Cosas que hacer en Halloween si todavía no estás muerto
Truco o trato, susto o muerte. Una ficción sobre cosas que dan más miedo que un fantasma o un payaso psicópata
"Aquí huele a muerto", dice el zombi, pero nadie le ríe la gracia.
"Unos
más que otros", le responde la vampiresa, pero no sabemos por quién lo
dice, no levanta los ojos del café, la cucharilla girando.
"Lo digo en serio", insiste el zombi, "estamos todos muertos, ¿no os dais cuenta?"
Esta
vez es el fantasma quien lo corta: "Ya sabemos que estamos muertos, no
necesitamos que nos lo recuerdes a cada rato. Se supone que hoy el día
iba de pasarlo bien".
Volvemos a quedar unos segundos
en silencio, hasta que el del cuchillo clavado en la cabeza suspira y
pone voz a lo que todos pensamos: "Esto es una mierda".
Todos
lo pensamos, o casi todos, el payaso no: "Arriba esos corazones,
colegas, hoy estáis todos amargados. Más que miedo dais pena, vaya
caretos."
Mira quién fue a hablar: el payaso, que dice
que va de Pennywise y más parece un animador de cumpleaños cutres. Pero
con sus palabras consigue que nos miremos unos a otros, para confirmar
el conjunto penoso que formamos. Aquí estamos los ocho, alrededor de la
misma mesa de todas las mañanas: el zombi, la vampiresa, el fantasma, el
del cuchillo en la cabeza, el payaso, la Catrina, yo que voy de muñeco
diabólico. Y Chacón, del que todos hicimos la misma gracia cuando lo
vimos llegar esta mañana: "Qué susto me has dado, Chacón, vaya pinta
terrorífica traes", "¿Habéis visto lo conseguido que está el disfraz de
monstruo de Chacón?", "Vaya maquillaje guapo de muerto, Chacón". Sobra
decir que es el único de nuestro departamento que no se ha disfrazado.
Llegó unos minutos tarde, pasó junto a las mesas donde los monstruos
tecleábamos o atendíamos clientes, y apartó de un manotazo la calabaza y
las telarañas que le habíamos colgado en su ordenador.
Ahora,
en la cafetería, se empeña en recordarnos lo gilipollas que somos: "En
serio, no me esperaba que os acabaseis disfrazando, no está el horno
para bollos".
"Tampoco pasa nada por divertirse un día", dice el payaso.
"¿Divertirse?",
pregunta Chacón, "¿vosotros os divertís así? Son ellos los que se
divierten a nuestra costa; se deben de estar descojonando ahí arriba,
diciéndose: mira estos pringaos, se han tragado lo de aprovechar
Halloween para mejorar el ambiente de trabajo, han venido todos vestidos
de mamarrachos".
"No te pases, Chacón", se enfada el
fantasma, y para reforzar su enfado da un golpe en la mesa con la bola
de plástico que lleva encadenada al cuello. "Además, a ti siempre te
parece todo mal. Como cuando pusieron el futbolín, que también te
quejaste de que la empresa quisiera ir de guay en plan Silicon Valley;
pero luego bien que te gusta echar partidas…".
"Yo
estoy con él: somos gilipollas, se ríen de nosotros", dice la Catrina, y
se refriega la cara con una servilleta de papel, churreteando el
maquillaje de calaverita mexicana.
"Lo que es de
gilipollas es estar todo el día amargados", sonríe el payaso; "yo creo
que la idea era buena, para que nos animemos, que últimamente hay
demasiada tensión y mal rollo en la empresa. ¿Qué tiene de malo que
celebremos Halloween? Todos os habéis divertido esta mañana madrugando
un poco más para disfrazaros, y al salir de casa y que os señalasen los
vecinos, en el autobús, al llegar al trabajo, o cuando hemos entrado en
la cafetería y nos han aplaudido. No sé vosotros, pero yo llevo una
mañana estupenda, he cerrado dos ventas. El buen humor es productivo. Y a
los clientes también les gusta, transmite una imagen de empresa
moderna, de trabajadores contentos".
"Una imagen falsa, entonces", insiste la Catrina.
"Va,
cambiemos de tema", propone el fantasma: "esta noche tengo plan con mis
hijos, cine de terror y palomitas. ¿Me recomendáis alguna peli
terrorífica, pero terrorífica de verdad?"
"La de la
monja", sugiere la vampiresa. "O la de las chavalas esas que hacen
güija, cómo se llamaba", intenta recordar el zombi, y todos nos sumamos a
la conversación: "Las mejores son las antiguas, la de George Romero de
zombis en blanco y negro". "Las de zombis ya no les dan miedo, han visto
demasiadas". "Mi hija se cagó con Los pájaros, la de Hitchcock". "A mí
los pájaros me dan pánico, incluidas las palomas". "Las palomas son las
ratas del cielo". "Ratas, no puedo ni nombrarlas, un día me encontré una
en el almacén y no he vuelto a bajar". "A mí lo que me da miedo es el
parking, sobre todo cuando salgo tarde; siempre pienso que me va a
saltar alguien de detrás de una columna". "Sí, te puede salir Jason con
la motosierra". "El de la motosierra era de otra película". "¿No os ha
pasado alguna vez que os despertáis en mitad de la noche con la
sensación de que alguien os estaba mirando?" "Vete a la mierda, que hoy
estoy sola en casa y me cago". "¿No os dan miedo las muñequitas esas
antiguas de porcelana, que se les cae la peluca y quedan calvas?" "¿Y
los muñecos de ventrílocuo? ¡Esos son los peores!".
