Solo ruido
La polémica del día, el debate que a nadie interesa pero todos replicamos. ¿Lo han vuelto a conseguir?
Undécima entrega de 'Letra pequeña': lee aquí la serie de relatos escritos por Isaac Rosa e ilustrados por Riki Blanco
Undécima entrega de 'Letra pequeña': lee aquí la serie de relatos escritos por Isaac Rosa e ilustrados por Riki Blanco
"Habría
mucho que discutir de los supuestos abusos sexuales en la Iglesia. Otro
mito del pensamiento progre que nos tragamos. Para empezar, hay que
rebajar la edad de consentimiento sexual, porque muchos 'menores' no son
precisamente niños"
El candidato publicó ese
tuit a las ocho de la mañana, pero hasta las ocho y media no lo vio
nadie. Con menos de cien seguidores y una corta vida en la red, podría
incluso haber pasado desapercibido, que nadie lo viese. El primero en
leerlo fue un compañero de partido, que respondió con un emoticono y
pocas palabras: "Te has levantado con ganas de guerra, Jaime!". Otros
dos usuarios le enviaron mensajes privados, sugiriéndole que eliminase
el tuit antes de que alguien lo compartiese, "porque te va a caer la del
pulpo". No hubo respuesta del candidato, no lo eliminó.
El primero en difundirlo fue un candidato de otro partido
pero de la misma localidad, que a las nueve menos diez revisaba la
actividad en redes de sus rivales, en la esperanza de que alguno hubiese
cometido algún desliz que sirviese como munición de campaña. "Jo-der",
soltó en voz alta al verlo. Volvió a leerlo, se aseguró de que la cuenta
no era fake. "Jo-der", repitió, ahora sonriente. Lo retuiteó a sus
trescientos y pico seguidores, y lo envió directamente a varios
periodistas de medios nacionales, sin añadir comentario alguno.
A
las nueve ya había recibido trescientos retuits. Superaba los
quinientos a las nueve y cinco. Diez minutos después, a las nueve y
cuarto, lo habían compartido más de siete mil usuarios, y acumulaba casi
doscientos comentarios, la mitad insultantes, la otra mitad satíricos.
Trending
topic a las nueve y media, a esa misma hora se mencionó por primera vez
en un matinal radiofónico, en medio de una tertulia donde se discutía
acaloradamente sobre Cataluña. "Atención a este sorprendente tuit", dijo
el locutor, "un candidato que cuestiona la pederastia en la Iglesia y
propone bajar la edad de consentimiento para tener relaciones sexuales
con menores". Tras un silencio dramático preguntó a los tertulianos:
"¿Qué os parece?".
A las diez su crecimiento era
exponencial en redes, y había saltado ya a la mayoría de medios
digitales, donde nada más publicarse se convertía en la noticia más
leída y comentada. En una tertulia televisiva la presentadora se quejó
de que los líderes del partido no atendían las llamadas de su cadena, y
aprovechó sendas entrevistas a dos miembros de otros partidos para
preguntarles por el asunto. "Un auténtico escándalo", dijo el primero,
todavía prudente: "Si se confirma la autoría de ese tuit, será un
auténtico escándalo. Nosotros somos un partido moderado, no nos
reconocemos en esas posturas extremistas, y sus líderes tendrán que
aclararlo o depurar responsabilidades". El segundo invitado arrugó mucho
el entrecejo, aunque parecía fruto del esfuerzo por disimular una
sonrisa que le tensaba la boca: "Otra muestra de la peligrosa deriva de
ese partido. Primero fueron las víctimas de la violencia machista, luego
las armas de fuego, el holocausto, ahora la violación de menores, ¿qué
será lo próximo con que nos sorprendan?"
Mientras el
partido seguía en silencio, y el autor del tuit estaba ilocalizable y
con el teléfono apagado, la ministra de Justicia aprovechó un acto
oficial para dejarse rodear por micrófonos y advertir a los votantes
contra "esos ultras que nos quieren devolver a las cavernas", por lo que
recordó "la importancia de acudir a las urnas masivamente". Aprovechó
para preguntar al principal partido de la oposición si seguía "dispuesto
a pactar gobierno con los defensores de la pederastia". Como un resorte
feroz, el líder de la oposición publicó un inmediato tuit acusando al
gobierno de "levantar una cortina de humo a partir de una simple
anécdota para evitar hablar de su complicidad con los golpistas".
"¿Una
simple anécdota?", exclamaron a la vez miles de tuiteros, que dejaron
por un momento de ensañarse con el tuit original para dirigir sus
flechas contra el líder de la oposición, que en seguida respondió, esta
vez en directo en una tertulia televisiva: "Se han malinterpretado mis
palabras, como de costumbre; no permitiré que nadie ponga en duda mi
compromiso con las víctimas de abusos. Además de político soy padre",
declaró con un temblor de voz y brillo en los ojos.
"Más
allá de la burrada que ha soltado ese candidato, ¿qué os parece la
propuesta de revisar la edad de consentimiento sexual?", preguntó el
presentador a los tertulianos de la mesa. Dos de ellos se negaron a
responder, no estaban dispuestos a morder todos los anzuelos de los
ultras, pero el resto aceptó el trapo: "No se trata de justificar la
pederastia, sino de definir bien todo tipo de situaciones".
"Evidentemente no es lo mismo un niño de tres años que un adolescente de
trece harto de pornografía". "La sexualización de los menores es cada
vez más temprana, esa es una realidad que la ley debe tener en cuenta".
Un
medio digital, conocido por su búsqueda agónica de clics, lanzó la
primera encuesta a mediodía: "¿Crees que debería rebajarse la edad de
consentimiento?", mientras en portada llevaba la opinión de un obispo
que tras afirmar su respeto y compasión hacia las víctimas, aseguraba
que en el asunto de los abusos ha habido "una atroz campaña de odio por
parte de los enemigos de la Iglesia, una auténtica caza de brujas a
partir de unos pocos casos".
A la una, varios miembros
del mismo partido, aunque dirigentes de segunda fila, opinaron sobre la
polémica. Ninguno atendió a los medios, solo tuitearon: "Nuestro
partido está siempre con las víctimas, no hagáis caso a los fabricantes
de fake news", dijo el primero. "Han manipulado
unas palabras fuera de contexto. Si quieren que hablemos de abusos,
hablamos pero en serio, sin repetir los mantras progres de siempre",
publicó el segundo. Aún hubo un tercero: "Ya no saben de qué acusarnos,
ahora también somos pederastas. Por cierto, el problema en la mayoría de
casos no se llama pederastia, sino homosexualidad".
En
un periódico digital, un columnista famoso por su vocación provocadora
publicó un artículo de opinión antes de las dos y media. "Lolitas y
Tadzios", se titulaba, y hacía un repaso histórico y artístico a "la
irresistible atracción que los menores despiertan en todo hombre al que
no le hayan amputado su virilidad", para después confesar su propio
"deseo testosterónico hacia las nínfulas de vulva lampiña", y pedir que
"se abra de una vez el debate sobre la edad de consentimiento, sin
hipocresía". Durante unos minutos consiguió que su nombre superase en
las redes al del autor del tuit original.
A primera
hora de la tarde las portadas de los medios se dividían en dos bandos:
de un lado los que llevaban noticias sobre curas pederastas, testimonios
de víctimas y palabras del Papa; y del otro los que rescataban algunas
denuncias de abusos que terminaron en absolución; historias de adultos
estadounidenses que experimentaron recuerdos falsos de violaciones tras
someterse a controvertidas sesiones de hipnosis; o el relato de un joven
de identidad oculta que aseguraba haber tenido relaciones con
religiosos por voluntad propia, sin abuso.
Un magazine
televisivo organizó por la tarde un debate sobre la edad de
consentimiento sexual. Un ex juez de menores defendió rebajarla al nivel
de otros países. Un psicólogo señaló el acceso cada vez más temprano a
pornografía, y criticó cómo la publicidad sexualiza a los menores, los
convierte en objeto de deseo. Un periodista lamentó que "todos hagamos
el juego a las propuestas estrambóticas de un partido que solo quiere
que hablemos de ellos".
