domingo, 10 de enero de 2016

No a la dimisión de Rita Maestre


Actualizada 09/01/2016 (Infolibre)

La Conferencia Episcopal huele a sotana acre, a soberbia avinagrada, a semen rancio y seco. Si Dios existe, y eso es una cuestión particular de cada uno, hablaría muy mal de él que se sentara junto a los obispos, en olor de ambición, medievalismo y poder, en vez de acompañar a los cristianos que viven por amor la actualidad furiosa de la pobreza.

Rita Maestre, concejal y portavoz del Ayuntamiento de Madrid, será sentada en el banquillo de los acusados el próximo 18 de febrero. Se la juzga por haber participado en una protesta estudiantil en marzo de 2011. Un grupo de alumnas se quedaron desnudas de cintura para arriba como protesta por las vinculaciones de la Universidad Complutense con la Iglesia Católica. ¿Qué sentido tiene que se mantenga una capilla en una universidad pública? ¿No es esta capilla la verdadera agresión a un Estado aconfesional?

Las iglesias y las capillas han maltratado a lo largo de los siglos a muchas personas partidarias de la libertad de conciencia. Pero se han ensañado especialmente con las mujeres. La artista sueca Milo Moire se desnudó hace pocos días ante la catedral de Colonia para protestar por las agresiones masivas que las mujeres de la ciudad sufrieron en Nochevieja. Su cartel decía: “Respetadnos, no somos animales de caza aunque estemos desnudas”.

Cuando se pretende humillar, negar, invisibilizar a alguien, el orgullo del propio cuerpo es una respuesta de afirmación. Frente a los paradigmas clasistas de cualquier tipo, aceptar la verdad del propio cuerpo es el origen de la libertad. La historia negra se ha escrito para aniquilar y penalizar la dignidad del cuerpo. Heredamos una historia de cuerpos quemados, abiertos a latigazos, torturados, mercantilizados, despreciados por sus diferencias, condenados a la vergüenza por no adecuarse a los mandatos de turno. Malditos paradigmas. Cuando una sociedad cruel está por medio, la belleza nunca es la verdad si no es capaz de convertirse en protesta y en desnudo.

Las agresiones a las mujeres en Alemania o en España no pueden explicarse como consecuencias en abstracto de una Religión, una Cultura o una Raza. Son efectos de una ideología machista que penetra de forma agresiva en las religiones, las culturas y las razas. La Conferencia Episcopal, por ejemplo, está impregnada de un radicalismo machista peligroso. Tiene tan interiorizada su prepotencia que considera natural exigir privilegios e intervenir de forma agresiva en la vida pública. Todos los que consideramos que el laicismo es una de las raíces fundamentales de la democracia hemos vivido en España condenados a la indignación. Aquí resulta difícil no sentirse anticlerical y hay que hacer un ejercicio constante de prudencia para no blasfemar. Yo procuro acordarme de los cristianos decentes a los que he visto convertir su fe en un compromiso de solidaridad y amor.

Nací bajo el Concordato de 1953. El Vaticano prestó apoyo internacional a Franco, un dictador muy cruel condecorado por el Papa con la Orden de Cristo. Llegué a la mayoría de edad y a la democracia para asistir a una Constitución con trampa católica. Se aceptaba el carácter aconfesional, pero se asumía la necesidad de “cooperación” con la Iglesia Católica y las demás confesiones. La alusión concreta a la Iglesia justificó después que se mantuvieran los acuerdos con la Santa Sede de 1976. La Conferencia Episcopal ha lastrado las directrices de la educación primaria y secundaria con sus insaciables exigencias. La Conferencia Episcopal saquea el bolsillo de los contribuyentes con mil formas de financiación. No paga IRPF, no paga IVA, no paga la contribución urbana, ni los impuestos de sucesión, ni los de donación. Y, por supuesto, considera muy normal que haya una capilla católica en la Universidad Complutense y que se pueda coartar la libertad de expresión con la amenaza de un “delito contra los sentimientos religiosos”. ¿Y los sentimientos de los que no somos católicos?

