La vergüenza de las televisiones la noche del 24
La noche del 17 de diciembre de 1983, cuando un incendio
en la discoteca Alcalá 20 de Madrid sembró el pánico y 78 jóvenes
murieron antes de conseguir salir de la ratonera en que se convirtió el
local, unos compañeros de televisión española, la única que todavía
existía en España, se enteraron de la tragedia mientras tomaban unas
copas. Sin dudarlo un instante corrieron a Torrespaña para conseguir una
cámara y poder cubrir la noticia, pero en seguridad les dijeron que
necesitaban una autorización para sacar material profesional del
edificio.
Treinta años después de aquello, lo que ocurrió este miércoles en
Santiago a la hora de informar del siniestro del tren Alvia no es que
haya sido igual: ha sido mucho peor porque hace mucho tiempo que existen
decenas de canales televisivos que el 24 de julio no sirvieron para
nada. En 1983 no sabíamos lo que era un teléfono móvil y las cámaras de
vídeo pesaban una burrada además de necesitar un carrito BCN-20 para
transportar la cinta grabadora. En 2013 hay un smarthpone casi en cada
bolsillo, existe el streaming, las minicámaras, las unidades móviles que
se desplazan en un plis plás… Pues nada. Casi, casi como en Alcalá 20.
Sin interrumpir la programación habitual, un banner daba cuenta en
algunas cadenas de la tragedia que se estaba viviendo a las puertas de
Santiago de Compostela tras descarrilar un tren en el que viajaban más
de doscientas personas. A medida que transcurrían los minutos aumentaba
el número oficial de víctimas pero las televisiones ni brindaban
imágenes ni informaban en directo.
Las redes ganaban por goleada: periódicos digitales, páginas webs,
facebook … y sobre todo twitter. En facebook pude leer cómo un
periodista de tve se lamentaba de lo que ocurría en la casa para la que
trabaja con estas palabras: “En 5 minutos de twitter me he informado
mejor que en 15 minutos del informativo 24 horas de Tve (tramo 22h 35m –
22h 50m)”
La televisión, todas las televisiones, las públicas y las privadas,
perdieron la batalla del 24 de julio a manos de twitter… y de la
sempiterna radio, que es el medio que nunca nos falla. Cuando apenas
media hora después del accidente escuchaba en la Ser a Xaime López
narrar in situ, emocionado y atropellado, todo lo que veía con sus
propios ojos tras haberse colado con el grupo de seguridad de una de las
autoridades gallegas, cuando escuchaba a los policías echarlo del lugar
desde donde se había convertido en la referencia informativa de media
España, me sentí orgulloso y hasta “envidioso” de ese trabajo
periodístico al tiempo que no me explicaba cómo, en pleno año 2013, la
televisión en nuestro país continúa sin ofrecer el servicio para el que
se supone que está concebida cuando llegan momentos importantes.
Había hasta cadenas extranjeras retransmitiendo, en los time lines de
las redes no se hablaba de otra cosa y hasta las ultramontanas tedetés
le acabaron mojando la oreja a las llamadas televisiones generalistas.
Especialmente sobrecogedor fue el tuit de quien contaba cómo, mientras
sacaba un cadáver del vagón, el teléfono móvil de la persona fallecida
no paraba de sonar.
Las redes hervían, la CNN y la BBC retransmitían… mientras las
televisiones españolas, todas, estaban a por uvas o sirviendo una
información nefasta, escasa, torpe y casi inútil como en el caso de tve y
su pariente pobre 24 horas. Me gustaría que el problema hubiera sido
sólo la impresentable burocracia, como ocurrió en 1983 a quienes
quisieron ir a por una cámara para cubrir la tragedia de Alcalá 20 y no
se les permitió cogerla. Pero cuando la burocracia ahoga la eficacia es
porque hay alguien que lo permite, o que por lo menos no tiene entre sus
prioridades preocuparse porque esas dificultades no existan.
¿Acaso había que controlar ahí algún plano de Rajoy? ¿No? Pues
entonces, para qué ibamos a preocuparnos ¿Había que manipular algún
total donde alguien metiera caña al gobierno? ¿Tampoco? Pues entonces
tranquilos. Mañana sería otro día.
La televisión de la propaganda ha abdicado de la apuesta por la
noticia, se ha desentendido de la información, que es el principal
sentido de su existencia. Pero no solo eso: es que en casos como el de
este miércoles-noche había números de teléfono que repetir mil veces por
su utilidad, había llamamientos urgentes que propagar para donar sangre
cero negativo, eran muchos los allegados de los presuntos afectados por
el accidente que estuvieron huérfanos de datos y a los que una
televisión pública competente podía haberles sido de muchísima utilidad…
Las televisiones, el miércoles por la noche, dejaron pasar la mejor
oportunidad de ser útiles que han tenido en mucho tiempo.
No estuvieron a la altura las televisiones públicas ni tampoco las
privadas. Claro que después de haber leído, justo 24 horas antes en El
País cómo el mandamás de Tele5 proclamaba con absoluta desvergüenza que
en los informativos de sus cadenas no hay periodistas sino
comunicadores, todo se entiende mucho mejor.
¿Informar la noche del 24, ser útiles? ¡Quita, hombre! ¿Explotar el
morbo inherente al suceso a partir del día siguiente sin ningún tipo de
rubor mañana, tarde y noche? Por supuesto, todo lo que se pueda y más.
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