La justicia respalda a un profesor que miró el móvil de un alumno
La misión educativa prevalece sobre el derecho a la intimidad. El niño enseñó a una compañera vídeos de contenido sexual.::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::.
Un mocoso de 12 años molesta con su móvil a una compañera de clase, enseñándole videos de contenido sexual. La niña protesta ante la invasión molestona del preadolescente sin orientación y fatalmente educado, al que se ve que nadie de casa le puesto límite alguno para saber que no todo el monte es orégano y que molestar e invadir insistiendo cuando el otro no quiere ver lo que se le muestra es signo de ser un plasta y un acosador.
El profesor interviene, le pide el móvil al niño y el director del centro, en presencia de un técnico informático, explora en el móvil lo que tanto molesta a la niña. Y vem lo que hay. Entonces el mocoso, cargado de razones va a casa y se queja ante papá y mamá de lo dura que es la vida en la escuela y de la agresión que su intimidad invasora de la intimidad ajena ha sufrido por parte del profesor y del director del centro. Y papá, el de zumosol, ni corto ni perezoso e interesadísimo por la formación ética y responsable de su criaturita, en vez denunciarse a sí mismo por ser un padre insuficiente y despreocupado de la educación del hijo, denuncia al centro escolar por cotilla; por meterse en la intimidad del mocoso molestón e impedir que moleste a las compañeras con sus obsexiones preadolescentes.
El profesor interviene, le pide el móvil al niño y el director del centro, en presencia de un técnico informático, explora en el móvil lo que tanto molesta a la niña. Y vem lo que hay. Entonces el mocoso, cargado de razones va a casa y se queja ante papá y mamá de lo dura que es la vida en la escuela y de la agresión que su intimidad invasora de la intimidad ajena ha sufrido por parte del profesor y del director del centro. Y papá, el de zumosol, ni corto ni perezoso e interesadísimo por la formación ética y responsable de su criaturita, en vez denunciarse a sí mismo por ser un padre insuficiente y despreocupado de la educación del hijo, denuncia al centro escolar por cotilla; por meterse en la intimidad del mocoso molestón e impedir que moleste a las compañeras con sus obsexiones preadolescentes.
La justicia ha respaldado los valores educativos de la escuela por encima del derecho a la privacidad del molestón. Y aún hay un jurista de la Universidad Carlos III que no comparte esa decisión del tribunal. Para ese educador sin discernimiento, la intimidad molestona de un chiquillo malcriado debe pasar por encima de los derechos de la persona molestada y de la corrección de sus maestros.
Imaginemos que un chorizo roba un bolso y cuando lo atrapa la policía y le pide el DNI para identificarse, el padre del chorizo denuncia a los agentes porque le han coaccionado e invadido la intimidad de su maravilloso retoño, averiguando quien es, donde vive y donde nació. Así andamos. Con una democracia de boquilla basada en los valores de la ley del embudo y el código del obtuso.
Para empezar: ¿Qué hace un niño de 12 años con un móvil y en clase? ¿Se lo pueda pagar él, acaso trabaja y gana un jornal para permitirse ese gasto y su mantenimiento? ¿Por qué los padres se lo permiten y se lo pagan en vez de explicarle que no lo necesita porque para ir a la escuela y aprender no hace falta un teléfono en el bolsillo, sobre todo cuando en plena crisis es un pastón para la familia y en clase lo que hay que hacer es centrarse en el trabajo? Si quiere hablar con sus amigos, fuera de horario escolar, que use el teléfono de casa o el móvil de sus padres o que que quede con ellos y hablen en persona. Los colegios deberían prohibir el uso de móviles. Porque además de ser un elemento de distracción para los chicos ya tan dispersos e hiperactivos, todavía no se ha descubierto qué efectos nocivos tienen las ondas de esas telefonías sobre los organismos de los niños, que se están configurando y creciendo. No les dejaríamos jugar con rayos X, pues tampoco deberíamos dejarles los móviles. El cáncer y las enfermedades degenerativas han aumentado escandalosamente en los últimos años. De cada tres ciudadanos uno padece cáncer. Los médicos no saben como se produce y tampoco lo relacionan con el uso de energías cuyos efectos en el cuerpo humano se desconocen.
Para empezar: ¿Qué hace un niño de 12 años con un móvil y en clase? ¿Se lo pueda pagar él, acaso trabaja y gana un jornal para permitirse ese gasto y su mantenimiento? ¿Por qué los padres se lo permiten y se lo pagan en vez de explicarle que no lo necesita porque para ir a la escuela y aprender no hace falta un teléfono en el bolsillo, sobre todo cuando en plena crisis es un pastón para la familia y en clase lo que hay que hacer es centrarse en el trabajo? Si quiere hablar con sus amigos, fuera de horario escolar, que use el teléfono de casa o el móvil de sus padres o que que quede con ellos y hablen en persona. Los colegios deberían prohibir el uso de móviles. Porque además de ser un elemento de distracción para los chicos ya tan dispersos e hiperactivos, todavía no se ha descubierto qué efectos nocivos tienen las ondas de esas telefonías sobre los organismos de los niños, que se están configurando y creciendo. No les dejaríamos jugar con rayos X, pues tampoco deberíamos dejarles los móviles. El cáncer y las enfermedades degenerativas han aumentado escandalosamente en los últimos años. De cada tres ciudadanos uno padece cáncer. Los médicos no saben como se produce y tampoco lo relacionan con el uso de energías cuyos efectos en el cuerpo humano se desconocen.
Por otra parte, los adultos españoles necesitan urgentemente una Escuela de Valores Sociales basada en la Educación para la Ciudadanía. Es inútil que la escuela se esmere enseñando a los alumnos los valores de la convivencia, los límites que hay entre las libertades personales y los derechos del prójimo, si en casa los chicos no conocen normas sanas y coherentes e incluso se vive en conflicto con esos valores.
Si los padres están para ser educados y aprender habilidades sociales y resolución pacífica de conflictos, y verdadera autoestima, si no saben distinguir el bien de su hijo del ataque de orgullo familiar, por el que hacen del hijo una prolongación de sí mismos siendo ellos los primeros en no respetar la dignidad ni la integridad y el derecho del hijo a no ser un apéndice de la familia ni de nadie, que lo considera de su propiedad y hace del hogar una madriguera y de los problemas de convivencia que hay que resolver con el exterior, un enfrentamiento personalizado y un ataque a su feudo intocable, las correcciones en la escuela se convierten, para ese tipo de padres, en un ataque beligerante contra ellos por parte de los maestros que "tienen manía" al alumno insufrible e incorregible con ese tipo de clan parentelar, que se considera perfecto sobre todo de cara a la imagen pública.
Personalmente tengo alguna experiencia muy penosa a ese respecto. Hace años teníamos unos vecinos cuyo hijo pequeño se drogaba, pero para la familia, afectada del síndrome de la "imagen intocable", el problema no existía. Una noche volviendo de una cena, encontramos al chico tirado en el ascensor, semi inconsciente y con una jeringuilla clavada en el brazo. Ni siquiera nos reconoció cuando le recogimos y le acompañamos entre cuatro personas hasta su puerta. Cuando el padre nos abrió fue un choque frontal. Se enfadó muchísimo con el hijo y le reprochó que por su culpa ahora todos en el edificio sabrían que se drogaba y que era una vergüenza para la familia . Lo empujó, le gritó y nos cerró la puerta en las narices, tan avergonzado por su hijo como furioso porque se había descubierto el pastel. A la mañana siguiente llamé a su puerta y les ofrecí si querían ayuda u orientación para el chico. Por entonces en casa éramos amigos positivos de los toxicómanos en reinserción de Proyecto Hombre. Les ofrecí el teléfono y acompañarles a Acogida si lo deseaban. La madre calló mirando al suelo. Y el padre hecho un basilisco dijo que lo de su hijo no era cosa mía y que mejor que él nadie sabía como tratarle, que nadie se iba a meter en su vida privada y menos los desconocidos terapeutas y operadores de Proyecto Hombre a los que no conocía de nada y que iban a pensar cosas horribles de ellos, que no eran verdad, porque ellos a su hijo siempre lo habían querido mucho, le regalaban todo lo que le gustaba, que eran discos de los Rolling Stones y ropa modernísima de las marcas más caras.
