Ayer en "El Objetivo" de Ana Pastor, Bono fue el invitado VIP. Bono es el modelo de buen gestor irreprochable y de político-albañil, experto en parches de alquitrán, en cubre goteras al temple y cubre desconchados con acuarela y acrílica. Cuando se trata de cubrir lo incubrible, Bono se convierte en el arquitecto del trampantojo. En el albacea de una memoria histórica que a estas alturas de los tiempos, no se tiene en pie, como los borrachos después de la inmersión en la melopea.
Bono cambió la antigua Castilla la Nueva y la convirtió en la moderna Castilla-La Mancha. Es cierto que durante los casi veinte años que gobernó, la dejó de dulce. Nunca había estado tan bien, tan desarrollada, tan cívica, tan próspera, tan europea y universal, tan cuturalmente habitable y tan hermosa. También es cierto que como ministro de Defensa en el primer gobierno de Zapatero, hizo igual con el ejército. Lo dignificó. Lo liberó de atavismos y lo convirtió en una opción profesional con mucha más sustancia cívica y solidaria que ardor beligerante y mucho más respeto democrático que acaloramiento patriotero y bocazas ametrallador. Hasta dar el paso cívico de la UME (Unidad Militar de Emergencias) y la revisión humana y justa del crimen oficial del Yakolev. Hasta ahí, perfecto.Además es justísimo y de una ética ejemplar que Bono no viva de las rentas de sus cargos institucionales y lo haga de su profesión que es la abogacía. Algo que le honra y es un ejemplo que no todos los socialistas imitan. Por no decir ya los pperos, de cuyas inclinaciones más vale huir y distanciarse, por su incompatibilidad con la ética y la decencia más elementales.
Sin embargo a Bono,en su ehpañolitis idiopática, le falta el hervor de hombre de estado coherente. Su "sanchopancihmo" pragmático como gobernador de la Ínsula Barataria, no le ha dejado, ni le permite, alcanzar la visión del caballero andante, que es propia de los gobernantes de raza y no del poli municipal con "chihpa", como Plinio. El entrañable marujo investigador y aclarador de entuertos de tabernilla, de alguacil y sementera, que la gracia populachona de García Pavón convirtió en novela por entregas. En el serial literario de La Mancha. Un gestor estupendo de la "justicia"... en Tomelloso, que por nada del mundo habría denunciado jamás los enjuagues de ningún alcalde franquista de la época; porque la figura del jefe tribal debe conservarse prudentemente en el formol de las apariencias para que la máscara tape la mugre y el "orden social" no se altere ni se desmigue. Ni el figurón se descomponga. Bono va en la misma línea del lampedusiano Principe de Salina: hacer que todo se modifique para que nada cambie.
Eso hizo Bono ayer en la entrevista del El objetivo. Una salida al mejor estilo simplista de Plinio. La del pequeño cacique agradecido al cacique mayor del reino. "Eh que yo al rey le debo la vida". El político de raza, el hombre de horizontes amplios, y conciencia despierta al máximo, nunca diría tal cosa. Más bien haría como el Cid en Santa Gadea: pasar por encima de los rituales pomposos y "agradecidos" y pedir al rey pillado en su propia trampa, la demostración pública de que no se ha corrompido, de que no se ha vendido al chanchullo, que deje a su hija demostrar su inocencia en los juzgados, si es cierto que la "justicia es igual para todos", que haga todo lo posible para que la verdad de los hechos haga que Montoro se calle y Hacienda no haga el ridículo más espantoso de la Historia contemporánea, que no impida que su yerno vaya a la cárcel por prevaricación osmótica y apropiación indebida de caudales públicos. Pero Bono es católico militante y absolutamente acrítico con su dogmaterapia, ha heredado ese tic de nadar y guardar la ropa, ese modo subliminal e infraconsciente de repartir los beneficios de la duda entre Dios y el César, haciendo que los dos se vayan juntos de copas procesionales y litúrgicas.
O Bono es absolutamente iluso y en 32 años no ha sido capaz de analizar y descubrir la comedia del 23F o es cómplice de la misma comedia o simplemente es bobo.
Lo del rey como héroe 23F no se sostiene ni de coña. ¿Quién puede creer a estas alturas que un individuo con el valor y temple que el CNI y la CIA quisieron adjudicarle para afianzar el trono y sacar a la luz el golpismo fanático de militares ultraderechistas y hacer de España un país obediente y curado de espantos golpistas, sería capaz de pitorrearse y esquilmar al mismo país por el que se "arriesgó" tan peligrosamente? ¿Un rey capaz del heroísmo por sus conciudadanos sería capaz de irse a cazar elefantes en el peor momento de crisis y de operarse en la Seguridad Social como cualquier español, si tuviese un accidente no laboral, sino divertente y bunga-bunga? ¿Qué rey inteligente, magnánimo y justo aceptaría firmar una constitución que le declara insolvente moral e irresponsable de sus actos peores? ¿Qué rey con ética y decencia se aprovecharía de esas prebendas inconcebibles en pleno siglo XXI, para salvaguardar no sólo su persona jurídica sino a su familia y su patrimonio también? ¿De qué lado ehtá nuehtro manchego insigne, del de la ciudadanía machacada por una realeza que no da la talla, sino el pego y disgustos a porrillo o de esa realeza con más cara que corona, toison y cetro, que sólo se salvó a sí misma en aquella comedieta deleznable? ¿A quién le salvó la vida aquel sainete? A la monarquía esperpéntica que impuesta por una dictadura y forrándose a calzón quitado, es la peor sostenedora y barnizadora de la corrupción actual.
Tal vez Bono, en la mejor de las hipótesis, obnubilado por la gratitud del guión, no es capaz de ver lo que hay. Como los enamorados, fieles a su programación ilusoria, no ven ni quieren ver la realidad de los cuernos y las traiciones: no puede ser, él/ella, no sería jamás capaz de tales vilezas. Hasta que la evidencia confirma lo peor.
Y si lo ha vihto y lo sabe, tiene la mihma veta cínica que su salvadora malestad. Sería muy triste que fuese así. Así que, mejor, un Bono iluso que un Bono cómplice. Ojalá.
Los manchegos son muy agradecidos por naturaleza. Pero el veintenio socialista los maleducó y enseñó que la gratitud política no debe ser la patente para tragarse sapos en serie. Los hizo críticos por saturación de agradecimiento, tanto, que se llegó a votar a Cospedal para compensar el exceso de bondades y beneficios. Para regular la balanza de la felicidad con el toque sado-maso. Se abandonó la vía mística de la beatitud unitiva para abrazar el camino ascético de la flagelación punitiva y la coronación de espinas a tutiplén. Y así está, convertida de autonomía en cospedalía. Eso les pasa a los manchegos por desagradecidos.
Y Bono, no quiere que le pase lo mismo. Por eso antes muerto que desagradecido. Y Vive le Roi!
Y que, de paso, Dios nos ampare, porque en tales tesituras y comedias bárbaras, es el único que está en condiciones de hacerlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario