Si buscas en tu interior descubrirás algo que te permitirá entender:una chispa de desencanto y descontento, que si aumenta, acabará con todo el mundo ilusorio en el que vives, desvelando ante tus asombrados ojos el reino de mentiras en que has vivido siempre. ¿Te has sentido alguna vez asqueado de la vida, mortalmente aburrido de huir constantemente, de miedos y ansiedades, cansado de mendigar, harto de ser arrastrado por tus apegos y adicciones? ¿Has sentido alguna vez la total falta de sentido de luchar por conseguir una posición, un título, un trabajo, una inquietud constante y enfermiza, un aburrido cansancio de dar vueltas atrapado en el mismo círculo, viviendo en una confusión emocional originada por no poder conseguir lo que te afanas en poseer? Si lo has sentido, el divino descontento habrá brotado en tu corazón, es el momento de cultivar esa chispa y conseguir alimentarla antes de que la rutina de siempre la apague con su estado perentorio de necesidad. Es la ocasión que te depara el destino para que examines tu vida y que la chispa de la conciencia siga creciendo sin que la costumbre y la rutina la apaguen distrayéndote de esa tarea imprescindible.
Es el momento en que comprendes que no hay absolutamente nada ajeno a ti que pueda proporcionarte una alegría duradera. En ese momento nacerá un temor en tu sistema mental y emotivo: el miedo a que si aceptas lo que está naciendo en ti, ese descontento por todo se convierta en inadaptación devastadora que te reduzca a un estado marginal porque te rebelarás contra todo lo que tu cultura, tu religión, tu sociedad y tu mundo consideran estimable; contra la forma de entender, pensar y percibir el mundo que ese sistema te ha obligado a aceptar. Ese huracán terrible no se limitará a poner en peligro tu nave, sino que la reducirá a astillas y la hundirá para siempre. Te verás aislado de los que te rodean porque todo lo que para ellos es vital y les entusiasma, tú has comenzado a percibirlo como la basura podrida y hedionda que es en realidad. Y todo aquello de lo que los demás huyen sin parar ha dejado de infundirte terror. Has alcanzado una serenidad intrépida y libre, porque has abandonado el mundo ilusorio y has entrado en el reino de la realidad.
Pero... no confundas este descontento divino con la desesperación que conduce a la gente, a veces, a la locura y al suicidio, en cuyo caso no se trataría del impulso místico del alma y la conciencia despiertas, hacia la vida nueva, sino el impulso neurótico hacia la autodestrucción. Ni lo confundas tampoco con el gimoteo, los malos humores y el victimismo de quienes sólo se quejan de todo: estas personas no son místicos sino pelmazos en constante campaña a favor de sus condiciones carcelarias, cuando lo que necesitarían sería abrir las puertas de su prisión voluntaria y salir en libertad.
La mayoría de las personas, cuando sienten dentro el aguijonazo de este descontento, o bien huyen de él drogándose con los afanes de trabajo, amistad, compañía, o canalizan ese mismo descontento hacia labores sociales o creativas como el arte, la literatura, la música, los inventos creativos, etc...Se contentan con la reforma, cuando lo necesario es el cambio, la construcción de lo nuevo. Esas personas parecen muy activas, hasta compulsivamente activas, y sin embargo están muertas y contentas de habitar en la región de los muertos.
La prueba irrefutable del descontento divino, que nada tiene que ver con lo que has dejado atrás, es que en eĺ no hay el menor rastro de tristeza ni de frustración ni de amargura, sino que aunque a veces puedas sentir cierta inseguridad o cierto miedo al proceso que vives, ese descontento siempre está acompañado de una alegría profunda y constante. La alegría del reino.
...Por lo general, el descontento que experimentas se debe a que no tienes suficiente de algo: estás insatisfecho porque piensas que no tienes suficiente dinero, o poder, o éxito, o fama, o virtud, o saber, o amor o santidad...No es éste el descontento que conduce a la alegría del reino, porque su origen es la codicia y la ambición y su consecuencia el desasosiego y la frustración. El día en que estés descontento, no porque deseas más de algo, sino porque no sabes qué es lo que quieres; el día en que estés mortalmente harto de todo cuanto has estado persiguiendo, harto incluso de perseguirlo, ese día tu corazón alcanzará una inmensa claridad, una intuición, una perspicacia, que, de un modo misterioso, te permitirá deleitarte con todo y con nada.
Tony De Mello ("Una llamada al amor"; conciencia-libertad-felicidad).
Editorial "Sal Terrae". Santander.
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