miércoles, 3 de julio de 2013

Cara y cruz, luz y sombras del plan Merkel

Merkel ha hablado largo y tendido ante los agentes mediáticos fabricadores del consentimiento. Se ha explicado divinamente, sobre todo porque le conviene de cara a los votos, presentar su mejor look. Y lo ha hecho muy bien. Con sinceridad y certeza. De cara y sin retruécanos ni evasivas. Es lo que diferencia a un jefe de gobierno alemán de otro mediterráneo. La claridad, la mente ordenada y la decencia. Y el sentido de responsabilidad. 
Sana envidia nos da por lo que respecta a mister Plasmariano y su delirio escaqueante. Ha quedado meridiana la diferencia entre un ppero español y otro alemán. Para que no nos hagamos ilusiones de que las ideologías  son las perturbadoras de la sociedad y de la política; no es así. Lo son los "ideólogos" sin ideas. Cabellos cortos e ideas más cortas todavía (lo sentimos, tío Schopen(-hauer), sentimos descabalarte el argumento, pero es lo que hay, bonico)

En lo tocante a los planes de Merkel, y ante su diamantina exposición, quedan muy claros los argumentos. Y se agradece que por fin nos explique lo que nuestro presidente, en disfuciones, no atina a consumar ni a insinuar siquiera. Gracias, doña Angelines, es usted un libro abierto. Y no sabe como alivia, por fin, saber hacia donde quiere usted que vaya Europa a su decidido y honesto paso de la oca.

La visión merkeliana es coherente y aceptable desde una mentalidad limitada. Lúcida para solucionar problemas financieros a muy corto plazo. Válida para ajustar el presupuesto mensual del ama de casa, pero limitadísima de cara al mundo que se nos viene encima y nos aplastará si la cosa no cambia de sistema. La visión germano-keynesiana, no vale para el futuro cada vez más cercano y amenazante. No se trata de que "los ricos den más y de que los ricos sean necesarios", sino de que cambie el concepto de riqueza. De que la sociedad no funcione a base de equilibrios cada vez más miserables disfrazados de medidas temporales a la espera "de que todo mejore y  se ajuste" a base de recortar indiscriminadamente por todas partes, sin exigir que se recorte donde más hay y no se recorte donde no hay nada que rascar, más que desempleo, precariedad y ruina.

Por otra parte, Merkel parece ignorar que la palabra "recorte" no tiene el mismo sentido y significado en Alemania que en el Sur de Europa. En Alemania hay una cultura de quinientos años de conciencia libre y una democracia solidaria natural en la base social de su cultura, como consecuencia; en la Europa católica-cómodofanática, en cambio,  no existe esa cultura. Es la jungla. Y los recortes no se aplican, como en Alemania, a los ingresos millonarios de los ricos alemanes, que lo entienden y pagan sin rechistar, para mantener el bien común, mientras no se recorta ni un céntimo a los más pobres. La inteligencia económica sabe muy bien que aumentar la pobreza a la larga acaba por arruinarlo todo. Por eso Alemania funciona con esa receta y el Sur de Europa, se hunde con ella. Porque además las leyes se adaptan, no al modelo de recorte alemán, sino al de Curro Jiménez. A proteger a la banda y machacar a los que no han alcanzado el Olimpo de pertenecer a ella. 

El cacique político español es muy cumplidor de normas impuestas, pero las cumple a su bola. O sea, que cuando le dicen: recorta y no le dicen qué debe recortar ni por donde, como sus hábitos mentales y sociales están configurados en el feudalismo y no han conocido transición alguna del medievo al siglo XXI, pues recorta lo que a él le parece más productivo para su bolsillo y su caché. No entiende otra cosa, porque está educado para mantener a Dios, a la Patria y al Rey. O sea, al Vaticano, a los poderes políticos y financieros y a la monarquía, a la dictadura o a cualquier cosa que mande desde un palacio. Es lo sagrado. Lo que no se puede recortar jamás y, justo, es el peso muerto que no produce nada porque no trabaja, sólo especula y chupa del bote.
Ergo, ¿qué recorta ese tipo de sociedad caciquil? pues los sueldos y las oportunidades de empleo. Usted, Doña Angelines, les dice "flexibilizar" y ellos no entienden facilitar el hueco para que haya más trabajo, sino ofrecer a los empresarios la oportunidad del despido sin derechos y de repartir, no los trabajos y horarios, sino ese mismo sueldo para cuatro, con más horas y menos derechos, algo que en Alemanía sería delito y aquí es el amargo pan nuestro de cada día. En Alemania el Estado aporta al presupuesto de cada persona o familia, lo que le falta para alcanzar los 900 euros que se consideran lo mínimo para poder vivir. Eso en el Sur de Europa es impensable. Novecientos euros, gracias a los recortes acomodaticios del gobierno cacique, equivalen a cuatro sueldos, a cuatro trabajadores. Y que que no protesten, porque hay cola para ganarlos, porque más valen 225 euros al mes que nada. Y teniendo en cuenta que para ganarlos hay que hacer más horas cada vez, pues resulta que ni siquiera es posible acceder a otros minijobs que completen la mensualidad. ¿Podría vivir en Alemania un trabajador con esa cantidad?

Querer imponer a machamartillo un modelo estupendo de sociedad donde esa sociedad ni existe ni se comprende, es el error más grande de Doña Angelines, y quizás del mismo proyecto UE, con su mejor voluntad, de la que, conociendo a los alemanes, no se puede dudar que exista. Pero una buena voluntad aplicada donde no hay sitio para ella, puede ser una aberración y parecer y acabar siendo el IV Reich, sin que eso lo desee Alemania, de lo que podemos estar seguros. Eso Doña Merkel no lo ve. Ahí tiene una de sus más duras y peligrosas limitaciones. Es como ir a Somalia y exigir que para que crezcan sigan un plan que les va fenomenal a los noruegos. Somalia necesitaría al menos tres o cuatro siglos para poder acercarse a ese objetivo. No porque sea subnormal, idiota ni perezosa, sino porque su esencia cultural y genética está marcada por unos hábitos antropológicos que están anclados en otro plano. El cambio requiere años, educación, cambio profundo de visión y muchiiiiísima paciencia, tolerancia, cooperación y solidaridad. Algo que en un mundo regido por la brutalidad del mercado del dinero, no existe ya.

Por otra parte ese modo merkeliano de entender el progreso no sirve  en el siglo XXI, aunque fue bueno en el XIX y en el XX, porque el mundo era distinto. No se había llegado al deterioro visible y palpable del Planeta. Las basuras y residuos de la "civilización moderna", se tiraban al mar, se enterraban en la tierra, se llevaban a los países lejanos y salvajes, pero ahora ese ritmo asesino de producción está dando sus resultados y devuelve en el ciclo del agua, del aire y de la tierra y de las migraciones masivas y desesperadas, toda la muerte, miseria y enfermedad que se fue acumulando. 
No podemos seguir produciendo lo mismo, ni manteniendo formas de vida, economía, trabajo, finanzas y política, en esa línea. Y en Alemania, salvo los verdes, no se tiene en cuenta la imperiosa necesidad de que se comience la transición de un sistema agotado hacia otro nuevo y lleno de oportunidades diferentes que hay que crear. Para eso el paradigma del dinero debe cambiar, pasando de ser una finalidad a ser sólo una herramienta simbólica de trueque y mucho menos seguir como negocio especulativo y degradante de las economías del gasto y del ahorro, vapuleador del esfuerzo y la solidaridad, que construyen el bien común, un imposible en el matadero despiadado del neoliberalismo cegato y torpe. Adicto al beneficio inmediato. Pan para hoy y hambre para mañana.

Lo que Merkel no contempla desde sus cristales impolutos en el centro de Berlín, es que ese orden estupendo por el que trabaja no es sostenible y que en menos de un veintenio habrá consumido las reservas del Planeta que quedan disponibles para el tren de vida que lleva la peña depredator. No por culpa de que los ricos no inviertan lo suficiente, sino porque no es el dinero lo que hay que invertir, sino las voluntades y las inteligencias. La grandeza de miras a la hora de usar el monedero para abrir caminos transitables. Los recursos humanos son la riqueza más grande que tenemos y es la que peor se trata y peor se cuida. Pero es cierto que en Alemania sí que se valora la valía de las personas. Por eso acogen y fomentan esa riqueza que otros países tiran por la borda. En Alemania una inteligencia competente no se deja escapar aunque sea de otro país.

Hay un punto muy importante en el discurso de Merkel y que no debería pasar desapercibido para los políticos españoles: el cuidado, promoción y fomento de los trabajos manuales, lo hecho en casa, lo cultivado, lo acabado con amor y delicadeza, el pequeño comercio que es imprescindible, forman la base de la economía real y de la satisfacción personal, que es uno de los dividendos más ricos que aquí no se tienen en cuenta y en el país de Merkel, sí. 
En Alemania se ven vallas y carteles publicitarios preciosos que invitan al trabajo artesano perfeccionado día a día, al cultivo de la tierra y sus productos de un modo ecológico, a la artesanía del mueble, de la restauración, de la gastronomía, de la costura, los talleres de  reparaciones y reciclado. Las terapias alternativas son una opción laboral muy extendida y valorada. El mercado de segunda mano es de lo más natural, en muebles, vehículos, libros, bicis, electrodomésticos, etc. Las granjas y los cultivos están por todas partes. Vayas donde vayas. Igual que en Francia. Nadie abandona su tierra ni la vende; la conservan y la trabajan aún viviendo en las ciudades y trabajando en otras cosas. 
En la Europa del Sur vivir del campo o cuidarlo es una maldición bíblica, aún se sigue con la idea decimonónica de que la agricultura y la artesanía son una penitencia y no un regalo de la naturaleza para crecer y mejorar con ella y alimentar y ayudar a los demás con el trabajo limpio y digno de nuestras manos. Tiene también explicación muy lógica, las tierras desde siempre eran latifundios y el labrador, jornalero. Todavía existe esa lacra y prejuicio mental -emotivo que hace rechazar la agricultura como un medio muy mejorable y estupendo de vida.

En el tema del control político sobre banca y mercado financiero y ética económica Merkel no tiene planes visibles. Quizás sepa mucho pero contesta poco y los entrevistadores no han insistido en pedirle explicaciones al respecto. O al menos no las ha expuesto con claridad o nadie en la entrevista le ha preguntado claramente por ellas. Es un vacío que se debe llenar cuanto antes para que se conozcan las intenciones de la cancillera y su gobierno en ese aspecto fundamental que supedita a Europa a Wall Street, al Pentágono, al Capitolio y a la Casa Blanca. ¿Por qué esa cabezonería en seguir los informes del rating y el FMI, teniendo en cuenta el poco rigor que tienen y los elementos que lo dirigen: Rato y Lagarde, corrompidos y DSK, un primor de personita? Y además de teledirigidos e implicados en las decisiones militares de los USA, espiados a punta pala por la CIA y la NSA. ¿Por qué la Europa comunitaria no dispone de un organismo de rating propio  para asegurarse de que no la están timando? ¿Por qué un euro fuerte es peligroso pero un dólar más fuerte que el euro es un alivio? ¿ O es que la connivencia con el timo entra en el pack de un poder "a sueldo" y subvención de Yankilandia?

En cuanto a las comparaciones infantilonas entre Merkel y Hollande, a que alude la entrevista, cabe añadir que Sarkozy gobernó en el mismo Eliseo encopetado y nadie achacó a esa circunstancia su falta de tacto social , las injusticias brutales y bastante cretinas de su gobierno, las represiones dictatoriales y las corrupciones infinitas. La xenofobia con los gitanos y el racismo contra los barrios marginales. Es muy curioso que los periodistas fabricadores del consentimiento, sólo se fijen en el edificio histórico y no vean todas las medidas que Hollande ha puesto en marcha para la creación de empleo, la liquidación y subasta de los coches oficiales, los recortes de los sueldos políticos, la creación de escuelas y guarderías...en fin. Por otra parte es muy lógico que el gobierno alemán no quiera tener una sede en ningún palacio que recuerde al III Reich. En Francia, en cambio, el palacio del gobierno recuerda la libertad, la igualdad y la fraternidad. En Alemania tiene connotaciones que no apetece recordar. Por eso se simplifica y se prefiere la sencillez de lo que nunca evoque su pasado grandilocuente y ampuloso del que se avergüenzan; el Estado bunker. En Francia, en cambio, ese pasado es entrañable y reconfortante. Los palacios los conquistó la ciudadanía en el siglo XVIII. Y sienten que les pertenecen. Y que el presidente es un francés del pueblo y que cualquiera lo puede ser. En Alemania los palacios y sus habitantes recuerdan a una élite nazi que se apoderó, con mentiras en las urnas, de la voluntad ciudadana y la anuló para imponer una visión demoledora y terrible del Estado como terrorista exterminador. No se pueden comparar los conceptos de "palacio" entre ambos acervos culturales y sociales después de las experiencias vividas, digeridas y metabolizadas por ambos países.

En fin, que en el discurso de Merkel se ve mucho más de lo que Rajoy haya podido farfullar en año y medio de interferencias, malas traducciones y peores interpretaciones. Pero el discurso no tiene una visión de alcance largo, es una pena que sea así, tan limitado, porque está impidiendo y atascando las posibilidades de hacer una Europa unida en un nivel mucho más alto y soberano, más evolucionado y humanitario, más inteligente.

De todos modos, no se puede descartar que Merkel, que no tiene un pelo de tonta, despierte y se ponga las pilas y comprenda los matices y aplicaciones que pueden mejorar y arreglar muy bien el desastre. Para ello cuenta con un colaborador excepcional: François Hollande. Una suerte para la pobre Europa del Sur, pisoteada por una clase impresentable, que se ha dado en llamar política por puro eufemismo. Sólo es un hatajo de caciques consentidos por pueblos en estado catatónico, que a su vez son el semillero del caciquismo. Un verdadero círculo vicioso con el que Merkel nunca se entenderá, porque es imposible si Merkel no aprende a entenderlos y a conocer sus trampas marrulleras en el juego de la gobernanza prêt-à-porter.

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