Entrevista a Teresa Rodríguez "Nos acostumbramos a contratos de mierda, a alquileres inasumibles. A lo que dijimos el 15-M que no nos íbamos a acostumbrar"
Teresa Rodríguez (Rota, 1981) ha regresado a la arena política después de unos meses dedicados a la crianza de su hija Aurora, quien la acompaña allí donde va, con las ideas muy claras.
Recibe a Público este jueves en el Parlamento de
Andalucía, en las habituales dependencias de IU, que ahora sirven a los
propósitos de Adelante Andalucía, la coalición que ella y Antonio Maíllo, hoy retirado, crearon con vocación ecuménica y hegemónica.
A pesar de que en las próximas generales su apuesta
de unir todo el voto en la Comunidad a la izquierda del PSOE en una
sola formación no prosperó y, finalmente, Íñigo Errejón competirá con Unidas Podemos en cuatro provincias andaluzas, Rodríguez cree que no está todo perdido ni mucho menos con la vista puesta en el medio plazo.
“Hubo elecciones en las que nos presentamos
confrontando con IU y las diferencias políticas eran de matiz. Luego
hemos sido capaces de sentarnos en una mesa y de delegar una cierta
capacidad de autonomía en pos de un proyecto común. ¿Cómo no vamos a ser
capaces de hacerlo con compañeros que se acaban de ir?”, afirma en esta
entrevista.
Sobre el resultado de las próximas elecciones
generales, cree que existen riesgos de un retorno hacia cierto
bipartidismo, y, frente al hartazgo del votante de izquierdas, receta
“paciencia y perseverancia”. “Hace falta tener mucha paciencia para
aguantar la situación que se ha dado, la verdad”, reflexiona.
Añade que una abstención del electorado, como
sucedió en Andalucía, abriría un panorama peor. “Puede caernos encima
otro buen saco de medidas neoliberales que nos hagan otra vez olvidar lo
que era salir a flote”, afirma.
Ella llama a rebelarse contra ese estado de cosas,
“una especie de cloroformo”, que describe de este modo: “Pasan los días,
los meses y los años y nos acostumbramos a contratos de mierda en los
trabajos, a alquileres inasumibles. Nos acostumbramos a facturas de la
luz y del agua que nos asfixian. Nos acostumbramos a todo lo que dijimos
que no nos íbamos a acostumbrar cuando salimos a las calles de forma
masiva el 15-M y con las mareas después”.
¿Para qué le ha servido todo este tiempo fuera, en familia, por llamarlo de algún modo?
Para plantearme lo verdaderamente importante, que
no es solo mi hija en sí, sino el hecho de la vida, cómo transcurre,
cómo vive la gente eso tan especial que es tener un hijo. Por primera
vez, además.
¿Le ha permitido reflexionar, cambiar la percepción sobre algunos asuntos?
Con toda la voluntad del mundo, mis compañeros y
compañeras invierten todo el esfuerzo del mundo en trabajar y preparar
intervenciones. Y me di cuenta de que el tiempo que he estado fuera,
tampoco me ha llegado mucho la actividad parlamentaria. Cuando estás
fuera te das cuenta de que el Parlamento es una burbuja de la que no
trasciende más que lo anecdótico.
Desgraciadamente, ¿no? Aquí, en el Parlamento, se legisla sobre cosas que afectan a las vidas de la gente.
Sí. Estamos aquí para representar a la gente. Lo
suyo es seguir de cerca a quien te representa, a quien está hablando por
ti. Decimos estar hablando por la ciudadanía. Deberíamos sentirnos más
interpelados por nuestros representantes también.
Cuando regresó de su baja, no había Gobierno, a pesar de que había una mayoría de izquierdas para hacerlo y ahora hay una repetición electoral. Mientras la derecha lo tiene muy claro, como en Andalucía, en cuanto suman, se ponen de acuerdo para hacer las cosas que les unen, como bajar impuestos, la izquierda no parece capaz. En su opinión ¿Es una oportunidad perdida o tiene un sentido lo que ha pasado?
Me parece que la izquierda está asumiendo un riesgo inadmisible
Corremos el riesgo de que gobiernen las derechas,
de que sumen. Siempre se corre ese riesgo, como en Andalucía, el pasado
2 de diciembre, cuando nadie lo previó y parecía que era todo nuevo.
Puede pasar también que se recupere el
bipartidismo. El 15-M sucedió, entre otras cosas, para impugnar un
sistema bipartidista que se parece más al turnismo que a un sistema rico
en democracia, en matices, en representación de ideas distintas. La
crisis de régimen se puede cerrar en clave de vuelta del bipartidismo.
Se ha tirado y aflojado tanto de la ciudadanía que a final el mensaje
que se traslada es pues mejor que estén los de antes. Eso también es un
riesgo.
Y lo tercero, y dramático también, es que pasan
los meses, los días y los años y nos acostumbramos a contratos de mierda
en los trabajos, a alquileres inasumibles. Nos acostumbramos a facturas
de la luz y del agua que nos asfixian. Nos acostumbramos a todo lo que
dijimos que no nos íbamos a acostumbrar cuando salimos a las calles de
forma masiva el 15-M y con las mareas después. Es como una especie de
cloroformo que va entrando en la ciudadanía conforme van pasando los
años desde las primeras reformas posteriores a la crisis en 2009 hasta
hoy. Y ya nos hemos aclimatado a eso.
El próximo presupuesto de Andalucía es mayor en términos absolutos que el último previo a la crisis, a la caída de Lehman y todo lo que vino después. Pero los salarios no se recuperan, las viviendas no se compran…
Tiene que haber cierta seguridad en el futuro. Uno
tiene que poder tener la certeza de que va a pagar dentro de diez
letras, que es algo que existía y ya no existe, a no ser que seas
funcionario del Estado. Fundamentalmente lo que ha pasado es que salimos
de la crisis en clave de desigualdad. Salen de la crisis los que nunca
entraron en la crisis. Los demás nos acostumbramos a ella. Es verdad que
hay más empleo, pero es un empleo que en muchos casos ni siquiera
garantiza la cobertura de las necesidades básicas de las familias y de
las personas.
En este contexto, ¿Qué mensaje le traslada a alguien que ha votado en abril y en estos meses ha visto la falta de entendimiento y de acuerdo y que hoy está pensando: pero esta gente ¿qué hace?
Pedirle paciencia y perseverancia, porque
verdaderamente lo que nos jugamos es aún peor. Podemos pasar de un
pseudogobierno que al menos ha subido el salario mínimo interprofesional
a través de la presión que tiene a su izquierda o que ha subido las
pensiones no contributivas a un nuevo escenario con una nueva crisis en
la que vaya a caernos encima otro buen saco de medidas neoliberales que
nos hagan otra vez olvidar lo que era salir a flote. Mucha paciencia.
Hace falta tener mucha paciencia para aguantar la situación que se ha
dado, la verdad.
¿La responsabilidad de quién es?
Yo la pongo en Pedro Sánchez. Es verdad que la
perspectiva de la realidad que tengo está en el marco de Podemos. Pero
tengo la impresión de que nunca quisieron un pacto de Gobierno con
Unidas Podemos, a pesar de que dijeron lo contrario.
Uno puede salir desde el principio y no marear la
perdiz. Mira, nosotros no vamos a gobernar con vosotros y punto. Si
queréis, nos podéis dar los votos de la investidura y si no, no. Lo que
ha habido son las famosas batallas del relato, un juego mareante y
desquiciante para la mayoría de la gente que lo observamos desde fuera,
donde no ha habido ningún tipo de claridad.
Es insólito que alguien abra la puerta a un
gobierno de coalición diciendo que el único problema que hay es el
candidato, pensando que en ningún caso Podemos va a renunciar a su
candidato porque es humillar mucho a una organización decirle tienes que
renunciar a tu líder, pero se hace. Lo hace Pablo Iglesias. Se retira. Y
se hace a un lado. Y me da la impresión de que eso no se lo esperaba el
PSOE. Y aun así ha habido un esfuerzo pertinaz para intentar no llegar a
un acuerdo. Así es como yo lo he visto.
En cualquier caso, espero que no se vuelva a dar
una situación similar. Porque nos podemos encontrar con una parecida
después de las elecciones con la única diferencia de una corrección al
alza del bipartidismo. Es decir, una caída brutal de Ciudadanos, lo cual
no es una mala noticia para alguien que se considera antineoliberal,
pero a base de un reforzamiento del PP y un cierto estancamiento de
nuestra fuerza política. Por tanto, al final, podemos volver al mismo
punto en el que estábamos antes del 15-M.
Esta vez está el factor Errejón. ¿Por qué cree que se presenta ahora, a marchas forzadas? Un partido muy joven, que existía solo en Madrid.
Igual es una pregunta que debe responder Íñigo
Errejón. ¿Qué le mueve a presentarse a las elecciones generales? En
cualquier caso, las posibilidades son limitadas, una de dos, o es capaz
de movilizar un cierto voto de la izquierda, es decir, lo mismo que ha
pasado en Andalucía con la derecha. Las tres derechas hicieron que se
movilizara el voto. Decíamos: va a fragmentar, pero fue capaz de
movilizar a gente que no le apetecía votar al PP ni a Ciudadanos y
encontró en Vox un nido donde volver a reconocerse en las urnas. Puede
pasar que movilice a un cierto sector del abstencionismo o puede pasar
que efectivamente haya una fragmentación del voto en la izquierda y
perdamos, en algunas provincias andaluzas, especialmente, representación
el bloque de la izquierda en su totalidad. Eso solo se desvelará
después de las elecciones. Es una jugada arriesgada no solo para Más
País y para Íñigo Errejón, sino para el conjunto de la izquierda.
Usted apostó hasta el último momento por una candidatura de unidad. ¿Por qué no pudo ser?
No sé. Hay veces que en las organizaciones se
abren algunas lógicas… En que las personas se ven inmersas en unas
lógicas de traición, de venganza, de resentimiento entre sectores que en
un momento dado tienen diferencias políticas legítimas y naturales.
Como vivimos con poquísima naturalidad las posiciones políticas diversas
dentro de las fuerzas políticas en general, incluso a veces dentro de
la sociedad, pues al final es un drama irreconciliable. Y a medio plazo
no nos acordaremos de qué pasó.
Tengo la impresión de que cuando pase un tiempo no
habrá más remedio para quienes quieran responsabilizarse de la
situación de la mayoría social de su país que volver a sentarse y
ponerse de acuerdo para sacar adelante iniciativas buenas para la gente.
Yo creo que esa confluencia se va a producir tarde o temprano. Hubo
elecciones en las que nos presentamos confrontando con IU y las
diferencias políticas eran de matiz. Luego hemos sido capaces de
sentarnos en una mesa y de delegar una cierta capacidad de autonomía en
pos de un proyecto común.
¿Cómo no vamos a ser capaces de hacerlo con
compañeros que se acaban de ir? Personas con las que yo he discrepado
políticamente de forma muy profunda, tanto el sector de Íñigo como
algunas veces, también el sector de Pablo. Pero tenemos que ser capaces
de tener en la misma organización posiciones con una disparidad relativa
como la que hay entre Íñigo Errejón y yo. Me parece que somos capaces
de tolerar esa diversidad interna.
¿Sigue por tanto con su apuesta de construir una fuerza en Andalucía que aglutine a todo el mundo?
Hemos tenido una relación muy buena con los
sectores errejonistas hasta que se fueron, hasta ayer. La relación ha
sido buena. En las asambleas ciudadanas nos hemos dicho todo lo que nos
teníamos que decir. Nos hemos dicho de todo. Luego, en las asambleas se
vota, se llega al acuerdo y se respeta. Al que queda como minoritario,
se le tiene en cuenta como alguien que a lo mejor en el medio plazo
consigue ser mayoría porque nos dijo algo importante que no fuimos
capaces de asimilar. Las organizaciones tienen que ser así. Si no,
serían sectas, ¿no?
Esa es su apuesta, por tanto: la unidad en Andalucía
Esa es mi apuesta. Y vehicular todo en torno a la
idea de Andalucía, porque tiene la suficiente potencia. Hay una
diversidad muy amplia de visiones en nuestra tierra. Desde aquí podemos
contribuir al cambio de fuera. Desde aquí podemos contribuir a un cambio
porque lo que interesa a Andalucía es lo que interesa a la mayoría
social de este país. El problema catalán sabemos cuál es, pero el
andaluz ¿cuál es? Es el de los alquileres, el del agua, el del trabajo,
el de los contratos.
¿Cuánta influencia tuvo el asunto catalán en el fracaso de las negociaciones entre PSOE y Podemos?
Existe algo que estaba en nuestro programa desde
el primer día, desde el manifiesto fundacional de Podemos, que era la
defensa del derecho a decidir. Defender eso ha sido y sigue siendo muy
difícil en este contexto de mucho ruido sobre esta cuestión.
Aun diciendo que no queremos que Catalunya se
fuera, decíamos también que esto solo se resuelve dejando a la gente que
opine y que vote, que no se resuelve con condenas ejemplarizantes, que
solo van a servir para que haya una sensación de agravio en catalanes y
catalanas con razón. No se resuelve mandando miles de efectivos de las
fuerzas y cuerpos de seguridad buscando cajas de metacrilato o del
material que fueran las urnas aquellas. Solo se resuelve dejando que la
gente vote y hable. La situación es cada vez peor. Cada vez más duro.
Defendimos eso en Podemos. Y en torno al 1-O
seguimos defendiendo nuestra posición que estaba en ese interludio de
sentarse a hablar, a negociar, de escuchar al otro, de intentar
convencer, pero respetando en cualquier caso la opinión del otro. Y, sin
embargo, cuando nos sentamos a pactar un gobierno, fue de las primeras
cosas que nos pidió Pedro Sánchez. Que renunciáramos a eso. Luego, nos
puso condiciones que no respetaban la lógica de un acuerdo. Solo hemos
renunciado nosotros. Da la impresión de eso claramente.
Con Iglesias, no habla desde hace mucho, ¿no?
No tanto tiempo. Hablé con él cuando le mandamos
la propuesta de presentar una candidatura unitaria de Adelante Andalucía
para las elecciones generales. Básicamente le dije que le mandaba la
propuesta con mucho cariño y que la miraran con cariño en la ejecutiva
federal, en el consejo de coordinación. Y él me dijo que la mirarían con
mucho cariño. Y ahí quedó la cosa. Yo sé lo que significa la no
respuesta de después, obviamente. Pero la relación personal no es mala,
incluso si alguna vez hemos discutido de forma muy rotunda. Hay un
respeto mutuo.
A la hora de consumar ese proyecto andaluz, parece evidente que se necesita un mínimo de complicidad con Iglesias, porque confederar implica un vínculo.
Las organizaciones democráticas deberían tener
espacios orgánicos en los que hablar acerca de esto. Nuestra propuesta
va a seguir siendo, y en Andalucía ya ha sido mayoritaria en las dos
asambleas ciudadanas que hemos celebrado, que Podemos se parezca más a
la sociedad que aspiramos a construir en España, plurinacional, con
lógicas confederales o, al menos, federales. El grupo parlamentario es
un grupo confederal.
Que tiene asimetrías.
La cosa es que nosotros nos negamos a que haya confederalidad con el norte y centralidad con el sur. No.
Tal vez considere que no es el momento de tocar estos temas, por la cercanía electoral, pero ¿Puede explicar su propuesta con detalle?
Lo que quiero es que las listas de mi
organización, las elijan los militantes de los territorios por los que
se presentan los cargos públicos. Y no que se hagan 52 listas desde
Madrid. El resto de partidos lo hacen. No hace falta irse muy lejos.
Igual que no tenemos una España centralista. Entonces nos tenemos que
parecer a esa España plurinacional de la que hemos hablado tantas veces.
Tampoco es tan loco eso.
Además de la necesidad de tener autonomía en los
territorios, está, por otro lado, la necesidad política de defender el
patrimonio programático que hemos acumulado. No dar pasos atrás. Me
parece que durante el 15-M y las mareas se hizo mayoritario en la
sociedad un nuevo sentido común, que antes era impensable, que llamaba
chorizos a los banqueros, a los políticos y que decía que el sistema no
era democrático y que no queríamos ser mercancías. Ideas de mucha
radicalidad que se asumieron de forma muy mayoritaria. Debemos ser la
salvaguarda de esas ideas. No debemos perder bagaje programático.
También nos postulamos para ser una alternativa al
bipartidismo. En Andalucía, donde tenemos cierta experiencia de lo que
pasa cuando se gobierna con el PSOE, pues, lo hemos hablado y debatido
en Podemos Andalucía, que sigue siendo Podemos, porque Podemos, como
España, es una cáscara vacía sin los territorios. Es una idea que no
tiene sentido sin las partes que la componen. Aquí planteamos que había
que evitar que la derecha gobernara, nosotros planteamos los riesgos.
Evidentemente, la política de alianzas en el Congreso se decide allí y
nosotros respetamos el ámbito de decisión, pero damos nuestra opinión.
Nos gustó mucho la actuación en la negociación de
los presupuestos. Creo que quedó muy claras cuáles eran las posiciones
que habíamos puesto sobre la mesa y qué habíamos conseguido arrancar y
me parece que damos una lección de capacidad de diálogo, de negociación,
de no ruptura, de intentar trabajar, de conquistar victorias. Lo
contrario de eso es formar parte de un gobierno y perder la capacidad de
seguir siendo oposición planteando tus propuestas y arrancándolas. Al
bloque de izquierdas le ha salido bien en Portugal.
Plantea también poner a Andalucía y los problemas de Andalucía, que tienen que ver, entre otras cosas, con una distribución justa de la renta, en el primer plano.
Yo no soy muy nacionalista, pero imagine que lo
fuéramos. Una reivindicación nacional de Andalucía sería derogar las
reformas laborales, porque nos afecta especialmente la precariedad y la
parcialidad en el empleo. La subida del SMI a 1200 euros también lo
sería, porque nuestro salario medio es más bajo que el de la media del
Estado. También la lucha contra la pobreza y la exclusión social, porque
el 40% de la población esta en riesgo de pobreza. Las reivindicaciones
andaluzas son reivindicaciones que si se dieran. Si Andalucía, nosotros,
consiguiéramos salir de esa condición de desventaja y de subdesarrollo,
sería porque se han aplicado políticas que benefician también al
trabajador de Zamora o al de Burgos.
En Andalucía ha cambiado el Gobierno. ¿Qué ha cambiado con el Ejecutivo de PP y Ciudadanos respecto al del PSOE?
Es un poco igual, pero peor. Aquello que ya nos
parecía peligroso del gobierno anterior del PSOE con Ciudadanos, como el
agujereo fiscal, sigue pasando, pero llevado al extremo. Llevado más
allá, a hacer desaparecer los impuestos sobre la riqueza poco a poco.
Hay otras cosas que son marca de la casa, como. cambiar las palabras y
convertir cosas que nos parecían ya conquistadas en cuestiones que están
en riesgo, como la lucha contra la violencia machista. El dejar de
considerar machista la violencia contra las mujeres supone condenarnos a
no resolver nunca el problema.
Si nos empeñamos en llamar violencia machista a la
violencia machista no es por ser más feminista que nadie, sino que es
porque o acabamos con el machismo o nunca acabaremos con la violencia
esa que llaman intrafamiliar o de género, incluso. Siempre nos ha
gustado llamarla violencia machista, porque se trata de acabar con un
sistema completo de relaciones entre hombres y mujeres. No vas a acabar
con la violencia mientras no consideres acabar con el machismo. Eso sí
es más crudo ahora. El movimiento feminista se sentía a la ofensiva. Sin
embargo, ahora el gobierno con la extrema derecha, la sensación es de
tener que volver a una posición de resistencia y de intentar recuperar
aunque sea las palabras. Han bajado además las ayudas en concreto contra
la violencia machista.
Usted acaba de vivir un juicio, que se ha resuelto con una condena por abusos sexuales que ha recibido el empresario Manuel Muñoz Medina por arrinconarla y simular un beso tras un acto público en la sede de la confederación de empresarios de Sevilla, ¿Cree que ha aprendido algo ese hombre tras la condena?
Quiero pensar que sí. No sé.
¿Nunca le ha pedido disculpas?
Sí. Lo hizo públicamente en una entrevista con
Ángels Barceló. Que además fue un poco graciosa la entrevista porque
dijo: yo no lo he hecho ni lo volveré a hacer. Fue curioso. Dijo que le
disculpase si me había sentido mal. Pero después, a continuación, salió
en prensa diciendo esta mujer es de Cádiz, debería estar acostumbrada a
estas bromas.
En el mismo juicio, tampoco lo hizo.
No.
¿Usted está conforme con esa sentencia? ¿Le parece una sentencia adecuada?
Sí. Sobre todo por lo que tiene de pedagógico. Me
gustaría que hubiera gente que leyera algunos fragmentos de esa
sentencia. Ha habido periodistas que han hecho esfuerzos por explicarla
bien. Y es básicamente una idea muy sencilla. Si alguien te involucra en
un comportamiento sexual sin tu consentimiento, es abuso sexual.
Este señor no me gastó una broma, ponerme un calzo
para que yo me tropiece y reírse de mí o no me cuenta un chiste
machista. No. El tipo de broma que me gasta es que me involucra en un
comportamiento sexual que yo no consiento evidentemente. Eso es abuso
sexual. Más grave o menos grave pero eso es abuso sexual y es delito. Es
punible.
Quien guste de hacer este tipo de cosas, espero
que se lo piense dos veces. Y mujeres que lo hayan sufrido, espero
también que valoren la posibilidad de denunciarlo en los tribunales.
Esto es lo positivo que puede tener esa sentencia. No solo poner la
carga de la responsabilidad en la mujer. Los hombres que puedan leer la
sentencia también. El derecho penal se supone que tiene una función
pedagógica. También la tiene, se supone.
En teoría, sirve para reinsentar.
Eso es. Para las personas y para la sociedad. Que
la sociedad sepa que eso es delito y para que ese hombre no vuelva a
hacer eso. He de decir que me pensé denunciar, y una de las razones fue
pensar en las personas más vulnerables de su entorno. Si este hombre
hace esto con una diputada que va a la Cámara de Comercio, ¿qué no hará
con la camarera de la fiesta en la que estaba, o con la secretaria?
¿Se pensó denunciar?
He de decir que sí. Estaba sola en aquel momento.
Pensaba: esas personas tienen relación de empleada-empleador. Lo más
normal es que lo nieguen. Y efectivamente pasó en el juicio, pero como
había un vídeo, pues… Yo no tenía ni idea de que había una cámara ahí.
[Nota del autor: el vídeo fue capital para la condena, además del propio
testimonio de Teresa Rodríguez]
Tengo, después de todo, la esperanza de que
nuestros niños y niñas puedan algún día levantarse por la mañana y
formar parte de una sociedad donde este tipo de cosas no ocurren. Que se
enfrenten a otros problemas, pero este tipo de cosas… Otra vez. Son los
mismos problemas que tenía mi madre. Y mi abuela. Ojalá que la
generación siguiente no se tenga que enfrentar a estas cosas.
Volviendo al tema del Gobierno de Andalucía. ¿Hay alguna cuestión que le preocupe particularmente de su actividad?
Hay algunas cosas que creo que nos pueden explotar
en la cara como las puertas giratorias de la industria farmacéutica.
Personas muy cercanas al presidente y al PP de Andalucía tienen una
vinculación muy fuerte con la industria farmacéutica y la entrada de
esas personas en la gestión de la sanidad me aterroriza porque es una de
las formas de privatizar y esquilmar los recursos para la sanidad
pública.
Por otro lado, otros dos miedos que tengo son el
agua y el suelo. También están en el centro del acuerdo de investidura y
están en el centro de algunos discursos de lo que va a venir, viviendas
ilegales, recalificaciones por un tubo, ampliación de los regadíos,
seguir apostando por cultivos intensivos en agua como si no hubiera
mañana. Creo que esta gente andan sin límites en cuanto a los recursos
naturales, especialmente el agua y el suelo y también la industria
contaminante de Huelva y del Campo de Gibraltar. ¿Qué le vamos a dejar a
las siguientes generaciones después de este gobierno de 4 años, de 8 o
de lo que dure?
Para que dure solo 4, salvo que cambien mucho las cosas, lo que sin duda puede pasar en estos tiempos, parece que se tiene que dar algún tipo de entendimiento, aunque sea mínimo, entre Adelante Andalucía, a la espera de lo que pase con Errejón en el futuro, y el PSOE. ¿Esa relación cómo está? ¿Ha habido algún tipo de acercamiento ahora que los socialistas están en la oposición?
Cuesta trabajo borrarse la memoria. Ahora apuestan
por unas medidas que hace 4 años eran imposibles y ahora desde la
oposición las defienden. Tienen un problema grave de credibilidad. Pero
hemos dejado muy claro que si depende de nosotros, la derecha no va a
gobernar en Andalucía. Esta dirección que hoy por hoy coordino y este
grupo parlamentario que coordino no estaríamos por entrar en un Gobierno
con el PSOE, pero sí por llegar a acuerdos puntuales para intentar
recuperar lo perdido en estos 4 años, que es posiblemente recursos para
la sanidad, para la hacienda pública, agujeros fiscales, conservación
del suelo y del agua… Estaríamos dispuestos a hablar de estas cosas
concretas con ellos y sacarlas adelante la siguiente legislatura.
Hay un asunto que usted ha abanderado en numerosas ocasiones. Se trata de las prebendas que tienen los diputados. Por ejemplo, las dietas, que no tributan, que ha cobrado del Parlamento durante su baja, las ha intentado devolver. Sin embargo, no le han dejado y, en consecuencia, las ha donado ¿No?
Las intenté devolver. Pero no me dejaron. Lo que
he hecho ha sido donarlas a un colectivo de mujeres de comedores de
cuarteles que las han echado. Las han echado al entrar otra empresa. Han
despedido a mujeres que llevaban 25 años trabajando en una contrata en
los cuarteles de defensa. Ahora están en huelga para recuperar sus
puestos de trabajo. Y he aportado los 8.600 euros a la caja de
resistencia. Con ese dinero, van a cubrir las necesidades más acuciantes
del colectivo de trabajadoras, ante un desplazamiento, una consulta
jurídica… pueden tirar de ahí.
Están también, en este capítulo, las indemnizaciones por vivienda que cobran los altos cargos del Gobierno andaluz desde el año 2000 y que PP y Ciudadanos querían liquidar cuando estaban en la oposición. Sin embargo, en cuanto han llegado al poder, han comenzado a cobrarlas. ¿Es una batalla perdida la suya?
No lo sé. No la doy por perdida. Me parece que es
un discurso que nadie puede rebatir. Esto es un consenso vampírico, que
lo sacas a la luz y se desintegra porque nadie lo puede defender. Nadie
puede salir a defender que es razonable que una persona que está de baja
cobre dietas. Nadie puede salir a defender que un político que cobra
4.500 pavos de sueldo, más otros 2.500 de dietas, más una ayuda al
alquiler de 1.200 es clase media trabajadora. No se lo cree nadie. [Nota
del autor: Juanma Moreno, presidente de la Junta de Andalucía, dijo
este jueves en el Parlamento de Andalucía que él era “clase media”].
Por lo limpio que es el discurso, antes o después
se impondrá. Y lo hará mientras exista gente que lo ponga encima de la
mesa, porque a ellos les incomoda mucho que se hable de estas cosas. Les
da coraje. Pero para mí es clave. Una de las formas de acabar con el
cinismo en la política y con la manera tan despegada que tenemos de
hablar en las instituciones es no alejarnos de la vida corriente. Si yo
cobrara lo que me pagan, yo no sería la misma persona. Es que no sería
la misma persona. Empezaría a olvidárseme que los mileuristas pagan
impuestos o que hay gente que espera la renta mínima de inserción desde
hace dos años, porque no los vería por la calle. Para mí es importante
eso. Que los representantes sean representativos. Que les duelan los
problemas de la gente.
¿Sigue sin resolver la duda que tiene de presentarse otra vez para dirigir Podemos en Andalucía?
Sí. Ya veremos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario