La revista que forjó la democracia
Rosario G. Gómez
Madrid
‘Cuadernos para el Diálogo’ celebra 50 años de su nacimiento. Homenaje de algunos de los que contribuyeron a su existencia.::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::
Nació en pleno franquismo, jugándose todo en su apuesta por una España libre, inteligente, dialogante y democrática. Y cuando lo logró, cerro su edición, como el guerrero que deja las armas porque la paz ha llegado. Cuadernos para el diálogo. Un soufflé de inteligencia en país que estaba diseñado como un establo para asnos. Una pica en Flandes, como se decía entonces para referirse a ese tipo de logros.
Sus primeros números corrieron como la pólvora en aquella Universidad asediada por "la social", por los grises y su séptimo de caballería diario entre Filosofía y Derecho mirando hacia Políticas y Económicas desde lo alto del terraplén. En la Complutense. La univerisidad pública por excelencia y con verdadera excelencia ética, porque estudiar y concienciarse entonces y allí, era también jugárselo todo. Huelgas que llevaban al cierre de todo un trimestre, por ejemplo, o que te pringase el agua teñida del "botijo" policial y acabases en la DGS de la Puerta del Sol, expuestos a cualquier cosa, como, por ejemplo, que un comisario enfurecido y de bigotillo fascistoide, -con paso al frente y muy mala leche- tirase por la ventana a cualquier estudiante después de haberlo matado a golpes. Así se afrontaba la "política educativa" en aquellos tiempos de pesadilla, que ahora amenazan con retomar el fuelle.
La fuerza y la atención social se han dormido en los laureles de una democracia ramplona y sin raíces verdaderas sino de un artificial y pomposo cultivo hidropónico. De invernadero. Y hay que retomar el aire y el riego de Cuadernos. La reflexión y la ética cívica, para poder seguir sin que los lodos del pasado mugriento intenten y consigan asfixiar la limpieza, la frescura y la verdadera excelencia de la evolución, de la cultura, de la honestidad y de la solidaridad de una genuina e íntegra democracia.
La fuerza y la atención social se han dormido en los laureles de una democracia ramplona y sin raíces verdaderas sino de un artificial y pomposo cultivo hidropónico. De invernadero. Y hay que retomar el aire y el riego de Cuadernos. La reflexión y la ética cívica, para poder seguir sin que los lodos del pasado mugriento intenten y consigan asfixiar la limpieza, la frescura y la verdadera excelencia de la evolución, de la cultura, de la honestidad y de la solidaridad de una genuina e íntegra democracia.
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