Cadaqués, el pueblo más bonito de la Costa Brava
Escondido
tras el macizo del Cabo de Creus, Cadaqués es un enclave único en la
Costa Brava que ofrece al viajero un entorno aislado, tranquilo y amable
para disfrutar del buen vivir.
Pero para admirar la belleza de este pueblo del Alto Ampurdán hay que pagar un precio: tener paciencia para recorrer la sinuosa carretera que tiene su final en el punto más oriental de la Península Ibérica. No, no es fácil entrar —ni salir— de Cadaqués. Tal vez por ello, los visitantes sienten que están, de alguna manera, en un paraje secreto y solitario, aunque sea temporada alta y esté lleno hasta la bandera.
Al fin y al cabo, esta serpenteante ceremonia de entrar en Cadaqués forma parte de su carácter. Ese suspiro de alivio que sigue a aparcar el coche tras un largo viaje es, en este caso, casi un suspiro triunfal. En Cadaqués es mejor olvidarse del coche en cuanto podamos… y disfrutar de la vida.
Lo primero que hacen la mayoría de visitantes del pueblo es buscar un punto suficientemente alto para disfrutar del paisaje. Camina por el rastell —el antiguo pavimento de origen medieval— en busca de la iglesia de Santa María. En un buen día de sol la estampa es deliciosa. Decenas de barcas pesqueras amarradas en el azul del Mediterráneo. Y si es un día nublado el espectáculo también es fantástico, cubriendo de misterio el macizo del Cabo de Creus, responsable del aislamiento por tierra de Cadaqués.
Las calles empedradas y el paseo marítimo ofrecen al recién llegado el aroma del sosiego. No verás por aquí a turistas yendo de un lado a otro a toda velocidad. Al contrario, el viajero se contagia rápidamente del ritmo pausado de la vida del cadaquesenc. Así que es el momento de sentarse en una terraza con vistas al mar y probar alguna de las delicias típicas del pueblo: escorpena en salsa, anchoas de Cadaqués o los Taps, esos dulces típicos que llevan preparándose en el pueblo desde hace siglos.
Dalí, un genio suelto por Cadaqués
Ya con el estómago lleno y acompañado de un buen caldo autóctono es posible que empieces a notar como una pulsión creativa se apodera de ti. Efectivamente, Cadaqués es uno de esos pueblos que muchos artistas eligen para reencontrarse con las musas. Entre todos los personajes que han pululado por el pueblo, el más famoso, sin duda, es Salvador Dalí que fijó su residencia durante muchos años al pie de la playa del Portlligat. Los fans del surrealista más célebre del siglo XX tienen a su disposición su casa-museo que incide sobre todo en el peculiar estilo de vida que el artista llevó mientras vivía en Cadaqués.Pero Dalí no fue la única mente creativa que uso como atelier este sugerente enclave de la Costa Brava: Picasso, Duchamp, Buñuel o Magritte acudieron a Cadaqués en busca de inspiración… y algo de esparcimiento al lado de otros amigos artistas. A buen seguro que esta pléyade de figuras de las vanguardias también se dejaba ver por las playas y calas de la costa del Alto Ampurdán. Sa Conca, Cullaró, La Jugadora, Culip o la mencionada Portlligat ofrecen al viajero un buen chapuzón en las siempre agradecidas aguas del Mediterráneo.
Y para los que les gusta el senderismo, Cadaqués cuenta con diferentes posibilidades, pero siempre con el Cabo de Creus como imán para el viajero. Las curiosas formas del gran macizo que rodea Cadaqués han llevado a los locales a denominar algunas de las rocas con nombres como el Camello, la Tortuga o el Águila.
El Faro del Cabo de Creus puede ser el punto final de nuestra ruta por los senderos del Parque Natural. Pero también recomendamos un paseo una barca, sobre todo al atardecer: es el mejor momento para observar la belleza de Cadaqués desde otro punto de vista, comprobar como se van encendiendo las luces del pueblo mientras la noche va cayendo sobre este remanso de paz.
Cuentan que Dalí tenía un espejo en su casa de Portlligat para reflejar los rayos de sol y ser así la primera persona que veía el amanecer en toda la Península Ibérica. No es mal plan para terminar la noche en Cadaqués, ¿verdad?
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