1 de octubre.
Hoy hace 2 años todos sabían que el referéndum que había convocado el
independentismo catalán era ilegal. Lo había suspendido el Tribunal Constitucional. Todos sabían que no podía ser válido. Sin censo ni Junta Electoral ni control de recuento ni campaña neutral. Todos sabían que no era aceptado internacionalmente. La Comisión de Venecia del Consejo de Europa a la que se había dirigido a Puigdemont en busca de aval contestó que no cumplía las exigencias legales ni ofrecía las garantías debidas.
Fue una jornada plagada de incidentes. La polémica en torno a ellos es uno de los puntos claves examinados en el juicio seguido contra los vídeos del procés cuya sentencia esperamos dentro de unos días. Lo más relevante políticamente es que apoyado en la fuerza emocional de esos sucesos, el independentismo no solo solemnizó la fecha como un día del orgullo nacional; sino que hizo milagro: convirtió el agua en vino. Validó los datos de una votación ilegal, blanqueó resultados no verificados por ningún órgano independiente y los convirtió en un mandato popular sagrado que solo espera ser ejecutado.
1 de octubre. Me parece importantísimo consignar un hecho muy significativo que revela un elemento clave del problema catalán. El soberanismo ha consagrado como gran jornada de la libertad de Cataluña un día en el que la mitad de los catalanes no pintó para nada.
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Tal vez el pírrico milagro institucional de la Catalunya "rebelde" se esté manifestando desde hace dos años como la profunda e imprescindible revolución de toda la España consciente contra las ruedas de molino con que el posfranquismo bunkerizado, que nunca se ha enterrado de verdad, -cuarenta años de mejunje no se liquidan con una Constitución hecha desde los mismos elementos que propiciaron o nacieron y se criaron en el basurero-, que convertido en una fosa séptica de prejuicios y sambenitos, una realidad esperpéntica a base de simulacros constantes, trata de impedir que la conciencia colectiva de las tierras celtibéricas multiculturales y plurinacionales se haga evidente y normal para unos pueblos cuya historia es un verdadero calvario desde los Reyes Católicos hasta nuestros días, un calvario que consiguió convertir nada menos que la Escuela de Traductores de Toledo en cruzada secular de la Inquisición que empezó con la toma de Granada, siguió con la expulsión, ruina, marginación o asesinato de los judíos y moriscos, y cualquier tipo de disidencia como lo fueron durante siglos el protestantismo, el laicismo o el libre pensamiento, la masonería o cualquier cosa que no huela a cuartel, a casino , a prostíbulo , a tugurio, y aun no ha terminado... Es el mismo impulso imperial y completamente contrario a lo mismo que predica: una unidad imposible a la manera totalitaria y forzada de los tronos, pero natural y sanísima a la manera de la federalidad republicana de los pueblos hermanos en el siglo XXI ,y sin embargo, amigos en la igualdad y en la verdadera fraternidad. Esa que nunca se rompe, que acoge, respeta y comparte, dialoga, debate y acuerda. Pero no es el caso, por desgracia.
Al modelo actual del estado español se le ha escapado su propia historia de las manos desde siempre, es pura inercia ritual, e incapaz de asumir la realidad y sus cambios connaturales, trata constantemente de recopiar sus peores discapacidades considerándolas legales, legítimas y estupendas, como derecho eterno de pernada, por el hecho de que se les concede un valor nominal por el hecho de estar ahí, y sin posibilidad de revisión. Porque pertenecen a la categoría intelectiva e institucional del banco pintado. Nuestro peor problema es que ese estado hidalgolazarillo fashion, se niega a reconocer su enfermedad, sus carencias, su desgaste, su incapacidad para funcionar cada vez más eividente, y vuelve una vez y otra al mismo mantra: la culpa la tiene....Zapatero, Rajoy, Aznar, el Psoe, el 15M, las feministas, las manadas, los asesinos en serie de mujeres y de niños, el pp, la crisis, la UE, los rojos, los vascos...o los catalanes. Todos menos el estado impoluto e intocable y trágicamente irrevisable. Una estadocracia teocéntrica o una teocracia estadocéntrica: el estado es la versión de dios que mejor se impone y se entiende en un pueblo al que nunca se le ha permitido dudar del poder absoluto: el poder de los ricos que se pueden permitir comprar a los más listos y mejor dotados para la manipulación. Ese estado tan "preparao",inocente y buenazas, que siempre está ahí para ser el golpe permanente del poder contra la ciudadanía protestona y chinche que no sabe de qué va esto, xd!, mientras intenta vendernos la cabra de que "el esatado somos todos"...que ya nos gustaría, ya...
Y no se trata de que el fenómeno estado sea negativo en sí mismo, no. Lo que marca la diferencia entre lo asumible y lo impresentable es el modo en que se educa, se entiende y se asume su significación y su funcionamiento y cómo se diseña y teje su estructura: o bien contando con la cooperación práctica y teórica de la ciudadanía o bien desde un púlpito sobrepuesto en las espaldas de una servidumbre ignorante, alienada, explotada y engañada, eso sí, con las mejores intenciones, porque en esta maravillosa cultura del aporellosoé, está clarísimo que quien bien te quiere te hará llorar , porque la letra con sangre entra y gobernar, todo el mundo sabe que es producir dolor. Gallardón lo dejó cristalino y no se lo inventó él, que va: lo calcó de la realidad que ha vivido desde siempre en un país tan different, que ya no sabe qué es, si país, corral, redil, abrevadero de copago, of course, que aquí solo va de gratis quien se lo puede permitir evadiendo impuestos y recibiendo devoluciones de Hacienda al mismo tiempo. Como está mandao y hasta legislao, que aquí por falta de leyes no será.
Toda esta mugre acumulada centuria a centuria, querido Iñaki, es la que está ahora bajo la presión evolutiva del mundo, saltando por los aires y quedando descarnadamente a la vista con el mogollón catalán. Esa mugre está presente, como los caídos y las cunetas, lo mismo en La Moncloa, en la Zarzuela, en las Cortes, en el Senado, y en Poder Judicial como en la Generalitat Catalana, Valenciana y Juntas Autonómicas de todo el territorio y en el poder inadecuado y antievangélico del catolicismo ultra; la maldita obsesión por lo ampuloso, por sacralizar los intereses propios, por quedarse con la perra gorda, por dar el campanazo más contundente y sonoro, y al mismo tiempo el canguelo tiquismiquis por no afrontar con dignidad y decencia los propios errores, ni la necesidad de liberarse de una mugre que no se aprecia como tal, sino incluso como pedigrí, es la ruina autopropulsada en este imperio de hojalata, tan enredado y bunkerizado en las banderas y lazos, que ya no puede caminar nada más que hacia su finiquito. A mi juicio solo se salvan de la autocombustión el Gobierno Vasco y Cantabria. Donde el grado de sensatez no pierde el oremus con tanta facilidad y el culto a la pamplina y al figureo no está tan bien visto y valorado como en el resto de este wonderland desquiciado, consumiendo los últimos residuos de un pasado del que no se atreve a liberarse por las buenas, serenamente, sin pasar recibos ya impagables, pero reconociendo la verdad tal como fue, por encima de la gloriomanía, la patriotitis, y la obsesión de quedar por encima de algo que nos viene aplastando desde siempre y que no se debe seguir usando como rodillo de una mitad ideológica contra la otra. Dos no se pelean si uno no quiere y no suele querer el más inteligente, el que no se empeña en "ganar" ni "vencer", sino en que las cosas solamente se resuelven juntos, consiguiendo que lo mejor de la diversidad lleve la iniciativa.
Catalunya no es culpable. No es el problema. Solo es el resultado fallido de un sistema político, social y económico que incapaz de abandonar y deshacerse del fardo de un equipaje tóxico, no puede dar más de sí ni mejores resultados de lo que alcanza a entender y a gestionar.
Según dicen quienes fueron cercanos testigos del momento, Adolfo Suárez, previó esta calamidad, y por ello propuso a Juan Carlos I convocar un referendum para elegir el modelo de estado, que el franquismo en el 78, evitó con la 'concesión democrática y ejemplar' de la Constitución, para lavar la cara al tejemaneje del salto milagroso de dictadura a democracia, evitando secuelas posiblemente duras de roer. Portugal era un paradigma, pero ellos eran ya una república y el pueblo mandaba, como canta Grandola Vila Morena ( o pobo es quien mais ordena, dice la letra). Pero aquí "república" era un término horripilante, al que los españoles debían perder el miedo. Suárez pretendía que un referendum legitimase la democracia y pudiese elegir el modelo de estado, convencido, seguramente, de que con el canguelo franquista en vena, el pueblo elegiría ser monárquico, lo que hubiese legitimado para siempre a los Borbones como dignos de crédito y respeto. Pero la reacción del Borbón y su guardia pretoriana de generales-cancerberos, no lo permitió, destituyó a Suárez y a Gutierrez Mellado y provocó el "golpe" del 23F, como anticipada purga de Benito, para acojonar a la sociedad y dejarla amordazada sine die. Hasta hoy. Hasta que se ha hecho añicos la estabilidad porque es imposible amordazar conciencias y estar durante siglos vistiendo una talla 38, cuando el cuerpo social ya necesita una talla 50, por la cantidad de asuntos sin resolver, la escasez de recursos y herramientas cognitivas y morales imprescindibles para navegar mares tan revueltos y difíciles, como del crecimiento de la misma conciencia colectiva e individual, inseparables, sin duda alguna.
Deberíamos considerar, si fuésemos más lúcidos y más centrados en la realidad que padecemos, que lo de Catalunya es lo más suave y menos grave que puede suceder en un estado como éste. Por ello deberíamos estarle agradecidos por dos razones: por la conciencia que nos da el aviso y nos revela los legítimos porqués del hartazgo, apelando a nuestra ética y civismo, y por la noviolencia y la paciencia de sus reivindicaciones, que merecen una escucha democrática y sana, sin tapujos. y no palos, porrazos, piolines, astrakanadas, mentiras, calumnias, juicios, condenas ni cárceles.
'El problema catalán' es, claramente, el espejo del problema español que nunca hasta ahora se ha querido ver y mucho menos, resolver. Sólo ocultar. Ningunear y negar. Cómo no, echando balones fuera,que es una jugada tan española...Pero la podredumbre que no se limpia sola -hay que limpiarla- , fermenta y acaba por invadir y apestar todo. Por convertir los estados en cloacas. Y eso tiene muy mala solución, si el estado se propone contagiar su podredumbre a la sociedad, exigiendo e imponiendo el cumplimiento, bajo amenaza de castigo, de unas leyes concebidas y propiciadas para encerrar for ever, dignidad, derechos, deberes y libertades, en el armario de la manipulación, cuya apertura y denuncia siempre será delito.
¿De verdad alguien que piense un poco viendo lo que hay creerá que es Catalunya el problema? ¿Era Lutero el problema de la Iglesia católica? ¿Era Rosa Luxemburgo el problema de Alemania? ¿Es el feminismo el problema de los hombres más primitivos y torpes? ¿Es Más País el problema de Podemos? ¿Es el cambio climático el problema del capitalismo consumista? ¿No será a la inversa? Tener cambiada la orientación entre causas y efectos hace imposible el diagnóstico y por ello la solución del problema.
¿De verdad alguien que piense un poco viendo lo que hay creerá que es Catalunya el problema? ¿Era Lutero el problema de la Iglesia católica? ¿Era Rosa Luxemburgo el problema de Alemania? ¿Es el feminismo el problema de los hombres más primitivos y torpes? ¿Es Más País el problema de Podemos? ¿Es el cambio climático el problema del capitalismo consumista? ¿No será a la inversa? Tener cambiada la orientación entre causas y efectos hace imposible el diagnóstico y por ello la solución del problema.
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