Cuando leo declaraciones del obispo de Córdoba afirmando que la Unesco tiene un plan para que se haga homosexual la mitad de la población mundial, ¿quién me defiende a mí? Cuando el mismo obispo dice que la fecundación in vitro es un aquelarre químico, cosa del demonio, y que los varones deben ser muy varones para representar la autoridad, ¿quién me defiende a mí? Cuando oigo al obispo de Alcalá de Henares comparar la interrupción voluntaria del embarazo con los trenes de Auschwitz, ¿quién me defiende a mí? Cuando veo que el arzobispado de Granada encubre a sacerdotes que abusan de menores y publica un libro titulado Cásate y sé sumisa, ¿quién me defiende a mí?

Lleguemos a un acuerdo. Que nadie me defienda, yo sé defenderme y desnudarme solo. Pero que el Estado no subvencione con mi dinero a una agresiva Conferencia Episcopal que huele a sotana acre, a soberbia avinagrada y a semen rancio y seco.

Normalmente se escriben artículos para pedir la dimisión de los políticos. Yo escribo esta columna para exigirle a Rita Maestre que no dimita. Y lo exijo en nombre de todos los que a lo largo de la Historia han soportado hogueras, látigos y cárceles en nombre de la libertad de conciencia. Y lo pido en nombre de los que nacimos bajo una dictadura justificada desde Roma por la gracia de Dios. Y lo pido en nombre de Voltaire, y de Rosalía de Castro, y de Pérez Galdós, y de María Zambrano, y de Luis Cernuda. Y lo pido en nombre de toda la ciudadanía que se indigna cada vez que un obispo se siente con derecho a condenar al infierno lo mejor de nuestra filosofía, nuestra política y nuestra ciencia. ¡Con el trabajo que cuesta avanzar, no se puede dimitir del progreso ético!  

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Bravo, Luis García Montero! Y que Rita no dimita. Porque sería el colmo de la vergüenza política y social a estas alturas de la Historia demostrarnos que aún estamos bajo la "santa protección" del papa Borgia, el Cardenal Cisneros y los Reyes Católicos. Y que la pederastia clerical constantemente actualizada y el cinismo trincón aplicado contra la ciudadanía empobrecida sin piedad alguna por la Iglesia Católica (tan lejos de los cristianos de Jesús de Nazaret), son pelillos a la mar si se comparan con el desnudo parcial de una muchacha veiteañera hace cinco años,  en la capilla de una iglesia privada (como deben ser todas las religiones según conciencia) en una universidad pública. 
Y ya puestos a decir tonterías con la iglesia y sus secuaces, y para no hacer apologías al nudismo, si el cuerpo que "su" Dios nos ha dado es tan malo y tan obsceno, ¿por qué no le enmiendan la plana a un dios tan incoherente como para avergonzarse de su propia creación y le ponen camiseta a los crucifijos, que exhiben sin pudor alguno no sólo el cuerpo humano de alguien que murió porque fue torturado y condenado por pensar distinto al régimen religioso y social de su momento, sino además porque es una exhibición horrible de sadomasoquismo y un canto a la crueldad y una exaltación del horror? ¿Quién nos protege a nosotros de estas absurdas tropelías infiltradas en la cultura y en el alma colectiva que hemos heredado? 

Lo revolucionario y salvífico de Jesús no fue que lo machacasen por ser como era, sino porque le dio la vuelta a los valores de la caverna y a la forma de ver el mundo, y porque lo que dejó K.O. a la peña del momento fue su demostración de que la vida al otro lado de la apariencia sigue siendo realidad, esa experiencia de cambio interno intenso que te transforma y te hace transformador de realidades que se consideraban tabúes "sagrados", de pérdida de miedo y de mediocridad, fue lo que hizo ejemplares a los primeros cristianos durante 300 años, hasta que el Imperio, viendo cómo se le hundían los tenderetes, y  minado por la decencia de los "pobres de espíritu, pacíficos y limpios de corazón" pero ricos en gozo, en ánimo y en sencilla fraternidad que había acabado con la mano de obra gratuita liberando esclavos que eran la base de la prosperidad y proclamando la fraternidad igualitaria de todos los seres humanos en el amor que para ellos era el único Dios posible, compró a la jerarquía que pasó de ser decente a ser impresentable, al perder la autoridad espiritual y la coherencia evangélica de la humildad y la sabiduría, para asumir el mando de una iglesia-estado. O sea, para pasar de servir (que era su finalidad) a mandar y a ser servida, temida y mantenida por lo peorcito de este mundo: la pasta y el poderío del glamour, del comercio y el matarile si hay resistencia. De ahí, que el 15M y los movimientos ciudadanos recuerden tanto a las bases del  primer cristianismo y del primer socialismo marxista y  anarquista, que para nada quiere decir desorganizado, sino libre y consciente de sí -y de los otros como de una misma-. 


