domingo, 24 de enero de 2016

Sobre un futuro Gobierno


Actualizada 23/01/2016 (Infolibre)
     
La propuesta de Pablo Iglesias de pactar con el PSOE y participar como vicepresidente en un gobierno de progreso me parece buena, me parece feliz, me parece oportuna, me parece necesaria. Utilizo la retórica de la anáfora para darme ánimos, porque me apena que lo normal se haya convertido en algo tan justificadamente sospechoso. Y quiero convencerme de que más allá de las estrategias y las interpretaciones, lo bueno es bueno, lo feliz es feliz, lo oportuno es oportuno, y lo necesario es necesario.

Suscribo las palabras de Pablo Iglesias. Hace falta en España un Gobierno de progreso que acabe con las políticas clasistas del neoliberalismo radical, y para eso es necesario ahora que gobierne el PSOE, pero que no gobierne solo. Podemos debe entrar en el gobierno. Los resultados electorales ofrecen una ocasión que no se puede perder. Si quiere consolidar una verdadera utilidad política, el verbo Poder deberá meditar tanto en lo que se puede ganar como en lo que no se puede perder.

¿Queda en peligro el futuro del PSOE por aceptar el reto y negociar con Podemos? Reacciones de indignación como la de Pérez Rubalcaba me invitan a participar en la nutrida serie de cábalas sobre las actuales necesidades del PSOE. ¿Qué es peligroso para el PSOE en la España de 2016? Mi respuesta: figuras como la de Felipe González y Pérez Rubalcaba, aliadas de forma escandalosa con el mundo del dinero, la banca y los medios de comunicación que obedecen las órdenes del IBEX-35.

Dentro de unos días van a ser juzgados 8 sindicalistas de Airbus por ejercer el derecho legítimo de huelga en la jornada del 29 de septiembre de 2010. El fiscal pide 8 años y 3 meses de cárcel para cada uno. Cuando Rodríguez Zapatero decidió obedecer las órdenes del capitalismo neoliberal más duro en su segunda legislatura, se encontró con la oposición de los sindicatos. Su ministro de interior, Pérez Rubalcaba, planeó una estrategia de desmantelamiento de los sindicatos. El día de la huelga general contra la reforma laboral mandó dos dotaciones de policía a las puertas de Airbus, la empresa simbólica del sindicalismo español desde la que Ignacio Fernández Toxo y Cándido Méndez habían convocado la protesta. Los policías presionaron a los trabajadores, llegando a utilizar sus pistolas para provocar un altercado grave. La madurez y experiencia de los enlaces sindicales evitaron una tragedia. La policía ni siquiera pudo hacer detenciones.

Pero a la mañana siguiente, en la rueda de prensa de los sindicatos para valorar la huelga, se colocaron sobre la mesa los 7 casquillos de las balas disparadas por la policía. Al ministro Rubalcaba se le subió la soberbia autoritaria a la cabeza y se inventó una trama de castigo para acusar de agresiones a sus propias víctimas. Dejó una alfombra de lujo para las leyes represoras del PP. Son figuras como Rubalcaba las que han dejado sin crédito al PSOE. Y la misión prioritaria de Pedro Sánchez es la difícil tarea de intentar recuperarlo, negándose a firmar ese acuerdo con el PP del que parecen tan partidarios los felipistas. Más que con Rajoy, el PSOE debe entenderse con la UGT.

Para cambiar la política europea es conveniente que haya gobiernos progresistas en el Sur. Y para eso es importante que los partidos socialistas rompan con el neoliberalismo salvaje y dejen de confundir la estabilidad con la desigualdad. Hace falta también que la izquierda reconozca una evidencia: debido a la configuración social europea, es imposible un cambio de política si no se cuenta con la militancia y los votantes de los partidos socialdemócratas.

