CIS: en el fondo, sin novedad
Cuatro años seguidos escrutando las tripas de los sondeos, tasando promesas, barajando posibles alianzas, debería haber sido tiempo suficiente para que todos hubiéramos aprendido qué puede darnos y qué no va a darnos una nueva cita en las urnas. Puede darnos un resultado electoral con su ganador y todo pero no va a dejarnos aclarado el problema de la gobernación
ni muchísimo menos qué hacer con ella. No va a asegurarnos el fin de
ese ciclo de inestabilidad crónica. Para acabar con él necesitamos algo
más que elecciones. No bastan las elecciones; se necesita voluntad y decisión política.
Si se llegara a materializar la desconfianza de Torra en el conseller Buch por la actuación de los Mossos el último tramo de la campaña puede estar marcado por la sombra de la ley de Seguridad Nacional y llevarnos a las urnas amarrados al ronzal de Cataluña hasta el último segundo.
Y un poquito más de carbón para la caldera catalana. La rectificación del Supremo sobre Juan Mari Atutxa atendiendo con once años de retraso la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos que había dado la razón al expresidente del parlamento vasco va a alimentar, o puede hacerlo al menos, la presión y la hostilidad contra la justicia española. El caso Atutxa no tiene absolutamente nada que ver con el procés, pero con los términos desobediencia, Supremo y Estrasburgo hábilmente mezclados en una frase, se pueden hacer maravillas argumentales.
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