miércoles, 16 de octubre de 2019

El panorama menos confuso que nos llega es que las dos políticas van a tener que liberarse de sus fijaciones llenas de herrumbre, moho, telarañas... y soltar amarras en el sentido común, en la empatía, en la flexibilidad y en el diálogo, sin que lo viejo y tóxico porque ya ha caducado, se apodere de la nueva realidad en un proceso de forzosa construcción compartida y liberadora de tópicos, monsergas heredadas y dogmas infiltrados ya sin vigencia a estas alturas de la Historia. Ya no vale reconstruir sobre los cascotes, hay que diseñar un nuevo concepto de estado. Eso que dio tanto miedo intentar en el 78 y en toda la transición. Sólo se salió del paso. No se hicieron los deberes estatales, ni como sociedad ni como institución, por eso hay un vacío de praxis política que nos tiene embarrancados como democracia plurinacional, el título que se nos otorgó con más ilusionismo que sentido de la realidad, y que hasta ahora no hemos podido ni sabido ejercer por falta de aprendizaje al no haber hecho los ejercicios a tiempo, ni en castellano ni en catalán. Los deberes de la politeia no se pueden eliminar así como así. Que luego pasan estas cosas al cabo de cuarenta años de ir al cole sin ton ni son, como las muñecas de famosa se dirigían al Portal, supertiesas, desorientadas y a base de pilas. Y una vez gastadas, ahí estamos a medio camino hacia ninguna parte, convencidos de ser la repera pero sin un peral donde aparcar el orgullo patriota, sus lazos y sus banderas. Pero eso sí, nuestros califas del hemiciclo están niquelaos, lustrosísmos, los hemos criado a cuerpo de rey y , ahora las criaturitas no saben por donde tirar ni qué hacer. La falta de costumbre, claro. Los hemos malcriado con tanto tiquismiquis y encima con amnesia.... Ains!



Lo acuciante y lo que viene luego

Más pronto que tarde, vamos a tener que dar respuesta a las preguntas políticas de fondo que, inexplicablemente, han desaparecido del debate

 


Esta sentencia no cambiará nada. Otra sentencia no hubiera cambiado nada. Ninguna sentencia podía cambiar nada, Los perjuicios han echado raíces demasiado profundas y la temperatura emocional es altísima. La sentencia es importante, por supuesto, para la suerte de los encausados, para crear jurisprudencia, para fajarse en los tribunales europeos, para la batalla de imagen internacional… asuntos todos muy relevantes pero alejados de los puntos neurálgicos del conflicto en Cataluña y con Cataluña. Ahora lo acuciante es acertar en la respuesta a los disturbios que van a continuar y no es nada fácil aunque, en esta ocasión, la actitud de los Mossos sea irreprochable. Porque respetar el derecho ciudadano a la protesta y reprimir las acciones de los violentos exige voluntad, cabeza y buena suerte. Sabiendo además que el acierto y el desacierto en la gestión de este delicadísimo momento puede influir en el resultado de las elecciones del día 10 de noviembre.





Pero, por encima de la coyuntura y como esto no puede seguir así, más pronto que tarde, vamos a tener que dar respuesta a las preguntas políticas de fondo que, inexplicablemente, han desaparecido del debate: ¿Pueden la Cataluña independentista y la no independentista poner en común algún proyecto de futuro? ¿puede reencajarse Cataluña en un proyecto nacional de España? Porque, ahora evidentemente, no lo está. ¿Cómo? ¿sigue valiendo el actual Estatuto? ¿cabría reformarlo? ¿en qué sentido? ¿qué asimetrías caben en nuestro actual modelo? ¿las aceptarían las demás comunidades autónomas? ¿sería viable alguna fórmula tipo ley de claridad canadiense o similar? ¿es una solución el Estado federal? ¿hay alguna otra fórmula o ninguna vale porque el independentismo ya ha roto amarras? El hecho cierto, aunque muy doloroso, es que la actual Cataluña política no encaja en la actual España política. O cambia la actual política en Cataluña o cambia la actual política en España. O ambas.

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