Como lector de Walter Benjamin, entiendo la historia como una forma del pasado incompleto. Creo que el ayer está inacabado, y que tomar decisiones sobre el presente significa no sólo un acto de compasión con las antiguas víctimas, sino un desacato contra los viejos gobernantes. Me ha renovado estas ideas la lectura de Esperanza sin optimismo (Taurus, 2016), un libro del crítico literario Terry Eagleton. Confieso que la alegría ante la propuesta de un gobierno del PSOE, PODEMOS e IU tiene que ver con mi opinión sobre los dos políticos que en los últimos años más se han opuesto a esta posibilidad: Felipe González, una persona muy lista, pero muy deshonesta, y Julio Anguita, una persona muy honesta, pero falta de luces y de solvencia intelectual. En España hay gente que tiende a confundir la solemnidad del púlpito con la inteligencia. Y esto es un error grave, como denunció Antonio Machado al descubrir que debajo de los birretes y los profetas hay mucha cabeza hueca.

Emily Dickinson afirmó en un verso que había muerto dos veces antes de morir. Julio Anguita se ha cargado dos veces a Izquierda Unida antes de la muerte final de IU. Y las dos veces ha sido por culpa de su obsesión contra el PSOE. Primero se inventó lo del sorpasso y la pinza con la derecha para acabar con los socialistas. Los devotos monaguillos de Anguita dicen que todo fue un invento del grupo Prisa y de Felipe González. Bueno, Prisa y González aprovecharon la ocasión desde luego. Pero en la faena de González, Anguita se prestó a actuar como vaquilla. Se reunió con Aznar, se reunió con Pedro J. Ramírez, pactó la estrategia, fracasó y hundió a Izquierda Unida en una España que mantenía como prioridad su experimentado miedo a la derecha.

El segundo capítulo se puso en marcha con la dichosa idea de “Unidad Popular”. En Europa campaba el neoliberalismo. En España, ese mismo neoliberalismo convertía la idea de “organización colectiva” en su máximo enemigo, ya fuese en su aspecto sindical o político, con la ayuda inestimable de los populismos televisivos. El pacto de IU y el PSOE daba frutos en Andalucía. Las encuestas profetizaban que IU podía contar con el 20 % de los votos… Y entonces llegó Julio Anguita y puso en marcha la idea de Unidad Popular para un movimiento de masas que alcanzase el gobierno sin pactar con nadie y menos aún con el enemigo socialista. ¡Qué gran idea para destruir una organización!

Aunque hayamos soportado muchas idas y vueltas, celebro la propuesta de Pablo Iglesias. Me da igual que pueda ser una estrategia, me da igual que antes dijera una cosa y ahora otra, me da igual que Alberto Garzón haya practicado sin escrúpulos el anguitismo para acabar gobernando junto a Pedro Sánchez…, yo sigo celebrando lo que creo correcto: organización y acuerdos de gobierno contra el neoliberalismo. No se trata de buscar cargos. Es que resulta imprescindible desalojar al PP de las instituciones, resulta imprescindible una mayoría de gobierno progresista, resulta imprescindible un PSOE que no se someta al neoliberalismo y resulta imprescindible una izquierda real y sin califas. Porque en su búsqueda fundamentalista del paraíso suelen acabar dinamitando su propio cuerpo y su propia organización. 

:::::::::::::::::::::::::::::::::::::::::: 

Mil gracias, Luis, por aclarar tantas confusiones y dislates. Sobre todo por el hecho de que has vivido en primera línea lo que dices. Y sabes de lo que hablas. Es muy de agradecer.
Que no es oro todo lo que reluce es un hecho comprobado, lo mismo que tantas veces la buena intención se convierte en un desastre si solo se mira desde un único ángulo de visión; es el aprendizaje experimental el que nos hace posibles la coherencia y la honestidad con una misma, y la comprensión de los errores ajenos. Todas y todos somos galletas de la misma harina, aunque las formas en que  nos manifestamos sean distintas y hasta opuestas. Unos fallamos ayer, otros lo hacen hoy y otros  lo haremos mañana, aquí no se escapa nadie sin meter la pata muchas veces a lo largo de la vida. Es el certificado de humanidad que evoluciona. Gracias a comprenderlo y a analizar  nuestros patinazos nos normalizamos y nos libramos del catarismo perfeccionista, de los dogmas inamovibles, de la pureza de sangre ideo-ilógica y de rígidas neurosis parecidas y hasta desarrollamos la sanísima disciplina de reírnos de nuestras "virtudes" para poder asumir nuestra realidad tal cual es y no como nos gustaría que fuese o nos imaginamos que es, y lo mismo va aplicado a las relaciones con el resto de nuestros semejantes. Benditos fallos y defectos, siempre que vayan acompañados de la humildad inteligente que nos hace verlos y asumirlos sin justificarnos. El único modo de no acabar desequilibrados o hechos un bloque bunkerizado en seguridades imposibles, excluyentes, discriminadoras y más falsas que el beso de Judas. 