De ahí, también y en la propia Iglesia, el origen y escándalo organizado contra la Teología de la Liberación. Hasta el punto de escuchar al modernísimo y "puesto" papa Bergoglio decir que "los comunistas nos han quitado a los pobres". No. Es que los cristianos primeros ya eran comunistas por conversión, por resurrección íntima y colectiva, y por pobres bienaventurados voluntarios y desapegados de ambiciones tan destructivas y poco recomendables como las vaticanas de siempre, que coinciden, 'casualmente' con las mismas del mundo corrompido por el demonio del poder y la carnaza especuladora y  cavernaria, señor papa. 


La pobreza evangélica de entonces no era miseria sino desapego generoso y libre, o sea lo que ahora mismo se necesita: una existencia digna, honesta, decreciente en ambiciones monetarias y territoriales, solidaria y resiliente, de pueblos en transición que saben menguar en lo que nos separa y nos destruye, pero saben crecer con apoyo mutuo en lo que nos une y beneficia de verdad: inteligencia, valores sanos  y recursos nuevos compartidos que enseñan a convivir en un Planeta cada vez más maltratado, disminuído y agredido brutal y desalmadamente. Es una evidencia constatable en la historia.

Tal vez cambiaría mucho el mensaje y la condición humana si miles de millones de católicos empezasen a vivir en el espíritu como resucitados de la miseria moral y como constructores de otra cosa más sana y se dejasen de adorar la barbarie de la tortura. Y de torturar y maltratar al prójimo si no piensa ni hace lo mismo que ellos y de llevarle al banquillo si reclama la separación del Estado de las confesiones religiosas.

Demasiado apego al poder y demasiada ceguera interesada tiene esa religión imperial para pretender que el Evangelio sea sólo cosa suya y que Jesús es su fundador. Es imposible que él fundase semejante engendro. De hecho, se horrorizaría si viera lo que hay montado a costa suya. Porque él mismo, a quienes hacían en aquellos tiempos lo que esa iglesia hace ahora (condenar a otros por cosas mucho menos graves que los horrores que ellos mismos cometen) sin morderse la lengua, les llamaba "raza de víboras, sepulcros blanqueados, falsos maestros y  escandalizadores de inocentes cuyo mejor destino sería que "se atasen una rueda de molino al cuello y se arrojasen al mar". Si meditaran lo que predican y se lo aplicasen a sí mismos otro gallo cantaría... 

La pregunta es si estos elementos condenadores son capaces de entender lo que predican como loros adiestrados en pajareras-seminario o si no serán cacatúas parlantes duchas en oratoria vacua pero demoledora para la dignidad y los derechos humanos de los "hijos del Hombre", que todos y todas somos las y los hijos e hijas  de un Dios que sólo puede existir si es amor y es Nosotros, como nosotros somos en él, porque si no, simplemente, estaríamos demostrando que cualquier humano decente y misericordioso capaz de dar lo mejor de sí por amor y sin pedir nada a cambio, superaría a un creador tan torpe y cicatero y desde luego, a sus estrafalarios y perversos representantes; todo eso, en el mejor de los casos, que, en los peores aspectos, se convierten en delincuentes con doble cara, en fariseos hipócritas que arrastran a otros desgraciados y dormidos a seguir su mismo camino miserable, no entran en el reino de la bondad inteligente, ni dejan entrar a los que les escuchan y les siguen, embaucados por sus sermones y triquiñuelas de confesionario tenebroso y manipulador, por su soberbia fatua y de mercadillo deleznable. No todos los católicos son así, es cierto, pero si son responsables de que se mantenga la misma lacra durante siglos, amparada, precisamente, por el silencio cómplice de ellos mismos, de los más sanos y también tan dóciles a la barbaridad disfrazad de inexplicable fidelidad y adhesión.  Una pena y un destarife. Una blasfemia materializada. Una vergüenza. El signo inconfundible de ese 'anticristo' que siempre ven por todas partes menos en sus propios bailes de máscaras.

                                           
                                      Resultado de imagen de imágenes sobre la libertad

                                      "Si la libertad significa algo, será
                                      sobre todo, el derecho de decir
                                      a la gente aquello que no quiere
                                      escuchar"
                             
                                      G. Orwell

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