Mi vida sin alma
Creo que nadie cuya
motivación sea la maternidad (o paternidad) pueda apoyar lo que ha dicho
Casado. Nadie quiere que su maternidad sea consecuencia del sufrimiento
de otra mujer. Y las adoptantes siempre vivimos con esa duda. Es
inevitable
Soy madre adoptante. En
mi vida ha habido muchos días hermosos. Ninguno como el día en el que se
produjo el encuentro, ese día inolvidabe cuando se sella
definitivamente la maternidad adoptiva.
Recuerdo
muchos momentos de esos 15 días en Etiopía. Algunos de esos momentos me
hicieron cuestionar muchas cosas. Algún día encontraré la energía para
relatarlos. Pero en resumen, en algún momento me pregunté qué
participación tenía yo en el hecho de que este sistema de "orden"
mundial empobrece a países y personas mientras que yo podía adoptar dos
preciosos niños que quizá en otro “orden” de cosas no se habría dado.
Con estos fantasmas vivo. Vivimos. Lloramos. Sufrimos.
Creamos. Imaginamos. Reímos. Hasta que Casado ha abierto la boca para
decir que a las mujeres migrantes que den sus hijos en adopción no se
les expulsará inmediatamente. Cierto es que este hombre cada vez que
habla a una le entran ganas de declararse de otra especie. Pero esta vez
creo que ha traspasado todos los límites de lo que políticamente y,
sobre todo, moralmente es digerible.
Ya sé que para
las personas como Casado las mujeres, las mujeres pobres, no valen nada.
Tan poco valen que les niega su dignidad humana y cree que puede
negarles su derecho a vivir su maternidad, sin que nada ni nadie les
arrebate su derecho a ser y ejercer de madres. Quizá crea que alguna
mujer, esperando poder adoptar, vea en esta aberración -que no
propuesta- algo que le beneficie.
Sinceramente creo
que nadie cuya motivación sea la maternidad (o paternidad) pueda apoyar
lo que ha dicho Casado. Nadie quiere que su maternidad sea consecuencia
del sufrimiento de otra mujer. Y las adoptantes siempre vivimos con esa
duda. Es inevitable. Pero desde luego, no estamos dispuestas a que unos
desalmados conviertan la adopción en una extorsión, en un chantaje a las
mujeres que huyen de sus países para que tengan que elegir entre ser
libres y estar seguras y que no las esclavicen, que no les mutilen los
genitales, que no las obliguen a casarse con quien no quieren, que no
las exploten sexualmente… o renunciar a su hijo o hija. ¿De verdad
alguien piensa que es lícito hacer elegir a una mujer entre su libertad e
integridad o su hijo?
Yo no. Y a pesar de lo difícil y
doloroso que me resulta a estas alturas, si esta fuera la condición,
preferiría imaginarme mi vida sin hijos que mi vida sin alma.
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