Ya estamos todos
Iglesias parece
disponerse a plantear una campaña en clave ideológica, con más mensajes y
contenidos y menos tocar la guitarra con María Teresa Campos. Haría muy
bien
Ha vuelto Pablo Iglesias y
se nota. En una campaña donde todo se desplaza hacia la derecha extrema
y los debates no alcanzan ni siquiera la altura de las polémicas y
peleas del Sálvame, resulta reconfortante y un alivio contemplar a un
candidato que pretende correr claramente por la izquierda, sin pedir
permiso y sin pedir disculpas.
Después de un interminable desfile de oradores, que le confirió al acto un aire al festival de Eurovisión, el deseado se subió a la tarima morada el sábado al atardecer y demostró dos cosas. La primera es que vuelve en plena forma y con ganas de dar la batalla. La segunda es que tiene muy claro que debe tratar de hacerse con el espacio que está dejando a su izquierda Pedro Sánchez.
Después de un interminable desfile de oradores, que le confirió al acto un aire al festival de Eurovisión, el deseado se subió a la tarima morada el sábado al atardecer y demostró dos cosas. La primera es que vuelve en plena forma y con ganas de dar la batalla. La segunda es que tiene muy claro que debe tratar de hacerse con el espacio que está dejando a su izquierda Pedro Sánchez.
En su estrategia de ocupar el
espacio que le ha dejado libre Albert Rivera, empeñado a su vez en ir a
la derecha para quedar como sea por delante del Partido Popular, los
socialistas juegan a situarse en el medio de todos los extremos. Entre
el independentismo y el neoespañolismo, entre la extrema izquierda y la
extrema derecha, allí están ellos, los siempre moderados y sensatos
socialistas. Piden el voto para acabar con la polarización, aunque dan
pocas pistas sobre cómo piensan hacerlo. No ofrecen políticas, venden
una actitud: la derecha extrema promete pistolas y los socialistas
prometen diálogo.
Iglesias ha visto el hueco y parece
disponerse a plantear una campaña en clave ideológica, con más mensajes y
contenidos y menos tocar la guitarra con María Teresa Campos. Haría muy
bien. Para todos quienes queremos una campaña donde se confronten ideas
y visiones del mundo y se hable de políticas sanitarias, educativas,
energéticas o medioambientales, solo puede constituir una buena noticia.
Solo puede ayudar a dar cierta altura política y moral a una precampaña
que abochorna por su banalidad y prueba, una vez más, que la mayoría de
los candidatos están firmemente convencidos de que sus electores no
saben pensar, solo saben sentir y cuanto más fuertes las emociones,
mejor.
Nunca pensar estuvo tan castigado. Justo cuando
más necesitamos lideres y políticos capaces de manejar pensamientos
complejos y políticas ambiciosas, más nos ofrecen festivales de fin de
curso y chistes de despedidas de soltero.
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