Y ahora, ¿quién enjaula al tigre?
Después de dos días de ominoso silencio, Quim Torra dijo por fin unas palabras de rechazo a la violencia, pero no creo que el tigre vuelva mansamente a la jaula
Como es bien sabido, es más fácil abrir la jaula para que salga el tigre que conseguir que vuelva a entrar. Quim Torra
espoleó las protestas, jaleó a los más radicales, de forma que no solo
amplificó el alboroto, sino que provocó el efecto más habitual de las
movilizaciones exaltadas: el desbordamiento. Ayer noche, después de dos
días de ominoso silencio, dijo por fin unas palabras de rechazo a la violencia, pero no creo que el tigre vuelva mansamente a la jaula. Los radicales del llamado Tsunami Democrático dicen haber emprendido un camino sin retorno.
El Govern, cuyo papel está siendo cínicamente equívoco, ha llegado a reprochar a su conseller de Interior que los Mossos cumplieran con su deber, pero el caso de Torra llegaba al límite, un caso patético, un monumental desorden institucional. El primer representante del Estado en Cataluña se manifiesta en las calles contra una sentencia del principal tribunal del Estado, la más absoluta pérdida de papeles.
A todo esto, Vox exige a Sánchez que declare el estado de excepción; Ciudadanos, que active el 155; el PP, que inicie los trámites para aplicarlo y que implemente ya la Ley de Seguridad Nacional. El presidente en funciones afirma no descartar nada, pero trata de mantener la calma y no ser arrastrado. Piensa que llegar tarde sería malo, pero precipitarse sería aún peor. ¿Acierta? ¿se equivoca? El tiempo lo dirá. Supongo que es imposible que no piense en las elecciones, sobre todo, porque las encuestas dicen que el PP se acerca, pero sería un error gravísimo que actuara pensando solo en ellas porque las decisiones que en estos días se tomen -lo que se decida hacer o lo que se decía no hacer- podrían tener una repercusión de largo alcance mucho más allá del 10 de noviembre.
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