Las penas a los independentistas no son para tanto
Cabe concluir que el motivo último para condenarlos con tanta dureza es justificar toda la excepcionalidad de estos dos años: el abuso de la prisión provisional, el traslado de la causa a Madrid, la suspensión de cargos públicos, y la barra libre política, mediática, judicial y policial que permitía todo tipo de excesos apoyada en la gravedad de lo sucedido
Me quedé muy preocupado
por lo elevado de las penas a los independentistas, hasta que escuché y
leí a unos cuantos tertulianos y articulistas que me tranquilizaron: no
es para tanto, parecen muchos años, pero con los beneficios
penitenciarios disfrutarán de permisos en unos meses, saldrán en
libertad condicional dentro de tres o cuatro años, y mucho antes les
darán el tercer grado y solo irán a la cárcel a dormir. Además, parecen
condenas muy duras, pero podrían haber sido peores: hasta 25 años pedía
la Fiscalía, que además solicitó que no tuvieran tercer grado sin
cumplir la mitad de la pena.
Me quedé mucho más
tranquilo, claro. Incluso puedo añadir algunos argumentos para quitar
otro poquito de hierro a la condena: en la cárcel no pasan frío, ni
hambre, ni hacen trabajos forzosos. Reciben visitas, conceden
entrevistas, y tienen tiempo para hacer deporte o leer todos los libros
que no podrían leer si estuviesen libres. Y a sus familias las van a
querer mucho más cuando salgan, después de tantos meses de vis a vis.
Por no hablar de las batallitas que podrán contar, y las amistades que
harán ahí adentro.
¿Se quedan ustedes también más tranquilos? Yo tampoco.
Hablemos claro, sin paños calientes: las penas son un disparate, que se
suma al año y pico o dos años que ya se han comido en prisión
provisional. Los nueve, diez, doce o trece años que les ha puesto el
Supremo son un castigo y una humillación, y son también una condena
ejemplarizante, un aviso para futuros sediciosos. Y en cuanto a los
beneficios, salvo que el tercer grado llegue antes, Cuixart y Sánchez
disfrutarán de permisos a partir de enero, pero Forcadell (cuya condena
es especialmente sangrante dado el papel que jugó como presidenta del
Parlament) no tendría permisos hasta el 2021, lo mismo que Junqueras,
Romeva, Bassa o Turull.
Si hablamos de libertad
condicional, los Jordis la conseguirán dentro de ¡cuatro años!,
Forcadell tendrá que esperar hasta finales del 2025, y Junqueras hasta
junio de 2026. Y el famoso tercer grado, que tampoco es una bicoca
(dormir a diario en prisión), está por ver cuándo lo obtienen, pues la
Fiscalía podría recurrirlo y la última palabra sería para el Supremo,
que durante dos años no ha sido precisamente muy magnánimo al
administrar la prisión provisional. Eso sin contar con que no le retiren
a Cataluña las competencias de prisiones, que ya todo es posible.
Le
pueden poner todos los paños calientes que quieran, pero la realidad es
tozuda: nueve independentistas han sido condenados a duras penas por
unos hechos que el propio tribunal reconoce que no eran tan graves, no
implicaron violencia y no amenazaron en ningún momento el orden
constitucional. Si bajamos al detalle de la sentencia, más inaceptable
resulta que esas nueve personas lleven hasta dos años en prisión y
tengan por delante más cárcel.
Leyendo a tantos
juristas que no dan crédito a lo sentenciado, cabe concluir que el
motivo último para condenarlos con tanta dureza es justificar toda la
excepcionalidad de estos dos años: el abuso de la prisión provisional,
el traslado de la causa a Madrid, la suspensión de cargos públicos, y la
barra libre política, mediática, judicial y policial que permitía todo
tipo de excesos apoyada en la gravedad de lo sucedido. Sin una condena
dura, esa gravedad quedaría en nada, y cabría cuestionar todo lo
anterior. Pero no lo vamos a hacer, porque los presos deberían estar
agradecidos de que dentro de unos meses puedan salir días sueltos o
volver a la celda solo para dormir.
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