Al contrataque
FERRAN NADEU
El otro PP
Carles Francino¿No podría existir el partido de la poesía? Sería un PP muy distinto... porque en el de ahora -como en el resto de partidos- no parecen buenos tiempos para la lírica
¡Me pareció tan oportuno! Porque además rememoramos otro poema que Benjamín Prado había alumbrado en Granada, cinco días después de aquel infausto 1-0 del 2017, frescas las imágenes de los porrazos policiales, que hoy algunos intentan presentar en los tribunales como prueba de una revuelta violenta que nunca existió. Como tampoco existió un referéndum digno de tal nombre, ni la república que prometieron los aprendices de brujo. Yo me quedo con algunos versos de ese poema titulado 'Hablemos, parlem': «Hablemos sin quemarnos las banderas/ con razones, sin sangre en las aceras/ con libertad, sin ira, como hermanos/ hablemos de palabras, no de idiomas/ digamos ‘te respeto’, ‘no te vayas’/ sin ver puntos finales donde hay comas/ sin ver desiertos donde solo hay playas».
¿No podría existir el partido de la poesía? Sería un PP muy distinto… porque en el de ahora -como en el resto de partidos- no parecen buenos tiempos para la lírica. La canción de Golpes Bajos tiene ya 21 años, pero sigue vigente.
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Todo es poesía, doy fe; ahí dejo mi versión poética del cubo de la basura.
En todo, hasta en lo menos lógico, puede sorprendernos la vida que no cesa
DE LA BASURA Y SU NOCTURNIDAD
Hay un crujir opaco bajo el sopor de una camelia seca.
Frutales esqueletos
fermento de las horas
y ese abrigo de plátanos que se descuelga, triste,
sobre una soledad de nuez abandonada.
Y qué denso el aliento en este espacio
bajo la tapa azul, definitiva y dura
como un dosel cerrado.
Sin estrellas ni brisa.
Aquí bulle otra historia hermética y espesa.
Un mundo acelerado de bacterias oscuras
que transmutan acelgas en líquidos encajes,
lentejas en espuma, residuos instantáneos
que hace nada danzaban en la mesa, los platos,
y el mantel,
gérmenes asociados -rincones laboriosos-
que se coronan reyes en sus tronos de polvo
pelusa y circunstancia,
efímeros y grises. Desde el todo a la nada,
del glamour a la depre, en plan Jorge Manrique.
Cuánta fragilidad en cúpulas de huevo,
leves arquitecturas, ábsides presidiendo
el subterráneo signo de la vida
que se derrama y calla.
Deslizantes racimos de huesos y cristales,
de palmas aceitosas
en veredas mojadas de romero y laurel.
Dos bucles de naranja
duermen sobre las trenzas de la sombra.
Y mis manos aquí,
dos gaviotas varadas en la orilla
dispuestas a cruzar el mar acostumbrado.
Dos gaviotas mis manos, al fin,
como testigos mudos del asombro.
(La levedad del signo (1997)
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