinde al Intelecto ilimitado y el lujoso refugio de Narciso se convierte, primero, en un tugurio insignificante, apagado y carente de interés y después diventa proprio briciole. En ese punto, Virgilio se retira con sus discursos históricos tomados de aquí y de allá; Dante e Beatrice entrano in Paradiso. Es decir, el alma y el espíritu se unen para siempre en el templo de la Inteligencia Amorosa "che mouve il sole e le altre stelle". En la Flauta Mágica, Mozart y Schikaneder lo explican con pelos y señales. Es una Divina Ópera que podría ser la banda sonora de La Divina Commedia. Mucho más que música y poesía.
Post Data. Queda algún punto por comentar.
* "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" tiene el doble valor de que la toma de tierra del espíritu es el motor que hace despegar a la materia hacia planos más sutiles y evolucionados. La mejora, la pule, la inspira y la ilumina. Nacimientos como el de Jesús el Cristo, el de Shakiamuni Gautama, Buda o el de Krishna, o el Mohandas Gandi el Mahatma o el de Sai Baba o Paramahansa Yogananda, tienen la función, no de crear religiones ni creencias, (la "fe", que salva por sí misma, sin que los hechos y la limpieza del corazón y de la mente la acompañen, es una aberración) sino la de despertar la conciencia superior que unifica potencias, mente, y emocionalidad, razón y deseo, en el nivel del espíritu, hasta unir los dos planos que se manifiestan como uno solo en la compasión, en la misericordia y el amor incondicional, o sea, en la práctica indiscutible, sin cuyo "trabajo", no sirve de nada ni la materia ni el espíritu; eso significa dotar a la vida mecánica de sentido y de proyección cósmica, de integrarla plenamente en la creación constante como parte de un Todo salvífico, amoroso e inteligente,vivo, activo, modificador y creador de planos nuevos, que deja de concebirse como un poder ilimitado, temido y contemplado con ojos desconfiados, temerosos, soberbios, vanidosos y supersticiosos, deficientes en realidad, porque les falta la humildad primordial que es la puerta de la sabiduría, para reconocerlo como nuestro origen y destino real, a lo que se ha llamado Abbá, Zheus Patér, Deus Pater, Dios Padre, Brahma, Baba, etc...No como "teología", que sólo es una boutade ilusoria, grandilocuente y hueca, sino como experiencia transformadora y alquímica.
Desde las raíces indoeropeas hasta hoy, el alma humana ha sabido poner nombre tierno y cercano a una realidad que la oscuridad del inconsciente y de una razón recortada, a la medida egocéntrica de la necesidad y del miedo, no consiguen ver ni percibir, precisamente, porque el círculo vicioso y egocéntrico de Narciso lo impide con su inmadurez sempiterna y ya fuera de tiesto evolutivo a las alturas del tiempo en que nos encontramos. Esa fastuosa dedicación al placentero y redundante autoensimismamiento, egoísmo atroz e inhumano, nos ha traído este mundo descompuesto e irresponsable que ahora mata y expolia a sus estúpidos demiurgos. Alumnos aventajados del dragón apocalíptico, que no es una aparición catártica de último momento, sino un mundo paralelo desde el comienzo de la aparición de la especie, que se puede libremente elegir o rechazar. Como Dante, Beatriz y Virgilio, como Tamino, Pamina, Sarastro, la Reina de la Noche, Papagueno y Papaguena.
Nadie nos condena a nada a lo que nosotros mismos no elijamos encadenarnos. El Verbo se hizo carne porque la misma carne es la sustanciua material de la divinidad. "Se os dijo: "sois dioses" y es cierto", dice Jesús en el Evangelio. Es la combinación exacta entre el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, que es exactamente lo mismo. Por decirlo y afirmarlo sin tapujos, se crucificó y asesinó al primer mensajero que se atrevió a confirmarlo en público y con señales inequívocas. Y así se quemaron "herejes" por el mismo motivo cada vez que alguien se atrevía a repetir la Buena Nueva, que era, precisamente esa noticia espléndida.