Nuestra historia patria es un berenjenal muy triste, lleno de socavones, de contenedores rebosantes de basura, de engreimiento, de " pedantones al paño que miran, callan y piensan que saben porque no beben el vino de las tabernas" y/o "soberbios y melancólicos borrachos de sombra negra"; Machado dio en el clavo en tantas cosas, ¿verdad? 

Lo único que de provecho podemos hacer para que la cosa mejore es mirar también en nuestro interior antes de apederar al "enemigo", que por cierto,es nuestra propia sombra, la cara oculta de nuestros trastos amontonados en desorden, porque tarde o temprano encontraremos que en nuestro equipaje cultural, consuetudinario, educacional y, a veces,  hasta genético, (normalmente nos educan nuestros genes) también se esconden pedacitos de esos arquetipos que tanto fastidio, daño y disgusto nos proporcionan. Quizás no sea en la misma proporción ni en las mismas formas, pero seguro que sí están agazapados en nuestras rutinas emocionales, en nuestra fiera oculta y desconocida, en nuestros tics habituales. 

Parece que a los españoles, especialmente, nos cuesta muchísimo perdonar y liberarnos del rencor, que lo de las cunetas psicoemocionales nos pone demasiado, "fusilando" y enterrando en el desprecio y en los prejuicios a quienes nos disgustan, así no les damos jamás la oportunidad de mejorar en nuestra valoración subjetiva y reduccionista. El que nos la hace, nos la paga, aunque cambie, aunque se esfuerce por mejorar, aunque pida perdón...y si hace algo bueno no tendrá valor alguno porque ese individuo que nos falló un día o un año, nunca levantará cabeza en ese corazón rencoroso, endurecido por pensamientos primitivos y obtusos. Así va la política. Como un estercolero que nunca se limpia ni se elimina, sino, que, al contrario, se aumenta y remueve para que el hedor y los miasmas, se acentúen y sigan en activo, que  eso da vidilla. 

 Nuestra forma de convivir es atroz. Unos se matan física  o emocionalmente, chafando hasta en la profesión, en el mus o en el partido, si hace falta, para colocar en los mejores lugares a sus afines, otros hacen del odio y la máscara sus herramientas de contacto con lo que no les favorece o les desagrada. Y todos se creen poseedores de la verdad, de la razón y del poder de chafar al resto, si el resto no les aplaude o no les considera como ellos se consideran a sí mismos. Y en ese plan, se apuntan a partidos políticos o a las religiones o a los sindicatos. Pretenden enterrar en la dedicación externa lo que no son capaces de aceptar y asumir de sí mismos. Se convierten en personajes, en pegatinas. Adoptan la ideología o el credo como disfraz, como refugio y como manifestación externa de su no-ser. Y por esas ideas fijas  que sirven de tapadera a sus graves deficiencias humanas, son capaces de todo lo peor. Y hasta acaban degradando los proyectos iniciales a los que se un día se adhirieron como adeptos y devotos. Dividen en vez de unir, enfrentan en vez de acercar y conciliar. Desprecian en vez de valorar  y admirar si la cosa les supera. Se niegan al diálogo por si acaso escuchar otras razones distintas a las suyas acaba por desmontarles el kiosco de sus prejuicios, que son su falsa seguridad. Se alegran del mal ajeno, sobre todo si el ajeno es distinto y les irrita y devalúan lo bueno que pueda pasarle al "enemigo". Algo que, además de bajísima estofa moral, se llama envidia.

Eso explica la miserable reacción de la ejecutiva socialista ante Pedro Sánchez y la propuesta de Iglesias. Eso explica la falta de ética en las propuestas del pp y C's, barriendo para adentro aunque sea una condena a muerte para la mayoría social que ha votado mayoritariamente lo contrario: pluralidad y progreso social. Eso explica la utilización de los problemas sociales, por parte de toda la casta política, para medrar y trepar a los cargos y sillones sin que importe de verdad la solución de aquello por lo que se entró en la rueda del poder. 

El problema que tenemos ahora mismo no se puede resolver mientras los que van de líderes sean tan burdos, tan opacos, tan zafios y tan lábiles. Tan fáciles de arrastrar por un golpe de soberbia malpensada como difíciles para entender la grandeza de miras más allá de sus pírricos y limitados intereses de partido y combinados con los de un ego trepador de toma pan y moja. Sobre todo si esa grandeza se manifiesta en otros.
Quienes no se conocen a sí mismos ni se trabajan por dentro la conciencia y la honestidad personal, y no limpian su mirada interior, o sea su mente sucísima y supercondicionada por el pasado de tal modo que resultan inútiles para  gestionar el presente, no están capacitados para organizar un país, ni una sociedad ni una política. No tienen ideas ni iniciativas porque el impulso de la creatividad no es compatible con la densidad, las pesadas tinieblas del rencor y la venganza. Lo vivo y lo muerto se auto-excluyen. No son aptos ni  para pactar ni para gobernar con acierto. En sus manos todo es chalaneo de mercadillo, toma y daca a un nivel ínfimo y esclavizado a una emocionalidad mal pensada, cicatera y paupérrima, pronta para saltar a la yugular de cualquier "enemigo" y para sacar las uñas ante lo que consideran ofensivo y humillante, que es todo lo que no les da la razón o no favorece su vanidad, sus intereses personales o de secta. 

Los acontecimientos de ayer y anteayer confirman que lo  tenemos muy difícil como ciudadanía, querido Luis. Sería un milagro que de repente las inercias de la bajeza "naturalizada" como normalidad, y tan lógica en ese modo nauseabundo de entender la política, se convirtieran en aciertos inteligentes, en generosidad mutua y en limpieza de intenciones por arte de birlibirloque. Que las montañas de basura psicoemocional que obstaculizan el paso se conviertan en caminos transitables es un estupendo deseo sin base material, por ahora.

Los grandes animadores de los cambios a mejor en la humanidad siempre han sido, sobre todo,  seres de alma grande. Mahatmas, como se dice en la India. Seres desapegados del ansia de poder personal. Libres por dentro para poderse entregar al mundo externo con toda generosidad. Seres autocríticos más que criticones con el prójimo y que sobre todo predican con el ejemplo y su forma de vida mucho más que con los sermones. La autobiografía de Gandhi, que era su confesión diaria particular, su honesto examen de conciencia como padre, esposo, compañero, político, hombre espiritual, servidor de los más pobres desde la igualdad con ellos, lo explica maravillosamente. Él jamás la habría publicado para lucirse. Lo hicieron sus seguidores cuando la encontraron entre sus papeles cuando él fue asesinado. Y, viendo como está el patio, debería ser un libro para recomendar en el Bachiller y en las facultades de Derecho, Sociología, Ciencias Políticas, Económicas y Empresariales, por ejemplo.

Cada día está más claro el problema que arrastra la Política desde la época de Sócrates y Platón:
Para que todo funcione deberían gobernar los sabios. El dilema está en que los sabios no aspiran a acaparar puestos relevantes ni les interesa el poder como motor de sus vidas. Son conscientes de que deberían degradar tantos valores imprescindibles y fundamentales como humanos conscientes, para poder gobernar, que acaban por abstenerse. Y entonces son los mediocres, los ambiciosos, los vanidosos, los pícaros, los corruptos, los pedantes y los fatuos, los que  siempre acaban gobernando las naciones. Faltan sabios capaces de la mayor sabiduría: la del sacrificio, que consiste en ponerla al servicio de la "polis" y de los "politoi" y no dedicarse a ejercer el poder sobre quienes les eligen como portavoces. De momento, José Mujica y los miembros primeros del Frente Sandinista de Liberación en Nicaragua, que formaron gobierno, son las únicas referencias contemporáneas de que disponemos del modelo ejemplar.
Así estamos. Sólo hay que leer la prensa y escuchar las profundas reflexiones de nuestros abanderados y representantes, para darse cuenta de lo que hay, y de lo que no hay ni podrá haber mientras la materia prima no mejore en calidad y en comprensión materializada en experiencia y carne propia, del imperativo categórico de Kant.




No hay comentarios: