El federalismo como termómetro
A instancias del PSC, el PSOE recuperó este miércoles el término federalismo.
Ese enésimo vaivén socialista en la materia puede servirnos como
termómetro para medir el importantísimo cambio experimentado por la
temperatura política española en los últimos años. Cuando el 6 de julio
de 2013 el PSOE lo incluyó en su declaración de Granada, era una
formulación que, gustaba o no, pero que no resultaba sospechosa de
amenazar la unidad del país. Hoy, el acelerón enloquecido del
independentismo catalán
está produciendo un rebote pendular de signo contrario, hasta el punto
de que la idea federalista ha pasado al lado oscuro con su muletilla
maligna:
la plurinacionalidad. Esa declaración de
Granada del año 2013 que el PSOE reafirma después de mil volteretas y
crisis familiares, es vista ahora como imprudencia o, por algunos, como
prueba de cargo antipatriótica. Por si a alguien le sirve de algo,
recuerdo cómo se titulaba dicha declaración:
Un nuevo pacto territorial, la España de todos.
Y a fin de medir el cambio de la atmósfera política en estos 6 años,
repaso algo de su contenido. Apuntaba que era preciso actuar contra el
inmovilismo para neutralizar dos tentaciones que ya estaban en órbita y
que entonces se consideran obstáculos para profundizar en el Estado de
las Autonomías:
el centralismo y el secesionismo, y para abrir el camino a una
reforma de la Constitución.
Hoy, aludir a la profundización del
Estado de las Autonomías
es insensato; presentar el centralismo como algo indeseable, blasfemo;
referirse a la España plural, herético, y hablar de la reforma
constitucional, una marcianada. Ya ven, y
solo han pasado 6 años.
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Cuando la política se deshumaniza, se mercantiliza y se corrompe confundiendo
la sociedad con la jungla del siglismo y el safari de votos, se pierde
el alma cívica e institucional en el mercadillo del infierno, se vende
todo en plan rebajas y el comprador es el gran capital, ese vertedero
autoinmune, la alcantarilla global que se traga todo, hasta devorarse a
sí mismo, convencido de que controla a lo bestia el finiquito de los
demás, nunca el suyo, que avanza a zancadas sin notarlo. La moneda de
cambio es la humanidad. Para eso el ímpetu del cerebro reptiliano se
disfraza de lo que haga falta: de patrias, de reyes y de dioses. De
pompas y circunstancias. Marea perdices, lava cerebros, vomita
ideologías, pringa lo que toca, y todo para camuflarse de lagarterano y
cantarnos la Rosa del Azafrán en medio del Armagedón...Y que así se nos
olvide que por encima de lo que tenemos o carecemos, de lo que nos
anima, nos hunde o nos cabrea, sobre todo SOMOS, SENTIMOS, CREAMOS y
VIVIMOS, y eso que es de valor incalculable y lo que nos hace enteros,
lúcidos e imbatibles no se compra, no se subasta, no se vende. Pero
enredados y tan entretenidas en el reino de las moscas, ni nos coscamos de ello. Ahí está
la clave del enredo, to be or no to be, dice Hamlet. Hay que elegir,
como en Matrix, para ser Neos y Neas superando la cutrez añeja, entre la
píldora azul o la roja, entre la distracción saltimbanqui y la evolución
inteligente y humanizadora de lo esencial.
Es el reto de una humanidad
que se debate entre la repetición del destarifo y la sabia apertura a lo
imprevisto, ya imprescindible para sobrevivir. Habría que repasar
atentamente las lecciones del premio Nobel de Física Ilya Prigogine,
para comprender el momento global en el que estamos inmersos, para
entender lo que pasa en España y su circuito político-social colapsado de arriba abajo y de izquierda a derecha. Hace
falta una bifurcación que abandone la ENtropía para construir la
EUtropía necesaria. Según la ciencia, esto que nos pasa es parte de la
dinámica universal, en el caso humano, tenemos la suerte de poder ser
conscientes, y ahí está la clave de la elección bifurcadora: ¿nos vamos a
la mierda o nos salimos de su dinámica ambaucadora, 'normalizándola' con inteligencia y
hasta dándole el valor que nunca tendría si nosotros no se lo diésemos, en plan flautista de Hamelin para el hundimiento o en plan regenerador para el cambio verdadero? La
supervivencia de lo cuántico depende del lado cualitativo de la
consciencia, cuya herramienta es el pensamiento unido a la emoción: el
sentimiento que o bien nos moviliza e ilumina creativamente como seres humanos o que por el contrario nos
paraliza automáticamente, como tenebrosas máquinas auto-programadas por dogmas y
"seguridades" de cloaca que en realidad solo son falacias e ilusiones sin fuste, pero muy viejas y
cómodas, sobre todo, cómodas en apariencia, porque sus resultados son un manicomio penitenciario. Basta con ver lo que hay para darse cuenta. Es tan descarado e inocultable que salta a la vista. Y claro, no querer verlo es un verdadero estrés con inseparable agotamiento, un esfuerzo inútil y bastante estúpido, algo así como ir en un barco y no querer admitir que lo que nos rodea y por donde nos movemos es el mar, pero nos empeñamos a toda costa, en que es tierra firme. Los medios, en especial, se deberían plantear en qué lado de la consciencia están, -si es que están, y sobre todo si es que son- en el de la visión real o en el de la venda en los ojos.
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