domingo, 24 de marzo de 2019

Querido poeta, no podías haber elegido mejor ni más entrañable lectura que Rayuela en momentos tan cruciales y marcianos, y, a la vez, tan necesarios para aterrizar mientras se vuela y viceversa...¡Feliz repaso! Que es como decir, feliz descubrimiento renaciendo


Verso Libre

Voy a releer 'Rayuela'

Publicada el 24/03/2019 
Infolibre
 
La Real Academia Española y la Asociación de Academias de la Lengua Española han editado Rayuela en un volumen en el que escritores amigos y estudiosos comentan la novela de Julio Cortázar. Es una buena oportunidad para vencer el miedo y releer un libro que en los años 60 y 70 se convirtió en bandera de dos generaciones dispuestas a salirse del recorrido de los autobuses y de la historia.

Releer es un ejercicio lleno de sorpresas. Cuando alguien vuelve a unas páginas, los años han cambiado la intención de palabras y las frases como un decorador cambia los muebles de la casa. Eso es así porque la literatura implica un suceso hospitalario en el que el autor prepara con cuidado una habitación para recibir a un lector que habite los argumentos con su propio equipaje. Si los ojos son diferentes, distinto resulta el brillo de la luz que entra por la ventana o la variedad de tonos y desconchones descubiertos en la pintura de las paredes.

Subrayar frases supone una travesura ociosa, no sólo porque se manchen las páginas con algo de impertinencia, sino porque se prepara de forma temeraria una cita con el futuro que casi siempre acaba en desencuentro o en error de cafetería. ¿Dónde habíamos quedado? ¿Por qué señalé yo esta frase que ahora me interesa poco? ¿Cómo es posible que me pasara desapercibida esta idea que es la más importante en nuestra historia de amor? Las palabras de un libro parecen con frecuencia lagartijas en movimiento sigiloso por los arriates de un jardín.

El miedo a la relectura y sus sorpresas se convierte en una inquietud generacional cuando se trata de novelas como Rayuela. Lo sugieren los textos de Mario Vargas Llosa y Sergio Ramírez, cada cual a su modo, pero lo confirman sobre todo los comentarios de muchos amigos lectores que en los últimos años han llevado sus conversaciones sobre libros, épocas, noviazgos, músicas y sentimientos hacia la duda de volver a Rayuela. ¿Nos gustará tanto? ¿Nos desilusionará? ¿Cómo andarán la Maga y Horacio?

Publicada en 1963 por una fuerza viva de la literatura, Rayuela aparecía con la voluntad de romper las normas, las estructuras narrativas previsibles, la configuración de los personajes y las voces, hasta el punto de negarse a la indisciplina regularizada para no convertir el desorden en una nueva forma de orden. Recordamos esa movilización de imprevistos como recordamos las dudas entre el ser y el hacer, las tardes lluviosas, el papel pintado de las habitaciones baratas de hotel propicias al impudor de los amantes, las instrucciones saludables para pensar en cosas inútiles, las ironías, la emoción fatigada y las horas de jazz dispuestas a navegar por cualquier río de la vida.

París ha cambiado mucho. ¿Y el corazón de cada lector? ¿Y el equipaje de cada lectora? Si todo regreso es una temeridad, los riesgos sentimentales aumentan cuando se trata de un libro surgido de la misma rebeldía que estalló poco después en mayo del 68 en París, de la misma indignación que cruzó el mundo desde la plaza de Tlatelolco, con el mismo aire de las guayaberas de su autor tras la primera visita a Cuba, con las mismas ilusiones de una Nicaragua libre, violenta y dulce levantada contra las humillaciones de Somoza y bajo las estrellas de Solentiname.

¿Todas las rebeldías están condenadas al envejecimiento o a la tragedia? ¿Los sueños más íntimos de libertad y de justicia van a acabar siempre en el uniforme mezquino de un tirano?

Preguntas para un día de primavera, aunque escribo desde Argentina y aquí los árboles ya viven el principio del otoño. Da igual, cualquier estación es buena para preguntarse qué tren debemos tomar. La relectura es necesaria, el movimiento es necesario, la vitalidad y la metamorfosis siguen siendo una exigencia ética para un mundo que no sólo ofrece ilusiones fracasadas, sino que persiste en las pobrezas de siempre, la desigualdad de siempre, los poderes salvajes de siempre. ¿Aceptamos esa miseria? El fracaso de la rebeldía no sólo está en sus vergüenzas, ¡y qué vergüenzas!, sino también en su incapacidad para lograr una realidad más justa. Algo habrá que hacer, Maga, contra las vergüenzas de los estalinistas y de los neoliberales.

No he querido dejar la nueva edición de Rayuela en la estantería. Me la he traído de viaje porque voy a releerla.

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