Volvió a cerrar de un portazo. Al cabo de un tiempo el chico desapareció y los padres dijeron que había encontrado un trabajo en Madrid. Pasaron unos meses cuando un chaval de Proyecto ya recuperado, que trabajaba en los Juzgados llevando las bajas de los reclusos a Picassent, vino a casa a visitarnos y a merendar. Muy contento me dijo: "Muchos recuerdos de Juan Espejo (nombre figurado, obviamente), vuestro vecino, siempre me pregunta por vosotros." "Hace mucho que no le vemos, ¿dónde le has encontrado, en Madrid?" "En la prisión de Picassent. Lleva ya muchos meses cumpliendo condena por tráfico de heroína".
Cuando salió de la cárcel y regresó a su casa, desde "Madrid", donde según su padre estaba trabajando, el chico apareció hecho un esqueleto, tenía un sidazo galopante en último grado. Según su padre es que hacía mal las digestiones. Y así, una mañana amaneció muerto. Por la mala digestión de la droga combinada con el SIDA, el desamor, la hipocresía,el consumismo como prueba de afecto paterno y los prejuicios familiares.
Si los padres están para ser educados y aprender habilidades sociales y resolución pacífica de conflictos, y verdadera autoestima, si no saben distinguir el bien de su hijo del ataque de orgullo familiar, por el que hacen del hijo una prolongación de sí mismos siendo ellos los primeros en no respetar la dignidad ni la integridad y el derecho del hijo a no ser un apéndice de la familia ni de nadie, que lo considera de su propiedad y hace del hogar una madriguera y de los problemas de convivencia que hay que resolver con el exterior, un enfrentamiento personalizado y un ataque a su feudo intocable, las correcciones en la escuela se convierten, para ese tipo de padres, en un ataque beligerante contra ellos por parte de los maestros que "tienen manía" al alumno insufrible e incorregible con ese tipo de clan parentelar, que se considera perfecto sobre todo de cara a la imagen pública.
Personalmente tengo alguna experiencia muy penosa a ese respecto. Hace años teníamos unos vecinos cuyo hijo pequeño se drogaba, pero para la familia, afectada del síndrome de la "imagen intocable", el problema no existía. Una noche volviendo de una cena, encontramos al chico tirado en el ascensor, semi inconsciente y con una jeringuilla clavada en el brazo. Ni siquiera nos reconoció cuando le recogimos y le acompañamos entre cuatro personas hasta su puerta. Cuando el padre nos abrió fue un choque frontal. Se enfadó muchísimo con el hijo y le reprochó que por su culpa ahora todos en el edificio sabrían que se drogaba y que era una vergüenza para la familia . Lo empujó, le gritó y nos cerró la puerta en las narices, tan avergonzado por su hijo como furioso porque se había descubierto el pastel. A la mañana siguiente llamé a su puerta y les ofrecí si querían ayuda u orientación para el chico. Por entonces en casa éramos amigos positivos de los toxicómanos en reinserción de Proyecto Hombre. Les ofrecí el teléfono y acompañarles a Acogida si lo deseaban. La madre calló mirando al suelo. Y el padre hecho un basilisco dijo que lo de su hijo no era cosa mía y que mejor que él nadie sabía como tratarle, que nadie se iba a meter en su vida privada y menos los desconocidos terapeutas y operadores de Proyecto Hombre a los que no conocía de nada y que iban a pensar cosas horribles de ellos, que no eran verdad, porque ellos a su hijo siempre lo habían querido mucho, le regalaban todo lo que le gustaba, que eran discos de los Rolling Stones y ropa modernísima de las marcas más caras.
Volvió a cerrar de un portazo. Al cabo de un tiempo el chico desapareció y los padres dijeron que había encontrado un trabajo en Madrid. Pasaron unos meses cuando un chaval de Proyecto ya recuperado, que trabajaba en los Juzgados llevando las bajas de los reclusos a Picassent, vino a casa a visitarnos y a merendar. Muy contento me dijo: "Muchos recuerdos de Juan Espejo (nombre figurado, obviamente), vuestro vecino, siempre me pregunta por vosotros." "Hace mucho que no le vemos, ¿dónde le has encontrado, en Madrid?" "En la prisión de Picassent. Lleva ya muchos meses cumpliendo condena por tráfico de heroína".
Cuando salió de la cárcel y regresó a su casa, desde "Madrid", donde según su padre estaba trabajando, el chico apareció hecho un esqueleto, tenía un sidazo galopante en último grado. Según su padre es que hacía mal las digestiones. Y así, una mañana amaneció muerto. Por la mala digestión de la droga combinada con el SIDA, el desamor, la hipocresía,el consumismo como prueba de afecto paterno y los prejuicios familiares.
