41 senadores franceses han difundido una carta en la que denuncian lo que califican de represión contra los líderes independentistas catalanes y piden que Europa intervenga para buscar una solución política al conflicto. Estos senadores son de distintos partidos, de derechas y de izquierdas y del propio partido del presidente Macron. El Gobierno de Francia reaccionó de inmediato rechazando la injerencia de estos senadores en un asunto de la incumbencia exclusiva de España, que es un Estado de Derecho, como dice literalmente la nota gubernamental. Sobrevalorar la importancia de la carta de los 41 senadores sería un error porque son 348, infravalorarla sería otro error no menor y denostarla, cubriendo de insultos a los firmantes, una pérdida de tiempo
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Lo cierto es que el caso tiene aspectos muy interesantes para el debate. Si Europa es un proyecto de macroestado confedereal y democrático donde los valores fundamentales de la democracia se convierten en patrimonio comunitario al mismo nivel que la economía o los DDHH, es perfectamente legítimo que miembros del poder legislativo de cualquiera de ellos se puedan pronunciar libremente a favor o en contra de leyes o decretos de otros estados, que resulten incompatibles con o lesivos para dichos valores que se consideran básicos en la misma comunidad aspirante a una participación más plena entre sus miembros. Desde ese punto de vista, no tiene sentido la protesta del gobierno francés; lo que sí se sobrentiende es que tal vez se haya sentido fuera de juego y molesto porque no ha sido el gobierno quien ha escrito esa carta por considerar ese hecho una injerencia política. Le han quitado el protagonismo y es posible que tampoco el gobierno de Francia comparta los argumentos de los diputados.Para eso están la libertada y la conciencia. "El honor es patrimonio del alma y el alma solo es de Dios", dice Calderón en su Alcalde de Zalamea, cuando reivindica ente el rey su derecho a la dignidad por encima de la obediencia a la ley. Y eso era en el siglo XVII...La cosa no es de ahora ni de los antisistema ni de los indepen. Llueve sobre mojado desde hace siglos.
Por otra parte no es nada normal que en estados verdaderamente democráticos se intente acusar de rebelión a un colectivo que quiere expresarse legítimamente y al que no se le permite por parte del estado manifestar su voluntad de más independencia o de cambios necesarios en la Constitución, cuando se le ha despojado de sus estatutos como es el caso Catalán. Dejando a un lado el valor negativo de un independentismo territorial dentro de la UE, que sería fragmentar y complicar la actual estructura geopolítica de la Comunidad de estados, sí que hay unos derechos y libertades que no se pueden poner en solfa ni en peligro y entre ellos está la libertad de expresión y el derecho a reclamar lo que los pueblos y nacionalidades necesitan tener: el respeto`a sus particularidades, el trato igualitario en todos los aspectos incluida la necesidad de consultar decisiones como una autodeterminación, que seguramente arrastra consigo problemas más profundos y arraigados a los que nunca llega el diálogo por miedo y desconocimiento de un estado como el español, construido sobre las ruinas sin limpiar del viejo régimen franquista. Lo que es incomprensible para cualquier solución política, por muy difícil que se presente, es judicializar desde un descarado partidismo los asuntos de estado que gobernantes incapaces no alcanzan a comprender y que parte de la sociedad educada en una dictadura de sables y altares, tampoco entiende ni asimila. Ha sido adiestrada ideológicamente para considerar la posesión del territorio por encima del bienestar y el entendimiento entre sus habitantes. Es falta de democracia y de hábitos de convivencia basados en la libertad y en los derechos y deberes compartidos. Eso no pasa ni en Francia ni en Alemania, ni en Bélgica, donde también existen dos realidades diversas: flamencos y valones, como en Reino Unido están escoceses, galeses, ingleses e irlandeses, que llevan conviviendo siglos y siglos, y han conseguido una armonía social y política sin perder su esencia, a pesar del problema religioso-monárquico entre Irlanda e Inglaterra, que fue muy duro y terrible, pero que al fin, como en España sucedió en Euskal Herría, acabó en el entendimiento y la inteligencia comunes.
Personalmente me parece maravilloso que en un Parlamento como el francés exista ese respeto y esa libertad de los diputados de diversas ideologías que les hacen coincidir entre ellos, por encima de los dogmas, cuando se trata de los DDHH y los deberes de justicia, igualdad y solidaridad fraterna entre seres humanos por encima de estados y legalidades que pueden llegar a pisotear la legitimidad en pro de un "orden y unas leyes" pensadas y sancionadas por intereses oligárquicos y no pensando en el bien común de los pueblos y naciones, y encima convirtiendo en constitucionales todos los privilegios que a la casta dominante le favorecen.
Creo que desde fuera de España el problema catalán debe parecer un verdadero esperpento como lo está siendo para todos los españoles normales el propio juicio al procés, en el que un partido como Vox, lleno de odio, de violencia y sin ética alguna, ejerce como acusación contra personas moralmente intachables, como los son los presos políticos catalanes y que la ley, a la carta de los caciques, los abandone en manos semejantes. O que un gobierno de corruptos absolutos se permita dañar y reprimir a ciudadanos inocentes y éticamente muy por encima del propio gobierno pepero que era la Cueva de Alí Babá en todo su esplendor.
No es extraño que en el extranjero se escandalicen y que en la Comunidad Europea nos consideren un peligro público para la democracia y la convivencia. Sólo en España se torturan animales y a eso se le llama fiesta nacional. Sólo en España hay una monarquía impuesta por un dictador y la familia del susodicho tirano se burla de la justicia y se pasa por la suela del zapato las leyes, la democracia y la igualdad sin que la Justicia la obligue a cambiar de actitud. Lo mismo suceden con los privilegios de la Iglesia católica y sus infinitas posesiones, inmatriculaciones e inexplicable exención fiscal mientras hacen negocio con alquileres o ventas, al por mayor y hasta desahucios si los inquilinos se van al paro y no pueden pagar.
Y lo mismo se puede aplicar a la familia real, si ya propia Constitución lleva en sí misma dos aberraciones: 1) un rey que nadie ha elegido colocado por un tirano al que tampoco nadie eligió y que llegó al poder mediante un golpe militar que desencadenó un genocidio fratricida que duró tres años y 2) considerar nada menos que "irresponsable jurídico de sus actos" al dichoso rey que nadie ha podido elegir. O sea, manga ancha total para el parásito y su parentela directa, como ha quedado cristalino en estos años de debacle ética absoluta, pero eso sí, legal, todo muy legal. Como lo eran las penas de muerte en la dictadura y las expropiaciones de tierras y casa de "los rojos" cuando ganó Paquito 'terminator', que además de matar a media familia dejaba en la ruina a la otra media. Y suma y sigue con los restos y los flecos, con el miedo y rabia, con "los delitos de odio", que en realidad son las propias leyes contra persona y natura, que soportamos tan estoicamente como en la parra.
Si eso es normal y democrático que venga dios, lo vea y a ver que opina...
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