Pijas por España
Se empieza por el utranacionalismo fashion, la afición desaforada a la bandera. De ahí se pasa al autoritarismo, al racismo, a la defensa del machismo, a los colegios segregados, a la liquidación de los servicios públicos, a la proliferación de las armas de fuego y por supuesto al clasismo
Todo está conectado. Ayer mismo, en una entrevista en la que tuvo el mérito de no contestar ni a una sola de las preguntas que le hicieron, Rocío Monasterio, presidenta de Vox en Madrid, afirmó que la policía no se atreve a entrar en Vallecas. Yo no escuchaba nada semejante desde mi adolescencia, cuando el distrito antifranquista por excelencia era, en efecto, territorio comanche para los grises. La mentira de Monasterio me devolvió a las palabras que la diputada de Coalición Canaria le espetó a la ministra de Hacienda en el debate de Presupuestos, al recordarle que estaba en el Congreso y no en las 3.000 viviendas de Sevilla. ¿Qué tiene usted con las 3.000 viviendas?, le replicó la ministra, conociendo de antemano la respuesta. Lo mismo que Monasterio con Vallecas, completo yo. Porque las desgracias nunca vienen solas. Se empieza por el utranacionalismo fashion, la afición desaforada a la bandera, artículo estrella de los bazares chinos en todos los formatos posibles. De ahí se pasa al autoritarismo, por amor a España, al racismo, por amor a España, a la defensa del machismo, por amor a España, a los colegios segregados, por amor a España, a la liquidación de los servicios públicos, por amor a España, a la proliferación de las armas de fuego, por amor a España, y por supuesto al clasismo, pilar fundamental de ese amor que España no ha solicitado y que nos provoca náuseas a millones de españoles que amamos nuestro país sin exhibirnos. Estas dos señoras han puesto el toque de color. No sólo son clasistas. Son pijas. Por amor a España, eso sí.
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