"A mí me da miedo pedir el saldo en el cajero", suelta la Catrina, los ojos cercados de pintura negra refregada.
"¿Sabéis si hemos cobrado?", pregunta el fantasma.
"No; pregunté en contabilidad y todavía no han firmado la orden", informa la vampiresa.
"¿Te
han dicho si incluirán los atrasos?", pregunta el del cuchillo en la
cabeza, y la vampiresa niega con la cabeza, enseñando los colmillos
falsos.
"A mí me da miedo cada vez que me llama el jefe de personal", insiste la Catrina.
"Yo me acojono cuando veo llegar un chico nuevo, a ver a quién sustituirá".
"Para miedo, el correo de los lunes con los objetivos semanales".
"A
mí me da tembleque cada vez que nos sorprenden con otra idea genial: el
futbolín, el sábado de paintball para reforzar el espíritu de equipo,
ahora disfrazarnos en Halloween. Suele ser anticipo de malas noticias".
Quedamos
en silencio, ya los desayunos consumidos, los fumadores liando tabaco
para fumárselo de vuelta a la oficina. En la barra, dos trabajadores con
mono y salpicaduras de pintura cuchichean sobre nosotros, ríen. La
pandilla basura.
"Aquí huele a muerto", dice otra vez
el zombi, pesado: "en serio, estamos muertos y no lo sabemos, como en la
peli aquella del niño. Seguimos trabajando como si nada, pero tenemos
un pie en la tumba. ¿Sabéis cuánto gana el chaval nuevo ese que acaba de
llegar a postventa?"
"Ni él lo sabe, porque le han hecho contrato mercantil, va a comisión".
"El chaval que por cierto no se ha disfrazado. Será un precario, pero más digno que nosotros".
"Nos van a hacer truco o trato, lo veo venir: o aceptamos otra bajada de sueldo, o a la puta calle".
"Eso más que truco o trato es susto o muerte".
"Y si eliges susto tampoco te libras de la muerte, solo la retrasas un poco".
Nos
levantamos para pagar cada uno su café y volver al cementerio, a la
casa encantada, al castillo siniestro, al sótano. Todos menos Chacón,
que sigue sentado.
"¿Y ellos no tienen miedo de nada?", pregunta en voz alta, para nadie, para todos.
"¿Ellos? ¿Qué ellos?", dice alguien, pero Chacón sigue su discurso:
"Es
que parece que aquí los sustos van siempre en la misma dirección.
Alguna vez podríamos ser nosotros los que les metamos el miedo en el
cuerpo, ¿no?"
"Vale, ahora cuando subamos voy a la
zona noble y los aterrorizo un poco, uuuuuuuh", bromea el fantasma
agitando las manos por delante.
"Yo estoy con Chacón", dice la Catrina, "un día vamos a ser nosotros los que les demos el susto".
"A las barricadas, a las barricadas…", tararea burlón el payaso.
"Deberíamos
hablar con la gente de comercial y con los del almacén", baja la voz
Chacón: "ellos están peor que nosotros. Ninguno se ha disfrazado hoy".
"Yo
paso de vuestro rollo revolucionario, que además hoy tengo trabajo de
sobra y no quiero salir a las mil", se despide el fantasma aleteando.
"Mejor
que se vaya, que es un chivato", susurra la vampiresa, y Chacón
continúa: "Hablé con un amigo, en su empresa montaron comité de empresa.
Me ha dicho que contactemos con algún sindicato y…"
"Los
sindicatos no asustan a nadie ya", interrumpe el payaso, pero ni caso,
solo atendemos a Chacón: "…nos asesorarán para que hagamos todo bien.
Con más de cincuenta trabajadores podemos tener comité de empresa y…"
"No
somos cincuenta", corrige el del cuchillo en la cabeza: "si quitas los
dos departamentos externalizados y los chavales nuevos, en plantilla no
llegamos ya a treinta".
"En ese caso podemos elegir delegados que nos representen", afirma Chacón.
"Yo
creo que ya es tarde para todo eso, apestamos a muerto", insiste el
zombi, "¿no veis los buitres haciendo círculos sobre nosotros?"
"Pues yo no pienso morirme sin al menos darles un susto", dice la vampiresa.
"Hay
que hablar con los demás departamentos", sigue Chachón, "y juntarnos en
una primera asamblea. ¿Qué tal hoy mismo, a la salida?"
"¿Así disfrazados?"
"Podemos reunirnos en el parking, ¿a las siete?".
"Que a mí los parking me dan miedo", sonríe la Catrina.
"Te dan miedo cuando estás sola", digo yo.
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