Falta un mes para las elecciones generales, solo un mes, pero un mes de los de ahora: histéricos, cambiantes. Nada puede darse por hecho. Pablo Iglesias retomó las riendas de Podemos tras su permiso de paternidad con el objetivo de detener la caída de su partido. ¿Lo logrará? No va a ser sencillo.
Los desánimo se pueden superar pero los procesos de descomposición se
detienen con dificultad y ese terrible virus se incubó hace tiempo entre
los morados. Manuel Cruz, el filósofo y diputado socialista, lo
caricaturizó así en su comentario de ayer en El Confidencial: Cuando la
presidencia del Congreso llame a esa formación a la tribuna de oradores
tendrá que decir tiene la palabra el portavoz de Unidas Podemos,
Izquierda Unida, En Comú Podem, En Marea, Unidos por Andalucía,
Comprimís. Es una caricatura dicho así, pero es un reflejo de su
complejísima realidad porque la pluralidad es riqueza cuando suma y últimamente parece que resta.
En realidad la volatilidad está afectando a todos. En este momento los más estables en los pronósticos son el PSOE y Vox. El PSOE porque Sánchez
con su granítica capacidad de resistencia se ha hecho fuerte en el
puesto de mando, en cada encuesta parece más sólido si bien necesita la
removilización de su clientela tradicional sobre todo a la andaluza. Y Vox
porque es precisamente la corriente que se cuela por las fisuras
ajenas, una corriente que está trabajando con gran precisión, sin ningún
amateurismo por las redes sociales, y que como Donald Trump
puede sorprender con un resultado aún mejor que el que se le vaticina,
pero falta un mes y un mes de los de ahora, histéricos y cambiantes.
Nada puede darse por hecho.
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