domingo, 13 de octubre de 2013

Mentes lúcidas, corazones compasivos, intenciones limpias y pies de plomo. Otra historia.



La evolución no nos lo pone fácil. Aprender a evolucionar sin eliminar ni perjudicar ni olvidar a los más débiles, empobrecidos y rezagados en todos los aspectos, mientras se hace posible el avance hacia la comprensión universal solidaria y eficaz, unida a la recuperación y sanación sostenible del Planeta, no es precisamente una bicoca ni un chollo facilón que admita trampas ni  trampantojos.  
Ya no es cuestión solamente de que se vean el plumero y las intenciones torcidas mientras  las wikievidencias acompañadas de la intuición y las inocultables sincronicidades instantáneas de los resultados, nos muestren sin recato lo que se cuece por los bajos fondos cada vez más en la superficie. Ahora se trata de asumir el modo ético, transparente y directo  de afrontar los riesgos de la indignación sin que nos arrastre la visceralidad ni el populismo que confunde churras con merinas. O lo superamos despertando o nos hundiremos en el marasmo del caos provocando de nuevo dictaduras y represiones que serían nuestro final como especie.

Ayer se celebró el festorro vergonzante de "La Hispanidad", o sea, la exaltación del expansionismo imperial de una cultura sobre otras, con los resultados inevitables, por lo visto y lo sufrido, y  al  mismo tiempo que la catástrofe humanitaria llama a las puertas de Europa con una tragedia cada vez más inhumana, cruzando el Mediterráneo. Esa catástrofe no es un infortunio puntual, ni cosa de ahora. Es un karma que la civilización occidental se ha ganado a pulso a lo largo de centurias de "descubrimientos", viajes estupendos y épicos, en plan vikingo de largo alcance. 

Llego, veo, venzo y me quedo contigo forever&ever para exprimirte mejor. O sea, para exprimirte del todo. Mientras te esquilmamos y te vampirizamos civilizadísimamente, o sea, obligándote a cedernos tu tierra, tus recursos, tu libertad, tu dignidad, te inoculamos nuestro rollo cultural; nuestras costumbres fanáticas y corruptas. Dándote quincalla a cambio de tu oro, de tu plata, de tu cobre, de tus especias o tu seda, y sobre todo, a cambio de tu alma que ignoraba la crueldad de aquellos "dioses" que se autoaderezaron con la promesa del regreso de Quetzalcoatl.
Te dejamos como herencia nuestra picaresca mafiosa clientelista, nuestro dogmatismo cerril y nuestra devota hipocresía, con un credo deformado por los poderes de un mundo podrido y ávido, vendiéndotelo como la panacea universal, como se vendían las bulas en la Roma borjiana  al final del siglo XV e inicios del XVI. Todo en el mismo lote. Y por el mismo precio: tu desastre, tu empobrecimiento in crescendo sin futuro ni esperanza y una esclavitud que te acompañará a través de los siglos hasta que ahora te ahogas golpeada por todos lo vientos, agotada de nadar sin rumbo, en el mismo charco miserable de la "cultura"  de atrezzo que asumiste como propia, por la fuerza, las armas, los trueques desiguales, las liturgias procesionales y el negocio mercantil de la esclavitud perenne con la conciencia secuestrada. Y ahora, querida miseria, querida escoria molestísima, materializada en cadáveres y supervivientes a medias, una vez arruinada, desnutrida, enferma, explotada, abusada, dependiente y esquelética, moribunda, rebosando por meridianos, paralelos, polos y ecuador, te presentas aquí sin que se te haya convocado ni te hayan dado permiso para tu viaje a los infiernos. Precisamente apareces ahora para  amargar la fiesta conmemorativa de nuestras hazañas y  grandeurs.

Y llegas en el momento más álgido. Justo, en plenas vacas flacas y transgénicas. Cuando la misma casta que te ha estado arruinando, secuestrando y violando durante centurias, se ha propuesto hacer lo mismo con sus propios miembros, que han dado en llamar mayoría absoluta silenciosa, sin darse cuenta de que ella es una ínfima minoría sorda e incompetente. Es decir, cuando se está devorando a sí misma. La has pillado en pleno diseño del menú y en plena práctica culinaria de este feng shui de la desvergüenza. Con las manos en la masa podrida de su corrupción sin tregua.

Los cohetes y tracas que te han preparado como recepción son una coreografía  de brazos alzados en horizontal, hostilidad prefabricada made in  pijolandia, gritos cavernícolas y vivas al fantasma del totalitarismo; son las bengalas del miedo a mirarte a la cara, a que vengas a cobrarles la hipoteca impagada de sus crueldades. Cree el ladrón que todos son de su condición.
No temas, querida humanidad sufriente y dolorida, porque aunque no lo parezca, el futuro es tuyo. Los restos del Imperio armado hasta los dientes se nutren del miedo a las catástrofes que son su propia obra. Y tú eres una de ellas según su moral decrépita y ya casi inexistente. Tu exterminio provisional es el cese definitivo de su futuro como fuerza motriz del mundo. Se están muriendo de sí mismos y, como las avispas, mueren matando, creyendo que sobrevivirán al veneno de su aguijón que les mata al clavarse en los otros.

Pero tú, humanidad doliente e indefensa, aparente "perdedora", eres la heredera del Planeta. Lo temen visceralmente. Lo saben en el fondo. Por eso te huyen, te ignoran y temen que te despiertes y empieces a vivir sin ellos, sin imitarles, sin buscarles, sin comprarles nada, sin trabajar para su comercio injusto y organizándote al ritmo de la vida que necesitas y no al de las barras y estrellas de Wall Street que te han impuesto desde siempre, disfrazados con toda la colección de uniformes, nombres y etiquetas, que el tiempo renueva, destiñe y consume. Ellos vegetan todavía. Sin embargo, tú vives aunque parezca que mueres en el olvido

Tú, en tu plena realidad sin mentiras ni apaños lenitivos, sin maquilaje ni disfraz alguno, afrontando con valor y desapego el riesgo de morirte a cambio de nada, sin seguros ni tarjetas de crédito que te faciliten el tránsito, asumiendo la esencia de lo inevitable, estás mucho más viva en tus cadáveres ahogados que ellos en su comercio putrefacto y muerto por dentro. Porque, simplemente, llevan milenios como zombies con el alma perdida y sin interés alguno por encontrarla.

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