A las seis de la tarde,
preguntado en una emisora de radio, el número tres de otro partido
aseguró que en su formación no tienen miedo a ningún debate: "Ni a
legalizar la prostitución, ni a regular la gestación subrogada, ni ahora
a revisar la edad de consentimiento sexual. No creemos que sea una
prioridad, pero estamos dispuestos a hablar sobre ello, frente a
partidos que siempre esconden la cabeza." Lo que inmediatamente fue
respondido en otra emisora por el portavoz del partido aludido: "Lo que
debemos garantizar es la protección de los menores, siempre. Pero si se
han podido producir algunas injusticias, exigiremos explicaciones al
gobierno, que ha permitido linchamientos mediáticos y causas generales
contra la Iglesia en un asunto donde hay muchas dudas."
"Ya
era hora de que alguien abriese este debate" bramó un locutor
radiofónico de conocida tendencia ultra: "Mira tú, la derechita
acomplejada ahora corre a coger sitio en la primera línea de la
manifestación, pero durante años no han sido capaces de defender a la
Iglesia frente a quienes solo buscan destruir su autoridad moral. La
izquierda, esa misma izquierda que fusilaba curas y violaba monjas en la
guerra, ha usado unos pocos casos reales de abusos para extender la
sospecha a toda la Iglesia, cuando el número de supuestos abusos es
insignificante, repito: in-sig-ni-fi-can-te. Y muy inferior al que hay
en otras confesiones, en las escuelas, el deporte infantil o las
familias. Sobre todo las familias inmigrantes, que es más propio de
otras culturas, no la cristiana."
Algunos contenidos
de medios digitales a lo largo de la tarde: un largo artículo sobre la
historia de la pederastia, desde los antiguos griegos. Gráficos con la
edad de consentimiento en una veintena de países. Una entrevista con un
profesor que fue acusado de abusar sexualmente de varias alumnas, y
finalmente absuelto, bajo el titular: "No existe presunción de
inocencia, y algunos menores se aprovechan de ello para hacer daño".
Al
caer la noche, un telediario entrevistó a un psiquiatra que veía
necesario distinguir la pederastia de la pedofilia, y aceptar con
naturalidad esta última. Una rápida búsqueda en redes sociales
encontraba a esa hora numerosos relatos anónimos de gente que aseguraba
haber sido tentada sexualmente por amigas de sus hijas, prostitutas que
ocultaban su verdadera edad, estudiantes con las que no era aconsejable
quedarse a solas en clase porque luego te acusaban en falso y te
chantajeaban. También circulaban casos –todos anónimos– de denuncias
alentadas por las madres en procesos de separación, y que responderían
al mismo propósito que las denuncias falsas por violencia de género: "la
guerra del feminismo contra los hombres".
Una
televisión alteró la programación nocturna para ofrecer una película
danesa sobre un hombre que es falsamente acusado de abusar de niños en
una guardería, mientras los tertulianos de radio ponían en circulación
sus opiniones, monotemáticas: "Contra la Iglesia ha habido mucha
demagogia y ajuste de cuentas desde el anticlericalismo". "Si no bajan
la edad de consentimiento, tal vez haya que reconsiderar la dureza del
código penal a partir de ciertas edades". "¿Por qué llevamos todo el día
hablando de esta basura a partir de un solo tuit?"
A
las once de la noche, mientras los portavoces del partido seguían sin
hablar, los primeros periódicos del día siguiente salían de las
imprentas. Algunos llevaban el tema en portada, todos incluían en sus
páginas interiores artículos y entrevistas. Y justo a esa hora se
publicó el tuit más esperado, en la misma cuenta donde todo empezó:
"Acabo
de bajar del avión tras 14 horas de viaje y me entero del revuelo. Yo
no lo escribí, alguien hackeó mi cuenta. La policía está ya tras la
pista de los autores. No sé qué pretendían, pero no han conseguido nada,
solo ruido".
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