Recelos, miedos y desconfianza como punto de partida para un difícil acuerdo de gobierno

EFE
No, no es fácil gobernar con un partido del que no
te fías. Qué difícil llegar a un acuerdo de gobierno con quien es tu
principal rival político, con quien disputas buena parte de tu
electorado. Un partido que te ha insultado hasta hace dos días. Un
partido que repitió una y otra vez que nunca gobernaría contigo. Cómo
fiarse de quien ha dado tantos bandazos y cambiado tantas veces de
discurso, quien oculta sus verdaderas intenciones cuando toca ganarse al
votante en campaña. Cómo confiar en quien tiene tantas sombras en el
pasado, tantas cosas por explicar. Cuesta sentarse a negociar con
alguien que tuvo poco más de cinco millones de votantes pero se comporta
como si hubiese ganado las elecciones, y quiere controlar las
decisiones claves del gobierno, quedándose con los principales
ministerios. Una fuerza que ni siquiera tiene una sola voz, pues en sus
filas hay discrepancias con temas como el referéndum catalán. Cómo
acercar posiciones con quien ha trazado líneas rojas antes de sentarse.
¿De quién hablo en el párrafo anterior? ¿De Podemos, visto por el PSOE?
¿O del PSOE visto por Podemos? Relean todos los reproches, y verán que
son intercambiables. Es lo que piensa el PSOE de Podemos, pero ¿no es
también lo que piensa Podemos del PSOE?
Confianza es la palabra clave estos días. Desde el PSOE se insiste en que cualquier acuerdo debe basarse en la confianza,
y se deja caer que Podemos no es un socio fiable. A su vez, Podemos
pide acuerdos cerrados, y hechos mejor que palabras: “no tenemos una
gran confianza en los aparatos del partido socialista”, dijo Pablo Iglesias al soltar su bombazo del pasado viernes.
Aunque a ratos parezcan condenados a entenderse, los recelos son
grandes. El PSOE tiene miedo de que Podemos le haga la cama desde dentro
del gobierno, y que aproveche sus ministerios para apuñalarlo por la
espalda. Por su parte, Podemos tiene miedo de que una investidura sin
garantías solo sirva para darle el poder a un PSOE en horas bajísimas,
mientras ellos renunciarían a liderar la oposición. Ambos temen
acostarse juntos, por cómo amanecerán al día siguiente. Ya saben lo que
se dice: quien con niños se acuesta… Pues aquí lo mismo. “Quien con la
casta se acuesta…”, dicen en Podemos. “Quien con populistas se
acuestan…”, responden en el PSOE.
Ambos se acuerdan
estos días de la vieja fábula del escorpión y la rana. Pero cada uno se
ve a sí mismo como rana, y teme el aguijonazo del otro cuando estén a
mitad de la charca.
Cada uno tiene su forma de quitarse el miedo, de construir confianza. Para Podemos, la única forma de fiarse es estar en el gobierno,
no dar manos libres a Sánchez. Justo lo contrario que piensa el PSOE,
que solo se fía si los de Iglesias se quedan a muchos kilómetros del
consejo de ministros.
¿Conseguirá ser cada uno el
socio fiable que el otro busca? ¿Lo van a intentar siquiera? Y sobre
todo: ¿comparten sus votantes esos miedos, o son sus dirigentes quienes
no se fían?
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Y ahora vienen las preguntas de la ciudadanía humillada, saturada, apaleada y harta de todos los rifirrafes que padece: ¿Son fiables a la hora de votar los políticos que no se fían de nadie a la hora de pactar? ¿Desconfían de los otros porque ellos mismos no son de fiar y ya saben lo que hay? ¿Estamos prisioneros de unos trileros ideológicos con distinta sigla pero con idéntica irresponsabilidad, o amarrados a unos inmorales que se acomodan a lo que caiga con tal de que les beneficie, o tal vez somos rehenes de unos piratas de la cosa pública o simplemente nos acoplamos a sus manejos porque no somos capaces de sacudírnoslos de encima con un verdadero empuje cívico y obligarles a que cambien o se vayan de una vez? Seguramente nos falta la capacidad de ruptura inteligente con las redes mafiosas de una casta cacique universalizada en nuestra geopolítica ibérica, y tan generalizada y contagiosa que no ha dejado espacio ni conciencia para otra cosa mejor. Este escenario "político" (¿?) es tan penoso como cutre.
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