Seguramente no hay cosa peor y peligro más grande que un Dios que olvida su divinidad y la emplea para frustrar constantemente su esencia divina, con las basuras que se inventa para escapar de ella.
Post Data. Queda algún punto por comentar.
* "El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros" tiene el doble valor de que la toma de tierra del espíritu es el motor que hace despegar a la materia hacia planos más sutiles y evolucionados. La mejora, la pule, la inspira y la ilumina. Nacimientos como el de Jesús el Cristo, el de Shakiamuni Gautama, Buda o el de Krishna, o el Mohandas Gandi el Mahatma o el de Sai Baba o Paramahansa Yogananda, tienen la función, no de crear religiones ni creencias, (la "fe", que salva por sí misma, sin que los hechos y la limpieza del corazón y de la mente la acompañen, es una aberración) sino la de despertar la conciencia superior que unifica potencias, mente, y emocionalidad, razón y deseo, en el nivel del espíritu, hasta unir los dos planos que se manifiestan como uno solo en la compasión, en la misericordia y el amor incondicional, o sea, en la práctica indiscutible, sin cuyo "trabajo", no sirve de nada ni la materia ni el espíritu; eso significa dotar a la vida mecánica de sentido y de proyección cósmica, de integrarla plenamente en la creación constante como parte de un Todo salvífico, amoroso e inteligente,vivo, activo, modificador y creador de planos nuevos, que deja de concebirse como un poder ilimitado, temido y contemplado con ojos desconfiados, temerosos, soberbios, vanidosos y supersticiosos, deficientes en realidad, porque les falta la humildad primordial que es la puerta de la sabiduría, para reconocerlo como nuestro origen y destino real, a lo que se ha llamado Abbá, Zheus Patér, Deus Pater, Dios Padre, Brahma, Baba, etc...No como "teología", que sólo es una boutade ilusoria, grandilocuente y hueca, sino como experiencia transformadora y alquímica.
Desde las raíces indoeropeas hasta hoy, el alma humana ha sabido poner nombre tierno y cercano a una realidad que la oscuridad del inconsciente y de una razón recortada, a la medida egocéntrica de la necesidad y del miedo, no consiguen ver ni percibir, precisamente, porque el círculo vicioso y egocéntrico de Narciso lo impide con su inmadurez sempiterna y ya fuera de tiesto evolutivo a las alturas del tiempo en que nos encontramos. Esa fastuosa dedicación al placentero y redundante autoensimismamiento, egoísmo atroz e inhumano, nos ha traído este mundo descompuesto e irresponsable que ahora mata y expolia a sus estúpidos demiurgos. Alumnos aventajados del dragón apocalíptico, que no es una aparición catártica de último momento, sino un mundo paralelo desde el comienzo de la aparición de la especie, que se puede libremente elegir o rechazar. Como Dante, Beatriz y Virgilio, como Tamino, Pamina, Sarastro, la Reina de la Noche, Papagueno y Papaguena.
Nadie nos condena a nada a lo que nosotros mismos no elijamos encadenarnos. El Verbo se hizo carne porque la misma carne es la sustanciua material de la divinidad. "Se os dijo: "sois dioses" y es cierto", dice Jesús en el Evangelio. Es la combinación exacta entre el Hijo de Dios y el Hijo del Hombre, que es exactamente lo mismo. Por decirlo y afirmarlo sin tapujos, se crucificó y asesinó al primer mensajero que se atrevió a confirmarlo en público y con señales inequívocas. Y así se quemaron "herejes" por el mismo motivo cada vez que alguien se atrevía a repetir la Buena Nueva, que era, precisamente esa noticia espléndida.
Seguramente no hay cosa peor y peligro más grande que un Dios que olvida su divinidad y la emplea para frustrar constantemente su esencia divina, con las basuras que se inventa para escapar de ella.
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