Estos episodios, mucho más frecuentes de lo deseable, denotan la inmadurez de nuestra sociedad. La incapacidad de autocrítica y la extrema vanidad del autobombo y el altísimo concepto de sí mismo, aunque se trate de errores graves. Esta actitud emparenta con el fondo psicoemocional que ayer se comentaba aquí respecto a considerar perfecto e infalible todo lo que es de uno, lo que nos pertenece o aquello a lo que pertenecemos, haciendo referencia a las declaraciones del Secretario de la CEE: "Los católicos estamos con el papa, sea quien sea", porque pertenecemos a su rebaño. En este caso es lo mismo: "Defenderé a mi hijo en contra de lo que digan sus maestros, haga lo que haga.. porque mi hijo me pertenece."
Traspolemos y ampliemos posibilidades con la misma orientación: "El partido al que voto desde hace años no se corrompe nunca, ni se equivoca, haga lo que haga y como lo haga. Le pertenezco y yo no me equivoco nunca cuando elijo a quien pertenecer o admirar. Y el que denuncia delitos de mi partido, miente porque pertenece a la oposición". "Yo soy valenciano por eso apoyo a mi gobierno autonómico contra los demás y contra el gobierno central, no porque sea el mejor gobierno, sino porque es "mi" gobierno. O porque Camps o Rita son "mis" amigos y aunque les vea robar, mentir, prevaricar y abusar, siempre veré que es justo lo que hacen y como se esfuerzan por poner en alto el pabellón de Valencia. "
Traspolemos y ampliemos posibilidades con la misma orientación: "El partido al que voto desde hace años no se corrompe nunca, ni se equivoca, haga lo que haga y como lo haga. Le pertenezco y yo no me equivoco nunca cuando elijo a quien pertenecer o admirar. Y el que denuncia delitos de mi partido, miente porque pertenece a la oposición". "Yo soy valenciano por eso apoyo a mi gobierno autonómico contra los demás y contra el gobierno central, no porque sea el mejor gobierno, sino porque es "mi" gobierno. O porque Camps o Rita son "mis" amigos y aunque les vea robar, mentir, prevaricar y abusar, siempre veré que es justo lo que hacen y como se esfuerzan por poner en alto el pabellón de Valencia. "
Así la cerrazón y la falta de honestidad analítica, impide que la ética nos cale profundamente. Las emociones de la pertenencia y las lealtades irracionales no nos dejan crecer ni conseguir el crecimiento del bien común que, por desgracia, nunca estará por encima de los intereses raquíticos de cada manía personalista o de bandería. Lo mismo en política, en religión, en negocios o en familia.
En análisis transaccional los españoles como conjunto social, estamos saltando de la actitud del padre dominante a la del niño sumiso-rebelde, alternativamente. Nos falta el arbitraje del adulto. Con razón Alberto Fabra, que preside ahora la Generalitat valenciana, pedía a las Cortes hace unos meses, hecho un lío de tomo y lomo, que le pagasen un coach, un orientador, para educarse esos baches y poder gobernar con más luces.
Según Freud esta sintomatología indica que estamos, como sociedad, carentes del "yo" y a bandazos entre el "superyo" y el "ello", entre la programación rígida de las creencias y la explosión incontrolada y caótica del inconsciente. Un verdadero desastre que sólo corregimos saliendo al extranjero, adaptándonos a otras sociedades con una disciplina del temperamento y de la organización de ideas y aprendiendo a gestionar nuestra emotividad desequilibrada y nuestra mente aturdida entre obediencia estúpida a lo injusto y rebelión cabreada e inoperante, con rápido encendido y rápido bajón.
Así, con las vísceras, "por huevos" o "por ovarios", combinado con todo lo contrario, que es la resignación, y las dos caras de lo mismo aunque no lo parezca, es imposible hacer algo que valga la pena.
Necesitamos escuelas orientadoras de valores para adultos. Con urgencia. Talleres de crecimiento personal en las casas de cultura, en los locales de los partidos y de los sindicatos. En las asociaciones de vecinos. En las asambleas del 15-M. Sin ciudadanos formados y equilibrados no puede haber ciudadanía, sino manada y rebaño, a veces bravos cuando deberían ser mansos y a veces mansos cuando deberían ser bravos. Pero nunca en el centro de la balanza. Una tristeza social y un callejón sin salida política y económica.
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